Libre –y con todo, esclavizado por el miedo

Pregunta: Durante diez años he sido drogadicta, dependiente de alcohol y pastillas. Tres años atrás, Jesús vino a mi vida, y desde ese entonces, me siento sana y feliz y soy libre de todos esos vicios. Amo a Jesús más que todas las cosas, y Él es la esencia de mi vida. Pero de vez en cuando, me sobreviene un miedo necio y sin motivo: me aflijo hasta la muerte y oro ininterrumpidamente cuando mis dos hijos están en cama porque temo que ellos se ahoguen en el sueño o mueran de otra manera. Además hasta tengo miedo a la mañana de que mis deberes hogareños pasen por encima de mis fuerzas, temo fracasar en otras cosas, etc. Así paso horas sentada, orando al Señor, y cada vez que lo hago, experimento una mejora. Sé que no debo tener miedo, pero a pesar de esto no estoy libre de él.

Respuesta: ¡Usted tiene muchos motivos para agradecer al Señor por Su maravillosa salvación por medio de la sangre de Jesucristo! ¿La dejaría hundirse ahora en el miedo? ¡Jamás! Por favor, aprenda Salmos 32:7 de memoria. Allí está escrito: “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás”. Tan pronto como le sobrevenga ese miedo sin motivo y realmente necio, diga en voz alta que el Señor es su refugio y escudo.

Además, debe tomar consciencia de la causa de esos estados de angustia incomprensibles como usted los sufre: en su corazón falta el fundamento firme, la reserva necesaria de fe. Cada persona está propensa a sentir miedo sin motivo, angustias inexplicables: miedo de la vida, miedo de la muerte, miedo de la noche, miedo del día. El miedo es la enfermedad de nuestra época. Usted pregunta cómo puede librarse de él. En primer lugar, le dije que usted debe tomar en serio la Palabra de Dios, y especialmente también el Salmo 32:7. Además, agradezca, de lo más profundo de su corazón, por el poder redentor de la sangre de Jesús. Dele las gracias al Señor por haber sido redimida de toda influencia demoníaca que le infunde miedo. Tenga el ánimo, cuando la angustia le sobrevenga como olas y usted ya no puede defenderse, de hacer lo positivo, clamando en voz alta: “Te agradezco, Señor Jesús, por la redención por tu sangre, por la liberación de toda clase de miedo”. Entonces, todo se volverá calma en usted, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus pensamientos y su corazón en Cristo Jesús. Pero, adicionalmente, existe otra cosa que echa fuera toda angustia o sea todo miedo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). ¿No sabe usted que el Señor la ama? ¿Y no ha sido derramado el amor de Dios en su corazón (Rom. 5:5)? Deje que el amor de Jesús se vuelva eficaz en otros a través de usted por medio de la obediencia a la fe y experimentará que todo temor y toda angustia se apartan de usted.

W.M.

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