¿Está cautiva mi voluntad?

Pregunta: No puedo comprender ni creer que el Señor Jesús murió también por mí y que uno puede tener una esperanza eterna porque todo en mí está oscuro y estoy sin esperanza y meta. ¡Qué vida tan linda deben tener las personas que conocen a un Salvador personal, acerca de quien aun saben que volverá pronto para buscarlos! Yo voy a las reuniones, pero a pesar de esto no tengo paz ni tampoco gozo en mí, sino que mi corazón generalmente está lleno de contradicción y rebeldía. Muchas veces tengo la impresión de que mi voluntad libre también está cautiva.

Respuesta: ¡Su libre albedrío no está cautivo! La voluntad libre es la nobleza del hombre. Si bien es posible que poderes oscuros le asalten, persigan y susurren amenazas, y su naturaleza pecaminosa heredada le cause problemas, le queda no obstante el libre albedrío. Clame una vez, en voz alta, en la presencia del Señor: “Señor Jesús, quiero seguirte a ti”. Pero no diga acaso “quisiera” o “debería” sino: “Yo quiero”.

Compréndame bien: no le niego que usted tenga la impresión de que su voluntad no esté realmente libre o que se sienta ahuyentado, pero por más miserable, débil y atado que usted se sienta, Su libre voluntad consiste en que usted puede decir si quiere creer o no. Este libre albedrío, a pesar de que sus sentimientos le sugieren que está cautivo, puede volverse activo, clamando a Dios. Por eso, le doy el consejo cordial y urgente de no dejarse determinar ya, de ninguna manera, por lo que siente en su alma o por lo que el diablo quiere imponerle como convicción firme, cosas como, por ejemplo: “Ya no puedes querer”. Esta es una de las mentiras más grandes procedentes del infierno por la cual muchas personas se hunden en la perdición, a pesar de que hubieran podido salvarse. Le pido otra vez que clame en voz alta: “¡Señor Jesús, quiero seguirte!”. Entonces comience a dar gracias por la salvación de todas las ataduras pecaminosas y de toda su culpa por Su preciosa sangre. ¡La victoria de Jesucristo sobre todo lo oscuro en su vida es ilimitada! ¡Alabado sea Su maravilloso nombre por toda la eternidad! Por tanto, no siga diciendo: “No puedo creer ni tampoco comprenderlo”. La fe es un principio tremendamente activo que pone a Jesucristo siempre en el primer lugar: “Señor, tú dijiste tal y tal cosa, y a pesar de que parezca completamente insensato, quiero animarme a confiar en tu palabra respecto a este asunto”.

Debemos luchar vez tras vez para transformar a nuestra fe meramente intelectual en una posesión personal, y esto no solo de vez en cuando. Dios nos introduce en ciertas situaciones para adiestrar nuestra fe, como es propio de la naturaleza de la fe que se realice su objeto. Antes de que conozcamos a Jesús, Dios es algo muy abstracto para nosotros. No podemos creer en Él. Pero tan pronto como oímos a Jesús decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9), tenemos algo real, y entonces nuestra fe se vuelve ilimitada. La fe consiste en una verdadera relación de todo el hombre con Dios mediante el poder del Espíritu de Jesucristo.

Wim Malgo

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