La nueva Siria

Fredi Winkler

En Israel y todo Medio Oriente se precipitan los acontecimientos desde que comenzó el levantamiento contra Assad y su gobierno en Siria. Evidentemente, los soldados de Assad ya no estaban dispuestos a luchar por su régimen corrupto y criminal, por lo cual los pilares de la administración de Assad se desplomaron como fichas de dominó. Ni el ejército ni Hezbolá, Irán o los rusos tuvieron la disposición y capacidad para intervenir a favor de Assad y su “imperio”. Así, pues, el presidente y su clan no tuvieron otra opción que huir. Por “razones humanitarias”, como dijo Putin, Rusia les concedió asilo político a Assad y su familia, que llegaron al país con una inmensa fortuna.

Todo esto ocurrió, en última instancia, debido a que Israel y su ejército derribaran la primera ficha de dominó, a saber, Hezbolá. Pero ¿qué pasará ahora?

Israel tiene motivos de sobra para mostrarse escéptico ante el nuevo liderazgo emergente en Siria. Como medida de precaución, hizo todo lo posible por destruir los arsenales de armas y municiones que dejó el ejército de Assad. Por el momento, sin embargo, los nuevos dirigentes sirios están adoptando una actitud muy diferente y esperanzadora: la nueva Siria debe ser un país para todos sus ciudadanos, independientemente del grupo étnico al que pertenezcan. Dicen que la nueva Siria quiere la paz en lugar de la guerra, e incluso no se descarta un tratado de paz con Israel.

Son señales animadoras. Si realmente se alcanzara este tratado, en realidad, nada impediría que Israel firmara la paz también con el Líbano. De hecho, en un principio Israel y su país vecino no tenían grandes conflictos entre sí; los problemas llegaron por culpa de Irán y los chiíes, que fundaron Hezbolá en el Líbano, una organización cuyo nombre significa “partido de Dios”, pero que expandió el odio religioso y el fanatismo en la región. Ahora que Hezbolá está        muy debilitado, existe una posibilidad real de que el Líbano tome su futuro de nuevo en sus propias manos.

Además, Israel –como muchos otros– pone sus esperanzas en Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos. Este exige que Hamás libere por fin a los rehenes israelíes en Gaza, amenazando que, de lo contrario “se desataría el infierno”.

Cuando Hamás vea cómo se derrumba un eslabón tras otro en el frente de rechazo contra Israel y se quede prácticamente solo, mientras Trump le presione sin piedad, su resistencia también podría derrumbarse.

¿Será que pronto venga la paz de la cual Pablo habla en 1 Tesalonicenses 5:3?: “que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”.

Con base en la Palabra de Dios sabemos que la paz eterna no vendrá por esfuerzo humano. Nuestra esperanza está en que el Señor venga pronto, primero por su Iglesia, y más tarde para establecer aquí su Reino de paz.

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