Negarse a retroceder
Cómo podemos mantenernos firmes hoy en día en el seguimiento de Jesús.
Es posible que haya oído hablar de los tres soldados japoneses Hiroo Onoda, Teruo Nakamura y Shoichi Yokoi, destinados en diferentes islas durante la Segunda Guerra Mundial: Onoda, como teniente en la jungla filipina de Lubang; Nakamura, en una isla indonesia; y el sargento Shoichi, en la isla de Guam, en el Pacífico. ¿Qué tienen en común estos tres hombres? Cuando las fuerzas estadounidenses y aliadas desembarcaron en sus respectivas islas en 1944 y 1945, estos hombres se retiraron a la jungla con otros soldados japoneses. Rendirse no era una opción para ellos. Estaban decididos a seguir las órdenes hasta el final. Así que ni siquiera se dieron cuenta de que la guerra había terminado. Solos, siguieron resistiendo.
La solitaria firmeza de estos hombres hizo que no se descubriera a Yokoi hasta 1972, y recién unos 27 años después del final de la guerra dejó vacante su puesto ya vencido. Onoda y Nakamura regresaron a casa dos años después, en 1974. Habían aguantado hasta 29 años después del final de la guerra. El abandono de Onoda es especialmente conmovedor. Solo cuando las autoridades localizaron a su antiguo superior y lo trasladaron en avión a la isla filipina, Onoda estuvo dispuesto a rendirse siguiendo sus órdenes. Así que los tres resistieron en sus puestos hasta casi treinta años después del final de la guerra.
Es una historia increíble la que une a estos tres hombres. La forma en que sobrevivieron –con asesinatos y otros delitos– o sus motivaciones que los mantuvieron en la jungla durante tanto tiempo sería un tema para tratar aparte. Pero lo que invita a la reflexión, por todo lo que tiene de trágico y extraño, es la firmeza con la que estos hombres permanecieron completamente aislados en sus puestos. ¿Y nosotros? Al fin y al cabo, se trata de incomparablemente más que de una perseverancia solitaria en la lucha en la jungla, de cuyo significado –con razón– uno puede tener dudas. Para los tres soldados, la perseverancia terminó en una gran decepción.
Como seguidores de Jesús, en cambio, pertenecemos al Señor de señores y Rey de reyes. En Cristo y en su Palabra se nos ha dado lo mejor que podemos tener. Y sabemos que al final volverá, después de todas las tinieblas de la historia humana. Ha prometido no abandonar a los suyos ni un instante, incluso cuando las cosas se pongan muy difíciles. La fe en Él tampoco acaba en una gran decepción, sino que conduce a un futuro y una gloria inimaginables. Sin embargo, corremos el peligro de dejarnos llevar por los acontecimientos y las circunstancias, ya sea por la seducción y atracción del pecado, o por la creciente presión, exclusión y estigmatización que podemos experimentar. Esto no es solo un problema de hoy, sino que lo ha sido desde el principio de la Iglesia. En su momento, el apóstol Pablo se preocupó por la incipiente iglesia de Tesalónica después de que un motín lo obligara a marcharse por la noche. Desde su conversión, los cristianos de Tesalónica se habían enfrentado a fuertes oposiciones. Pablo habla en 1 Tesalonicenses 1:6 de cómo habían recibido la palabra de Dios con alegría bajo mucha aflicción. La preocupación de Pablo era fortalecer a los creyentes y hacerlos resistentes a las crisis, y no andar soplándoles alrededor de su cabeza pompas de jabón de un cristianismo de pura diversión. Mientras continuaba su viaje, estaba muy preocupado por la joven iglesia. ¿Se mantendrían firmes los seguidores de Jesús o se los llevaría el viento en contra?
La firmeza de los tesalonicenses
Tesalónica, hoy en día llamada Salónica, era en la época del Nuevo Testamento una ciudad portuaria y comercial de Macedonia, situada en el mar Egeo, en la actual Grecia. Estaba ubicada en la Vía Egnatia, la gran calzada militar que unía Roma con Oriente. Cuando el evangelio llegó a Tesalónica, la ciudad ya contaba con 200.000 habitantes. Por su situación como ciudad portuaria, Tesalónica era conocida por su vida de libertinaje. Como también era un centro comercial, muchos adinerados hombres de negocios, judíos y griegos, se habían establecido allí, como sabemos por Hechos 17:4. En aquella época vivían en la ciudad muchos judíos, lo que se deduce de la sinagoga existente (Hechos 17:1).
El nacimiento de la iglesia en Tesalónica se nos describe en Hechos 17:1-9. El viaje de Filipos a Tesalónica había llevado a Pablo, Silas y sus compañeros entre 4 a 5 días. Sus heridas sangrantes y las ronchas que habían recibido de la flagelación en Filipos, probablemente aún no se habían curado. Pero a pesar del dolor, continuaron en toda debilidad, pero con fe, para difundir el evangelio.
Según su costumbre, Pablo comenzó a predicar en la sinagoga. Allí pudo aprovechar el conocimiento del Antiguo Testamento de los judíos y los prosélitos griegos y su temor a Dios. Por obra del Señor, al cabo de unas tres semanas surgió en Tesalónica una congregación bastante numerosa. Sin embargo, poco después de sus comienzos, esta iglesia experimentó sufrimiento y persecución por causa de Cristo. Después de que Pablo tuviera que abandonar la ciudad a causa de la persecución que había comenzado y llegara a Atenas vía Berea, envió a Timoteo a los tesalonicenses porque no podía ir él mismo. Este último regresó finalmente a Atenas con buenas noticias sobre la firmeza de la iglesia. Para el apóstol esto supuso un gran consuelo y una verdadera alegría, como dice en 1 Tesalonicenses 3:7-8: “Por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe; porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor”.
En su Biblia de Estudio, John MacArthur señala: “‘…vosotros estáis firmes’: esta imagen describe a un ejército que se niega a retroceder aunque el enemigo lo esté atacando”.
Pensemos en los tres soldados japoneses. Habían resistido hasta treinta años en las circunstancias más difíciles. En comparación, qué rápidos somos hoy en día para retroceder cuando nos enfrentamos a un amenazador viento en contra, para sumergirnos o terminar nadando con la corriente. Los tesalonicenses estaban dispuestos a sufrir por su Señor y su fidelidad a él. Se negaron a retroceder a pesar de todos los ataques. De este modo se convirtieron en un gran ejemplo para nosotros.
De regreso de su tercer viaje misionero, Pablo pasó de nuevo por Tesalónica (Hechos 20:1-6), acompañado por dos hermanos de aquella iglesia, Aristarco y Segundo. Aristarco se convirtió no solo en colaborador, sino también en compañero de prisión del apóstol (Colosenses 4:10). Este es otro testimonio de la firmeza de los tesalonicenses, que se negaron a retroceder a pesar de todos los ataques a la fe.
Pablo también utiliza el término “estar firmes” en otros pasajes. En 1 Corintios 16:13 exhorta a los corintios a velar, a estar firmes en la fe y a ser varoniles y fuertes. Estar firmes en la fe significa aferrarse a la verdad divina, a la doctrina como fundamento. Se trata de negarse a retroceder ante los ataques feroces y no ceder en ninguna posición del evangelio, la confesión y la verdad bíblica. Aquí, en 1 Corintios 16, Pablo habla de portarse “varonilmente”. Hoy en día, algunas personas se ofenden por tales términos. Pero la Biblia quiere decir lo que dice; y esta expresión incluye tener autodominio y valor, y no simplemente ceder a una inadecuada blandura.
En Efesios 6, en el contexto de la armadura espiritual, encontramos este “estar firmes” en tres lugares de formas diferentes. En el versículo 11, Pablo llama a los seguidores a vestirse con toda la armadura de Dios para mantenerse firmes contra los astutos ataques del diablo. En el versículo 13 encontramos el término dos veces. Primero, en la expresión “poder resistir en el día malo” con la armadura de Dios, y segundo, con la exhortación a estar firmes hasta que todo se haya acabado. En el versículo 14, el apóstol vuelve a hablar de “estar firmes” antes de describir cada una de las piezas de la armadura. Así vemos que esta expresión se utiliza una y otra vez en relación con la lucha espiritual en el discipulado y el aferrarse a la verdad –también podemos decir: en la lucha por el evangelio y la fe.
En este aspecto, la joven iglesia de Tesalónica es un modelo para nosotros. Pablo les enseñó desde el principio que el sufrimiento y las tribulaciones son parte del seguimiento de Jesús (1 Tesalonicenses 3:4). Pero entendemos que el mantenerse firme no es considerado nada fácil, por la forma en que Pablo se preocupó por los tesalonicenses. Cuán grande fue su alegría cuando supo que se mantenían firmes a pesar de todos los ataques, y se negaban a retroceder en su fidelidad a Cristo y a la verdad.
El reto para nosotros hoy
Por naturaleza, los seres humanos somos reacios al sufrimiento. Nunca he conocido a nadie que me contara con alegría que va al dentista y le hacen una endodoncia sin anestesia. Además, la prosperidad y la libertad de creencias nos han ablandado bastante. Debemos estar agradecidos por todo lo bueno, pero no pasemos por alto el peligro de que nuestro sistema inmunológico espiritual se debilite por “demasiado de lo bueno”. Además, nos invade, consciente o inconscientemente, el espíritu de la época, hoy una creciente influencia del neomarxismo.
Como ya mencioné, el “portarse varonilmente” se considera sospechoso en nuestros días. Cualquiera que adopte una postura clara en contra del espíritu del tiempo es pronto triturado por el molino ideológico y mediático, y queda marcado. Así que es mejor callarse y adaptarse, en lugar de exponerse a estos ataques. Ralf Schuler, antiguo jefe de la oficina parlamentaria del periódico Bild, ha puesto de relieve este espíritu en su libro Generation Gleichschritt - wie das Mitlaufen zum Volkssport wurde (Generación al paso – cómo el correr con la corriente se convirtió en un deporte popular). Ya sea que se trate de cuestiones LGBTQ, de género y transexualidad, del clima, Corona u otros temas, cualquiera que no marche al unísono ideológico es menospreciado. Schuler también establece paralelismos con el nacionalsocialismo (nazismo) y el socialismo de la República Democrática Alemana en su libro, que no es explícitamente cristiano. Es interesante que hacia el final de su obra describa a Angela Merkel y su política en este contexto. Ella sabía adoptar posturas totalmente contradictorias para no alienar a nadie y asegurar así su propio poder. Esto incluía también un “rechazo al debate”, como dice Schuler. En este contexto, recuerda una conversación con el político Peter Altmeier, quien estaba convencido de que la era de las polémicas y de las batallas de opinión había terminado:
“‘La gente ya no quiere eso’, dijo en aquel entonces, dando por sentado que el consenso y la transigencia eran la nueva tendencia que algún día incluso resolvería el problema prácticamente insoluble de encontrar un lugar de almacenamiento definitivo para los residuos nucleares”.
Pero no me interesa aquí la energía nuclear, sino al espíritu de la época, que ya no adopta posiciones claras, ni en cuestiones políticas ni éticas. En cuanto a la ética sexual, no se trata solo de una tolerancia ajena a la Biblia, sino de una destrucción deliberada de las enseñanzas morales judeocristianas que fueron formativas durante mucho tiempo. Además, el espíritu postmoderno rechaza y combate cualquier pretensión de verdad absoluta. Todo esto no es otra cosa que un ataque frontal al evangelio y a la Biblia como revelación de Dios y reivindicación de verdad absoluta. Esto nos lleva al gran desafío: ¿Nos mantenemos firmes en nuestra confesión de Jesús y del evangelio, en la defensa de la verdad bíblica y de las posiciones fundadas en ella, por ejemplo, en el ámbito ético-sexual? ¿O empezamos a retroceder y a adaptarnos para ahorrarnos dificultades?
En el nacionalsocialismo existía el llamado “cristianismo positivo”. Se utilizaba para engañar a la gente haciéndole creer que la ideología tenía una relación positiva con el cristianismo, cuando en realidad era una flagrante contradicción de la fe bíblica. Hoy en día corremos el peligro de inventarnos nuevamente un “cristianismo positivo”; es decir, solo hacemos hincapié en las verdades que la corriente dominante y el espíritu de la época perciben como “positivas”, pero preferimos omitir lo que despierta la oposición y podría dañar nuestra imagen.
Por supuesto, se supone que seamos sabios, no torpes o precipitados. Queremos ganarnos a la gente. Pero esto también significa que no debemos ocultar la verdad solo porque puede provocar una reacción violenta. ¿Tenemos todavía el valor de hablar del cielo y del infierno, de la salvación y de la condenación, del pecado y del perdón, del amor y de la ira de Dios?
¿Citamos tan solo ciertas partes de los versículos bíblicos, omitiendo lo que podría generar oposición? Leemos, por ejemplo, en un funeral las palabras de Juan 3:18: “El que en él cree, no es condenado”. Sin embargo, el versículo sigue y dice así: “Pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. Lo mismo pasa en las ceremonias matrimoniales: ¿Hablamos solo de respeto y sumisión mutua, o nos atrevemos a leer Efesios 5:21-26, donde se habla de la sumisión de la mujer al marido y del amor del marido a la mujer, así como Cristo amó a la Iglesia? Lo mismo vale para las conversaciones personales.
¿Tenemos todavía el valor de ir contra la corriente defendiendo una clara posición bíblica en temas de ética sexual, o solo los hablamos a puertas cerradas, cuando estamos entre nosotros? Hace unos años, un teólogo, a quien, por otra parte, respeto mucho, dijo en una conferencia sobre la homosexualidad que si el viento en contra sigue aumentando, deberíamos limitar nuestras declaraciones al respecto al local de la iglesia. Aunque bienintencionado, es fundamentalmente erróneo. Cuanto más callemos en público, más rápida será la decadencia moral.
Por supuesto que queremos transmitir la verdad con amor y sabiduría. Al fin y al cabo, se trata de que las personas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, independientemente de su estilo de vida anterior. Pero esto también incluye ver y nombrar las cosas como lo hace la Biblia, y no abandonar nuestro puesto por el silencio o la ocultación. Pensemos en la imagen de un ejército que se niega a retroceder aunque el enemigo ataque de frente. Esto es mantenerse firme.
Incluso en el ámbito evangélico hemos abandonado la lucha por una posición clara. La lucha por la verdad se asocia muy rápidamente con la falta de amabilidad, misericordia, humildad o sentido de la unidad. Por supuesto, no debemos comportarnos como barras bravas o matones que se jactan de su activismo militante. Sin embargo, cualquiera que afirme verdades fácticas y claras, es pronto tachado de perturbador de la paz. Es importante que adoptemos una postura inequívoca en favor de la verdad, aunque no seamos escuchados con agrado y nuestro índice de popularidad vaya menguando por ello. Vivimos en una época en la que el cómo se dice algo, es más importante que el qué se dice.
Esto comienza con el tema de la autoridad e inspiración de la Biblia: ¿Es la Biblia realmente inspirada por Dios, palabra por palabra? ¿Solo contiene la revelación divina o es la revelación de Dios? ¿Es la Escritura infalible solo en sus afirmaciones sobre la salvación o también en sus afirmaciones históricas y científicas? Observamos un retroceder en todos estos temas y debemos tener el valor de mantenernos firmes en la verdad de las Sagradas Escrituras, eternas, divinas e inerrantes en todos los ámbitos.
La influencia de la crítica bíblica está aumentando constantemente también en el campo evangélico. Una hermenéutica sensible a la cultura, la llamada exégesis contextualizada, también le abre la puerta al pensamiento crítico bíblico. Allí se intenta distinguir entre el contenido intemporal y la forma de expresión condicionada por la época –por ejemplo, en relación con lo que dice Pablo sobre la prohibición a las mujeres de enseñar en la iglesia (1 Timoteo 2:12). La cuestión ya no es si esta prohibición sigue vigente hoy en día, sino si sigue siendo algo ofensivo en nuestro contexto cultural que una mujer enseñe a la congregación. Pero ¿quién determina lo que es contenido intemporal o forma de expresión condicionada por el tiempo? La propia Biblia no hace tal distinción. ¿Qué pasará en el futuro con las cuestiones de ética sexual? ¿Deberíamos también aprender a hacer la distinción entre sus aspectos intemporales y su práctica condicionada por el tiempo?
Con palabras altisonantes, la verdad bíblica es deconstruida por los llamados post-evangélicos. Su forma de pensar no es en principio nada nuevo: relativiza el concepto bíblico de la verdad. El teólogo suizo Roland Hardmeier comentó este movimiento en la revista de la Alianza Evangélica alemana IDEA. Aunque advierte y ve los peligros, también muestra cierta comprensión por los post-evangélicos y sus preguntas. Escribe al respecto:
“El pluralismo posmoderno corroe el concepto cristiano de la verdad. 500 años después de la Reforma, la cuestión de la verdad del evangelio se plantea con nueva urgencia. Pero lo que se necesita es un corazón que escuche y una mente alerta: las crisis no se superan erigiendo baluartes, sino escuchando humildemente los argumentos de los críticos, estando dispuestos al cambio y con una actitud de responsabilidad frente a las Escrituras”.
Para empezar, el término “humildad” está fuera de lugar cuando se trata de la verdad bíblica. Lo que aquí se requiere es reverencia al Señor y a su Palabra, no humildad ante los planteamientos críticos contra la Biblia. Por otra parte, una frase debe encender de inmediato las luces de alarma: “Las crisis no se superan erigiendo baluartes”. En 1 Timoteo 3:15, el apóstol Pablo llama a la Iglesia “columna y baluarte de la verdad”. Así, pues, la crisis solo puede superarse construyendo un baluarte contra la descomposición de la verdad divina, y la Iglesia, como columna de la verdad, la defiende y la sostiene.
En mayo de 2023 se publicó una entrevista con Frank Heinrich, miembro de la junta directiva de la Alianza Evangélica alemana, sobre el tema de la transexualidad. Durante toda la entrevista evitó asumir una posición clara frente al tema. En una respuesta afirmó:
“Según mi interpretación bíblica, el cambio de sexo no está previsto por Dios. Pero hay que tener en cuenta que ni siquiera todos los cristianos parten de los mismos supuestos bíblicos básicos”.
¿Notamos que se evita una postura clara? Mi interpretación es subjetiva; otros cristianos lo verán de otra manera. Al final de la entrevista se cita el mandamiento del amor y se dice que no tenemos ningún mandato de juzgar ni de educar a otras personas según nuestras ideas morales. Es cierto que, como seguidores de Jesús, queremos tratar a todas las personas con amor y evitar rechazarlas o juzgarlas. Pero esto nunca puede contraponerse a la firme afirmación de las claras verdades bíblicas. Con formulaciones tan biensonantes pero insidiosas, se ahoga cualquier posicionamiento claro.
Pablo, en cambio, se alegra de que los tesalonicenses permanezcan firmes en el Señor. Recordemos la imagen de un ejército que se niega a retroceder ante el ataque enemigo.
Negarse a retroceder
Pablo nos llama a permanecer firmes en la verdad. En este contexto me preocupa la cuestión de en qué ámbitos las iglesias evangélicas han comenzado a retroceder o incluso ya han abandonado el campo de batalla en las últimas décadas.
En la comprensión de la inspiración de las Escrituras aparecen cada vez más grietas. También la batalla por el creacionismo es cada vez más débil. Para muchas iglesias, el tema de “creación versus evolución” ya no es un tema relevante. A esto se agrega el silencio sobre el aborto y la indiferencia frente a la eutanasia, expresado más claramente, el suicidio asistido.
Hace unas décadas, la medicina alternativa con trasfondo esotérico-pagano estaba siendo combatida desde la Biblia. Hoy en día, muchos cristianos ni siquiera piensan en los trasfondos filosóficos antibíblicos de ciertas terapias o técnicas místicas y esotéricas de relajación y meditación. O pensemos en la aparición y la influencia del movimiento de la Nueva Era, del neomarxismo y del feminismo asociado a él. Entre los años 70 y 90 se escribieron muchos libros que denunciaban estos pensamientos, mientras que hoy en día cada vez es más común ver un indiferente encogimiento de hombros y una negativa al debate.
Además, un campo de batalla ya casi despejado –y en claro contraste con la visión bíblica del hombre– incluye la técnica de la dinámica de grupo, también conocida como psiconáutica o psicotecnia, que pretende cambiar el comportamiento, el sistema de valores y la actitud de los participantes. En muchos ámbitos cristianos observamos cierto cansancio en vez de un estado de alerta frente a la psicología y la psicoterapia que van tomando el lugar de la consejería pastoral bíblica.
Entre los campos de batalla más importantes, me gustaría mencionar finalmente el mensaje del evangelio y la propia evangelización. ¿Cuántas veces tanto las campañas de evangelización como nuestros testimonios personales se ven moldeados por un cristianismo tolerante y transigente, y por una concesión al espíritu de la época? ¿Tenemos todavía el valor de confesar sin miedo a Jesús, la necesidad de su sacrificio expiatorio y la palabra de la cruz? ¿Tenemos el valor de permanecer firmes en el Señor? También aquí corremos el riesgo de retroceder bajo la presión espiritual de nuestro tiempo.
No estoy propagando ningún fanatismo cristiano. Nuestra prioridad debe ser el permanecer siempre cerca de Jesús y de su Palabra. Pero tenemos que reconocer dónde corremos el peligro de dejar las armas, adaptarnos y perder nuestro fundamento firme.
En los tiempos actuales tenemos que aprender de nuevo a no fluctuar en nuestra confesión de Jesús y del evangelio y en la proclamación y defensa de la verdad bíblica, y negarnos a retroceder, especialmente cuando aumentan los ataques. Ya Judas en su carta tuvo que animar a los cristianos de entonces a contender “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”.
El que nos hace firmes
Si nos fijamos en nosotros mismos, no tenemos la fortaleza suficiente para resistir ante el amplio ataque al que estamos expuestos. Por cierto, también Martín Lutero era consciente de esto en sus luchas en aquel entonces. Por eso, en su conocido himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”, escribió:
“Nuestro valor es nada aquí, con él todo es perdido;
Mas por nosotros pugnará de Dios el Escogido.
Es nuestro Rey Jesús, el que venció en la cruz,
Señor y Salvador, y siendo él solo Dios,
él triunfa en la batalla”.
Pablo se alegró al oír que los tesalonicenses se mantenían firmes en el Señor a pesar de la creciente presión. De este modo también dejó claro en qué consistía esa firmeza: ponían toda su confianza en el Señor. Se trata de estar afirmados en la fe verdadera (1 Corintios 16:13) y de revestirse de la armadura espiritual que Él les ha proporcionado (Efesios 6).
Al final de su vida, el apóstol Pablo, acusado de crimen de Estado en lo que debió de ser su segundo encarcelamiento, estaba sentado en un calabozo húmedo y frío. Sabía que su ministerio y su vida estaban a punto de llegar a su fin y que pronto sería ejecutado como mártir. Muchos creyentes también se habían distanciado de él (2 Timoteo 1:15). Ante esta severa decepción y, desde un punto de vista humano, desesperada situación, podemos ver en el propio Pablo lo que significa mantenerse firme en el Señor y negarse a retroceder a pesar de todos los ataques y decepciones. Así testificó a su hijo espiritual:
“Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Ti. 1:12).
Esta fue la razón segura que hizo que Pablo se mantuviera firme, incluso en esta última prueba de su vida. Y es lo que deseo para nosotros, que seamos y lleguemos a ser personas que se mantengan firmes en nuestro tiempo y ante todos los acontecimientos actuales. No porque seamos muy fuertes y podamos poner las manos en el fuego por nosotros mismos, sino porque conocemos a Jesús, que es lo suficientemente poderoso como para guardar también nuestro depósito para aquel día.
Si lees atentamente la segunda carta a Timoteo, notarás que Pablo, al final de su vida, tenía en mente la eternidad y el reino celestial. En esto estaba enfocado. Es muy importante que mantengamos esta meta en mente y no nos dejemos desviar por lo que sucede en el mundo. Aunque las luchas aumenten y el ambiente sea cada vez más sofocante, si pertenecemos a Jesús, lo mejor nunca está detrás de nosotros, sino siempre por delante.
Los tres soldados japoneses no abandonaron su puesto hasta 30 años después del final de la guerra; perseveraron. Esto es notable. Pero qué decepción debieron haberse llevado cuando se dieron cuenta de que todo había terminado hacía tiempo y, por tanto, su resistencia había sido inútil, por no hablar de las injusticias y asesinatos que cometieron durante ese tiempo. En cambio, nosotros podemos saber que permanecer firmes en el Señor nunca es en vano, aunque cueste fuerzas y nos haga sentir solos. Si nos mantenemos constantes en nuestro salvador y en su Palabra, seremos llevados siempre en triunfo en Cristo Jesús, lo cual hoy es todavía un triunfo invisible, pero tomará forma visible cuando Cristo venga. ¡Qué glorioso será aquel momento!
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, el rápido éxito esperado de Francia en Alsacia-Lorena no se había podido concretar; en agosto, la caballería prusiana fue avistada en las inmediaciones de París. Las tropas francesas huyeron a su capital para defenderse. Pero, de repente, las tropas alemanas se alejaron y, en un movimiento de trincheras, comenzaron a rodear completamente a las francesas. Ante la catástrofe que se avecinaba, el general francés Forge dio la legendaria orden del día a principios de septiembre de 1914: “Mi flanco derecho está roto, el centro vacila, la posición es excelente, atacaremos”. Efectivamente, en la batalla del Marne, los franceses consiguieron romper el cerco alemán y salir de una posición desesperada –una experiencia gráfica que nos anima a mantenernos firmes.
Por difícil que sea, no queremos retroceder, sino seguir constantes en el Señor, en la confesión de Cristo y de su verdad, en la lucha por la fe entregada una vez por todas a los santos, porque sabemos que Él es lo suficientemente poderoso para guardar el bien que se nos ha confiado para aquel día. Hagamos lo que está escrito en 1 Corintios 16:13:
“Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos”.