Lo que dice el Apocalipsis sobre el Reino Milenario
El “Reino Milenario” o el “Reino de Paz de Jesucristo”, también conocido como el “Milenio”, es un tiempo anhelado por la humanidad. Muchos idealistas y poetas fantasearon y cantaron sobre esta “edad de oro”. Las afirmaciones de la Biblia sobre el Milenio fueron, en muchos casos, tergiversadas y usadas en falsas doctrinas con la mayor insensatez. Pero solo el testimonio completo de las Escrituras puede darnos la información necesaria, y será también la que consultaremos en este artículo. La Biblia habla más sobre el Reino Milenial que sobre muchas otras verdades, por lo que debe ser una importante revelación de Dios. Sin embargo, muchos hermanos se sienten inseguros con respecto a cómo entenderla. Intentaremos tocar brevemente los puntos principales.
La gran ignorancia sobre el Reino venidero de Jesucristo
El hermoso nombre por sí solo debería animar a muchos a estudiar la Biblia acerca de este Reino; pero algunos creyentes pierden el interés cuando se les explica que el Reino milenial se refiere, en primer lugar, a Israel. Otros, pensando en la declaración del Señor: “el reino de Dios está en medio de vosotros” (Lc. 17:21), creen que ya todo se cumplió. Para muchos, el tema parece tener una importancia secundaria porque el apóstol Pablo no escribe nada al respecto. Otros, incluida la Iglesia católica, no saben qué hacer con él, y la Iglesia protestante liberal también ignora lo que la Biblia dice del Reino. Sin embargo, en el cristianismo primitivo se anunciaba el Reino, hasta el siglo IV. Fue solo cuando Satanás logró elevar a la Iglesia al estatus de Iglesia oficial que esta importante verdad no solo se perdió, sino que la Iglesia incluso la distorsionó declarando que ella misma era el Reino, con el Papa como virrey. Sin embargo, este “Reino” no trajo la paz, sino muchas guerras y derramamiento de sangre a lo largo de los siglos.
¿Cuándo se establecerá el Reino?
Encontramos la respuesta en Daniel, en el capítulo 2:44: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. Nabucodonosor vio en sueños la gran estatua que representaba a los imperios del mundo. De repente observó cómo una piedra se soltó, golpeó primero los pies de hierro y arcilla de la estatua y los aplastó; luego rodó por encima de toda la estatua y la destruyó completamente, con todas las partes de arcilla, hierro, bronce, plata y oro. Pero la piedra misma se convirtió en una gran montaña que llenó toda la Tierra. Así llegará el Milenio, cuando los reinos de este mundo yazcan aplastados en el suelo por el juicio del Señor y el último rey del mundo, el Anticristo, sea arrojado al lago de fuego. El Reino de Dios en la Tierra vendrá después de que la Iglesia de Jesús, el Cuerpo de Cristo, haya sido arrebatada; en otras palabras, cuando el Señor haya restablecido su relación con Israel. Hechos 15:13-17 es interesante al respecto.
“Venga tu reino”
Así es como el Señor enseñó a orar a sus discípulos, y no se refería a otro reino que al milenario. No habla aquí ni del Cielo ni de la Iglesia, sino del futuro Reino terrenal con el Señor mismo como Soberano (Ezequiel 37:24) y Jerusalén como capital (Zacarías 8:3.23; 14:16.21). Podemos ver que los discípulos realmente esperaban este Reino por la pregunta que le hicieron al Señor después de su resurrección: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hch.1:6). La misma esperanza se expresa en la exhortación del apóstol Pedro a su pueblo: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hch. 3:19).
El historial del Reino
Al igual que cualquier otro reino tiene su historia y no nace de la noche a la mañana, ocurrirá lo mismo con el Reino de Jesucristo. No caerá del Cielo, sino que tendrá que experimentar su propio desarrollo. Los siguientes acontecimientos tendrán lugar en relación con su surgimiento:
1. El último gobernante del mundo, que marchará contra Israel con sus diez reyes aliados para aniquilarlo, será juzgado por el Rey de reyes, que vendrá del Cielo, y su reinado llegará a su fin.
2. Gog y Magog se verán tentados por la derrota de la bestia a marchar contra Israel para apoderarse de sus tesoros. Sin embargo, su derrota será tan grande que tardarán siete meses en recuperar todos los cadáveres. Israel tampoco necesitará leña durante siete años; encenderán los fuegos de sus hogares con el botín de guerra (Ezequiel, capítulos 38-39).
3. El propio Israel despertará a una nueva vida y se cumplirá la visión de los huesos de los muertos que Ezequiel vio en el capítulo 37. Israel dejará las tumbas de las naciones y volverá a su territorio, como comenzó a ocurrir en el siglo pasado, cuando se fundó el Estado en 1948.
El Espíritu Santo será derramado, no solo sobre unos pocos miles como en Pentecostés, sino sobre todo ser viviente.
4. El pueblo de Israel, que ahora ya vive en su tierra, reconocerá en ese momento a su Mesías, que fue traspasado. Llorarán por Él, recibirán el perdón de sus pecados y, finalmente, después de tanto tiempo de vagar, serán restaurados también espiritualmente.
5. Las naciones tendrán que aparecer ante el trono de la gloria de Cristo. El Señor se manifestará con su poder y su gloria, se sentará en su trono y juzgará a las naciones (Mateo 25:31 ss.). Las separará como el pastor separa las ovejas de las cabras.
6. Los mártires asesinados durante la gran tribulación se levantarán del polvo de la tierra para participar de las bendiciones del Reino (Daniel 12:2).
7. El templo descrito en Ezequiel será construido, pues el del período de la tribulación habrá sido destruido. Recién después de que todas las piedras de tropiezo hayan sido removidas y el sol de justicia se haya levantado con sanidad bajo sus alas, las ricas bendiciones del Reino de Jesucristo se desplegarán plenamente.
La inauguración de este Reino será la realización práctica de numerosas promesas
Casi todos los profetas hablaron del Reino milenario; vieron en el espíritu al Señor viniendo y sentándose en el trono de David (Zacarías 14:9; Abdías 1:21). También a María se le dijo que el Señor Dios daría el trono de David al Hijo del Altísimo (Lucas 1:32-33). Después, Juan el Bautista y el Señor mismo proclamaron este Reino (Mateo 3:2-12; 4:23; Lucas 4:43). Los cuatro evangelistas también hablan del Reino, y se hace referencia a él varias veces en los Hechos de los Apóstoles (cap. 1:6; 3:20; 15,16). Por último, leemos que los reinos de este mundo han pasado a ser de Cristo (Apocalipsis 11:15). Notemos algunos de los muchos pasajes que nos hablan de las promesas del Reino milenial: Salmos 2; 8; 24; 45; 47; 72; 85:10-13; 93; 96; 110; Isaías 2:2-4; 11; 12; 24:21-23; 25:6-9; 32; 35; 49; 52; 54; 55 y 56; 59:16-21; 60-63; 65:20-25; 66:10-24; Jeremías 16:14-21; 29:14; 30 y 31; 32:36-44; 33; Ezequiel 36 y 37; Daniel 2:44; 7:13-18; Oseas 2:14-23; 3:4-5; Joel 2:18-27; 3; Amós 9:11-15; Abdías 1:17-21; Miqueas 4; Sofonías 3:9-20; Ageo 2; Zacarías 2:10-13; 10; 12-14; Malaquías 3:4.
El propósito del establecimiento del Reino
El propósito y el objetivo es liberar al mundo, que ha estado gobernado por Satanás durante miles de años, y devolvérsela al hombre al que le fue confiado, pero que le fue arrebatado. El establecimiento del Reino es la esperanza de todos los creyentes de Israel. En la época actual nunca habrá paz, tranquilidad y justicia. Incluso los años durante los cuales hay calma, no son años de paz. Más bien son una tregua, un tiempo de preparación para la próxima guerra. En el Reino de Jesucristo será diferente. Israel será la primera nación y, al mismo tiempo, el gran pueblo misionero a través del cual serán bendecidas todas las familias del planeta (Isaías 61:4-6; 66:19; Zacarías 8:23).
La duración del imperio
Ya lo indica la palabra latina millennium, que significa mil años. De todos los reinos, será el que dure más tiempo. De hecho, el Reino Milenario será una prefiguración de la Nueva Tierra, que seguirá al Milenio. En ella morará la justicia que nunca cesará. Durante el Reino Milenario, es decir, durante el reinado de Cristo en la Tierra, Satanás será atado en el abismo para que no pueda tentar a nadie. Durante ese largo tiempo, ningún obstáculo se interpondrá en el camino de la predicación del Evangelio. La Palabra correrá como fuego e iluminará a las naciones (Miqueas 4:1-2). Al final de los mil años, sin embargo, Satanás será liberado de nuevo por un corto tiempo. Y se verá que el largo encarcelamiento no le habrá hecho cambiar de opinión. Inmediatamente se pondrá a trabajar de nuevo para frustrar los planes de Dios.
El Reino en su relación especial con Israel
Cuando Dios llamó a Abraham, le dio la promesa de una descendencia abundante y un gran país. Ambas cosas se cumplieron solo parcialmente. Israel es demográficamente pequeño en comparación con otras naciones (unos 9 millones de habitantes). También posee solo una fracción de los territorios que se le prometieron. A David también se le prometió un reino permanente, del cual una pequeña parte fue visible en tiempos de Salomón, pero como no quedará ni una jota de la promesa divina sin cumplir, a Israel aún le aguardan grandes cosas. En el futuro, todo Israel volverá a casa (Isaías 27:13; Jeremías 31:8-10). Cuando se cumpla el tiempo, volarán como palomas hacia sus palomares. Tendrán a su disposición todos los medios de transporte modernos, barcos, ferrocarriles y aviones (Isaías 60:8-11; 66:19-21; Zacarías 8:2-8). Según la declaración de Isaías 60:8, el profeta ya parece haber visto en aquellos tiempos la moderna tecnología de vuelo. Nos queda por tratar con cierto detalle, aunque muy brevemente, el Reino milenario en su relación con Israel.
El Rey del Reino
Cuando el ángel Gabriel prometió el nacimiento del Señor Jesús a la virgen María, el ser celestial dijo, entre otras cosas, que Su reino no tendría fin (Lucas 1:33). Cuando nació, el ángel proclamó la “paz en la tierra”. Sin embargo, esto aún no se ha cumplido. En el Salmo 2, David también profetizó que Cristo sería Rey en Sion y que Dios le daría las naciones como herencia.
El Señor Jesús ocupa tres oficios: Profeta, Sacerdote y Rey. Como profeta, vino como mensajero de Dios y nos reveló Su corazón y voluntad.
Como Sacerdote, es mediador entre Dios y los salvos, y hace valer los derechos que ha adquirido para ellos mediante su muerte sacrificial, representándolos ante el Padre.
Aparecerá como Rey y gobernará de polo a polo. A David se le aseguró poco antes de su muerte que Dios daría al pueblo de Israel un rey después de él. Con esto se refería inicialmente a Salomón, pero al mismo tiempo al que vendría más adelante, del que Salomón con su reino de paz solo fue una débil ilustración (2 Samuel 7:12-13). Isaías profetiza triunfalmente: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro” (Isaías 9:5). Cuando nació el Señor, los magos vinieron de muy lejos para adorar al recién nacido Rey de los judíos (Mateo 2:2); pero Israel mismo no vino a saludar a su Rey, a pesar de que había nacido en medio del pueblo. Al contrario, pues leemos: “…y los suyos no le recibieron” (Jn. 1:11). Israel incluso llegó a decir: “No tenemos más rey que César” (Jn. 19:15); y también: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc. 19:14). Sin embargo, el Señor mismo dio testimonio de que es Rey (Juan 19:21). Sin embargo, como Israel no recibió a su Rey, sino que lo rechazó y lo hizo crucificar, los cielos tuvieron que recibirlo de nuevo (Hechos 3:21). Ahora espera arriba hasta ese momento en que se cumpla el Salmo 2:8: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”. Cuando Dios creó al hombre, puso un cetro en su mano con las palabras: “tened dominio” [“sojuzgadla” en la RVR60, NdeR] (Génesis 1:28; véase también Salmos 8:5-9). Al poco tiempo, sin embargo, el hombre dejó que Satanás le arrebatara el bastón de mando, y así el diablo se convirtió en gobernante y príncipe del mundo. Empero, cuando el Señor aparezca como el gran Vencedor, el Señor de señores y Rey de reyes, le arrebatará a Satanás para siempre el cetro robado. El dominio y la realeza serán entregados al Señor (Daniel 7). Sin embargo, el Rey Jesús será muy diferente a todos los demás reyes. Bajo su reinado, las naciones ya no serán adiestradas para la guerra (Isaías 2:4). El Señor reinará personalmente, y sus doce apóstoles ocuparán (dicho en términos modernos) sus ministerios; pues se sentarán con Él en doce tronos y juzgarán a Israel. Las leyes básicas del Reino las estableció el Señor hace mucho tiempo en el Sermón del Monte. Todo estará sometido a Su voluntad. Los reyes del mundo reinarán como siervos de Cristo (Isaías 32:1). Y así como la reina de Arabia se maravilló en aquel entonces ante la sabiduría y el Gobierno de Salomón, todos se postrarán ante Él con asombro y adoración a causa de su administración sabia y justa.
La capital del Reino de Jesucristo
No será Roma, Londres, París, Berlín o Nueva York, sino que Jerusalén será la residencia del gran Rey (Salmos 2:6; 110:2; 132:13; Isaías 24:23; 62:1; Jeremías 3:17; 2 Reyes 21:7). Jerusalén se convertirá en una ciudad abierta, de tamaño y belleza sin precedentes. Su Rey amará las puertas de Sion más que cualquier otra cosa (Salmos 87:2). Será llamada la “Ciudad de la Verdad” y “Monte de Santidad” (Zacarías 8:3-5). En su centro se levantará el templo profetizado por Ezequiel, que eclipsará al de Salomón (Ezequiel 40-47). Sin embargo, el nuevo templo carecerá de algunas de las cosas que se encontraban en el anterior. El arca de la alianza, las tablas de la ley, la pequeña tinaja con el maná, el candelabro y la mesa de los panes de la proposición no se mencionan en relación con este templo. El arca de la alianza será sustituida por el trono del Rey, desde el que gobernará como Rey-Sacerdote según el orden de Melquisedec (Génesis 14:18-20; Hebreos 7:1-4). Se celebrarán dos fiestas principales festivales anuales: la Pascua y la fiesta de los Tabernáculos. El Señor volverá a celebrar personalmente la Pascua con los suyos (Lucas 12:37; 22:14-18). En la fiesta de los Tabernáculos, delegaciones de todo el mundo se presentarán en Jerusalén y rendirán homenaje al Rey (Zacarías 14:16-19). La columna de nube, que cubría la gloria del Señor, la cual ya no se mencionó más después del cautiverio babilónico, volverá a ser visible para todos (Ezequiel 43:1-5). Incluso se reintroducirá el sacerdocio aaronita (Ezequiel 44:15-31). Del templo manará agua viva que lo renovará todo (Ezequiel 47). Jerusalén será gloriosa y hermosa en muchos aspectos.
La posición privilegiada de Israel en el Reino de Jesucristo
El papel principal en el Reino lo desempeñará el pueblo de Israel; y no será el Israel tal como lo conocemos hoy. Según Zacarías 13:8, dos tercios del pueblo actual serán aniquilados. No obstante, Dios nunca permitirá que Israel sea borrado del mapa, a pesar de que ha sido perseguido una y otra vez y será perseguido de nuevo por el Anticristo. El Señor, al contrario, hará revivir a Su pueblo, perdonará sus pecados y le dará un corazón nuevo; y entonces Israel será la “cabeza” y no la “cola” de las naciones (Génesis 22:15-18; Deuteronomio 28:13). En la medida en que hoy se odia a los judíos, un día se les honrará: “En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros” (Zac. 8:23).
La bendición mundial del Reino de Jesucristo
Ya hemos visto los grandes cambios y las ricas bendiciones que el Señor dará un día, de manera que este mundo se parecerá a un jardín de Dios. También hemos considerado la posición especial de los judíos, tan odiados hoy en día. Es maravilloso todo lo que el Señor se ha propuesto hacer en este planeta que hoy gime bajo el sufrimiento; sin embargo, solo hemos visto una fracción de las muchas cosas que la Escritura revela acerca del futuro Reino. Consideremos brevemente las múltiples bendiciones:
La regeneración de la Tierra
No solo experimentará la regeneración el creyente individual del tiempo presente y lo hará Israel en el futuro, sino que la Escritura habla incluso de una regeneración del planeta. El Señor la menciona en relación con el trono de gloria (Mateo 19:28). Con la regeneración de la Tierra, la Escritura se refiere indudablemente a la restauración de todas las cosas de las que hablaron los profetas (Hechos 3:19-21). El hombre pecaminoso ha corrompido y contaminado a este mundo, y antes de que el Rey pueda tomar posesión de ella, debe ser purificada (Miqueas 5:10-14).
Grande será la bendición entre las naciones
La promesa a Abraham, que dice… “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gén. 22:18) se cumplirá entonces por completo. Desaparecerán los ejércitos, las flotas aéreas y navales, e incluso los artefactos de guerra se transformarán en objetos útiles (Isaías 2:4; Miqueas 4:3). Las guerras entre las naciones cesarán. El Señor mismo pastoreará las naciones con vara de hierro (Hageo 2:22; Daniel 2:44), y ellas estarán en armonía unas con otras. Habrá gran prosperidad para todos. Pensemos en los miles de millones que el monstruo de la guerra está devorando hoy —los impuestos opresivos también habrán cesado—.
Tampoco se conocerán ya las enfermedades y dolencias de todo tipo, como la ceguera o la sordera (Isaías 35:5.6). El temido dentista se quedará sin trabajo. No habrá más llantos ni lamentaciones (Isaías 65:19). Nadie plantará una viña sin disfrutar de su fruto, ni construirá una casa para que otro viva en ella. La Tierra, hoy tan llena de violencia, estará entonces llena del conocimiento del Señor (Isaías 11:9). Estas cosas solo suelen oírse en la poesía, pero entonces serán realidad. Por fin se resolverá la cuestión de la justicia social (Isaías 54:14; 65:21-23). Se acabará el capitalismo explotador, la estatización de toda la vida económica, que no significa otra cosa que la esclavización de las masas. El Reino de paz de Jesucristo será un Reino de justicia y felicidad. Ya no se oirán los suspiros de los pobres (Salmos 72:12-14). Entonces tampoco habrá más Gobiernos fracasados ni partidos generosos en sus promesas pero escasísimos en su cumplimiento. Del mismo modo que el Señor no defrauda hoy a un individuo que acude a Él, tampoco las naciones enteras serán defraudadas por Él. Los funcionarios de los Estados no llenarán primero sus propios bolsillos, sino que serán servidores que pensarán en el bien de los demás. Todos cumplirán a conciencia las leyes del Rey, es decir, vivirán según los principios del Sermón del Monte (Isaías 60:17; 32:1).
Una enorme bendición en el reino vegetal
En ese momento, habrá abundancia en todo el ámbito vegetal. Los suelos producirán una abundancia sin precedentes de frutos y grano (Salmos 72:16). El desierto se transformará en un jardín de Dios y los terrenos baldíos florecerán (Isaías 35:1; 41:18-19; 43:19-20). Imaginemos el vasto Sahara, que ahora es una imagen de desolación y un terror para el viajero; en ese tiempo florecerá y dará fruto a millones y millones de personas. Las malas cosechas y los daños causados por el granizo dejarán de ser noticia, todas las alimañas serán desterradas; Dios reprenderá al devorador (Malaquías 3:11). La maldición desaparecerá para siempre, y el hombre ya no tendrá que trabajar con el sudor de su frente para obtener de la tierra su pan (Ezequiel 34:25-29; 36:33-36; Oseas 2:22; Amós 9:13-14; Joel 3:18; Isaías 32:15; Jeremías 31:12; 33:12-13). El gran cambio en el firmamento contribuirá ciertamente mucho a la fecundidad, pues el sol y la luna brillarán entonces siete veces más (Isaías 30:26). La abundancia de luz y la cálida lluvia fertilizarán los suelos de forma inesperada (Salmos 67:6; Amós 9:13; Isaías 55:13; Joel 2:24-25). Crecerán cipreses en lugar de espinos, y mirtos en lugar de ortigas (Isaías 55:13). Cada ciudadano se sentará tranquilamente a la sombra de su vid y su higuera.
Una rica bendición en el mundo animal
En el reino milenario, hasta los animales alabarán al Señor (Isaías 43:19-20). ¿Quién no habrá contemplado con agrado esa imagen del Reino de paz donde el león y el buey, y el lobo y el cordero pastan juntos, y el niño juega con la serpiente sin sufrir daño (Isaías 11:6-9; 65:25; Oseas 2:20)? En la actualidad, la pobre creación afligida espera la revelación de los hijos de Dios (Romanos 8:19-22). Entonces, no solo los animales, sino también las montañas estallarán en júbilo (Isaías 55:12-13).
Gran bendición para cada persona en particular
Ya hemos oído que en el reino de Jesucristo ya no habrá más hambre (Ezequiel 36:30); que no se conocerá la enfermedad (Isaías 35:5), no se harán guerras (Isaías 2:4; Miqueas 4:3); ni tampoco “reinará” el pecado ni la muerte (Jeremías 50:20; Isaías 65:19). La edad de los hombres será semejante a la de los patriarcas: Adán y Matusalén alcanzaron la madura vejez de casi mil años. ¡A los centenarios se les llamará entonces “hombres jóvenes” (Isaías 65:20-22)! Todo lo enfermo que se traslade de este tiempo a aquel Reino será sanado (Isaías 35:5). El clima favorable y el agua refrescante de la vida harán que todos estén sanos. La gente no conocerá la envidia ni las contiendas entre sí, y toda injusticia será desterrada para siempre (Isaías 2:5-8). Sin embargo, la muerte seguirá existiendo, pero solo como castigo para los que pecan. La muerte significará entonces juicio, como lo fue en aquel entonces para Ananías y Safira (Isaías 65:20; Hechos 5). La causa de todas estas bendiciones será la presencia del Señor y el destierro de Satanás de este mundo.
La posición de la Iglesia en el Reino milenario
Es difícil decir qué rol ocupará la Iglesia. La Escritura dice poco sobre esto porque el Reino se revela sobre todo en el Antiguo Testamento, mientras que la Iglesia es una revelación del Nuevo Testamento. Antes de que comience el Milenio, la Iglesia será arrebatada, como Enoc y Elías; y luego vendrá con Cristo, cuando Él vuelva en gloria. Estará íntimamente unida al Señor. Nosotros, que pertenecemos a la Iglesia, somos llamados “herederos” y “coherederos de Cristo”, por lo que compartiremos sus ricas bendiciones.
También reinaremos con Cristo (Apocalipsis 5:9-10). En la parábola de los talentos, aprendemos que el creyente reinará un día en la Tierra según su fidelidad demostrada a Dios (Lucas 19:17; 1 Corintios 6:2). Cristo será admirado en todos; todos los que antes soportaban su oprobio se revelarán entonces con Él en gloria indescriptible (2 Tesalonicenses 1:10). Pero no es de suponer que estaremos en la Tierra permanentemente. La Jerusalén celestial habrá descendido entonces como una novia engalanada y se cernirá sobre este planeta. Cristo y los suyos habitarán en ella, y sus siervos estarán siempre dispuestos a cumplir todas las órdenes dondequiera que Él los envíe. La escalera de Jacob unirá la Jerusalén terrenal con la Jerusalén celestial.
El fin de esta maravillosa era
Así como las seis dispensaciones anteriores llegaron a su fin, también lo hará el Reino de Jesucristo; incluso terminará como las demás con un juicio. Satanás, que vuelve a ser liberado después de mil años, se pone inmediatamente a trabajar para engañar a las naciones. Parece increíble, casi imposible, que después de tales bendiciones las naciones puedan volver a caer en el pecado o incluso rebelarse contra el Rey, su pueblo y la ciudad amada. Pero el corazón del hombre es siempre el mismo (Jeremías 17:9). Después de mil años de cautiverio, Satanás no habrá renunciado en absoluto a su enemistad contra Dios y su pueblo; y con renovado fervor dará rienda suelta a todo su odio. Pronto reunirá ejércitos y marchará con ellos contra la ciudad amada rodeando el campamento de los santos (Apocalipsis 20:9-10); pero al hacerlo, él y sus ejércitos serán heridos por el juicio y terminarán en el lago de fuego. En realidad, en el Milenio, muchos se someterán al Señor solo para obtener bendición y beneficio, porque de lo contrario no caerá lluvia sobre ellos. Por tanto, reconocemos que la “mejora” del hombre solo existe en la imaginación de ciertas personas; la verdadera renovación es posible únicamente en Cristo (2 Corintios 5:17). También es incomprensible que haya personas que crean en la restauración de Satanás, ya que, por un lado, la Escritura concluye con su juicio final en el lago de fuego y, por otro, su odio sin límites hacia Dios ha permanecido igual después de mil años de cautiverio.
Ahora solo falta un último evento, y es el juicio en el trono blanco, cuando todos los impíos, desde Caín hasta el último ser humano, serán resucitados y juzgados según los libros. Y luego viene el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios y al Padre, cuando haya quitado todo dominio, autoridad y poder; porque Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos los enemigos bajo sus pies (1 Corintios 15:24-25). La Tierra y el cielo actuales pasarán, los elementos se fundirán por el calor ardiente (Hebreos 12:26-27; 2 Pedro 3:12-13), y entonces aparecerán el Cielo nuevo y la Tierra nueva.
Extracto del libro Die Offenbarung – Eine unkonventionelle lnterpretation, Georg R. Brinke (1886-1972)