La verdadera fe se demuestra en verdadera sabiduría

Fredy Peter

Una interpretación de la Epístola de Santiago, Parte 7: Santiago 3:13-18. Acerca de la sabiduría de lo alto y la de abajo, y cómo la verdadera sabiduría se manifiesta en el comportamiento.

La sabiduría es tan importante para Dios que 5 de los 66 libros inspirados de la Biblia hablan de ella; por eso se los llama libros de sabiduría: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares. La sabiduría era tan importante para Pablo que ora específicamente por ella en dos de sus oraciones escritas: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (cf. Efesios 1:17 y Colosenses 1:9). Por otro lado, la sabiduría era también un tema tan importante para Santiago, el líder de la Iglesia primitiva de Jerusalén, que, inspirado por el Espíritu Santo, escribió el Cantar de la Sabiduría. 

¿Cantar de la Sabiduría? Sí, pues además del Cantar los Cantares de Salomón y del Canto al Amor de 1 Corintios 13, encontramos el Cantar de la Sabiduría en Santiago 3:13-18. Allí Santiago nos dice 1) Cómo se reconoce la sabiduría, 2) Que existe una sabiduría terrenal, de abajo, y que también3) Hay una sabiduría que es de lo alto. Asimismo nos muestra en detalle la motivación, el carácter y los efectos de estos dos tipos de sabiduría.

Pero primero tenemos que preguntarnos: ¿Qué entiende Santiago por sabiduría? Pablo nos dice en 1 Corintios 1:22 que “los griegos buscan sabiduría”. Otras versiones traducen: “…quieren oír un mensaje que suene razonable e inteligente” (tla); “quieren ciencia” (bta1825). En el contexto greco-pagano, la idea de lo que es la sabiduría tiene mucho que ver con el conocimiento autodidacta y abstracto y la perspicacia filosófica. Es considerada una extraordinaria independencia y agilidad mental, la capacidad de pensar, hablar y actuar de una forma profunda, metódica y ordenada fuera de lo común.

En el pensamiento hebreo-judío, en cambio, la sabiduría tiene que ver sobre todo con el conocimiento práctico y moral de cómo vivir correctamente. Se basa únicamente en el conocimiento del Dios Todopoderoso y de su Palabra. Como dice J. Schneider en la Biblia de estudio de Wuppertal: es un “don concedido por Dios para juzgar correctamente las cosas de la vida y, mediante una sabia percepción de sus interrelaciones, vivirlas según la voluntad del Señor”. 

Vemos esto en Santiago 3:13: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?”. La expresión “sabio y entendido” solo aparece aquí en el Nuevo Testamento al contrario del Antiguo Testamento, donde aparece en muchos lugares. Por ejemplo, en 1 Reyes 3:12, donde Dios dice a Salomón: “He aquí que te he dado corazón sabio y entendido”, en respuesta a la oración del joven monarca en 1 Reyes 3:9.

En la carta de Santiago, nuestra fe es puesta a prueba —se pone a prueba en las tentaciones, en la manera cómo reaccionamos ante la Palabra de Dios, cómo pensamos, hablamos y actuamos—. Santiago 3:13-18 muestra que, en el sentido bíblico, nuestro pensar y hablar correctamente solo es considerado sabio si también actuamos y vivimos en consecuencia.

¿Cómo se reconoce la sabiduría? 

“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?” (Stg. 3:13).

Todos queremos que nos consideren sabios e inteligentes, ¿verdad? Entonces, sigamos leyendo para ver si lo que se dice también se aplica a nosotros: “Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre”.

Arnold Fruchtenbaum escribe: “La palabra griega para ‘sabio’ significa tener conocimiento moral; se refiere a la capacidad de tomar decisiones en ámbitos prácticos de la vida […] e incluye aspectos del conocimiento. […] La palabra griega para ‘entendimiento’ […] se refiere al conocimiento de un experto, la habilidad de un especialista que requiere un conocimiento más amplio para una situación específica”.

En el sentido bíblico, solo se considera sabio a quien reconoce lo que hay que hacer, percibe la situación adecuadamente, y finalmente, actúa en consecuencia. La verdadera sabiduría es, pues, inteligencia con amor. Nuestra sabiduría no se demuestra por nuestros conocimientos, nuestra perspicacia o nuestra astucia, sino únicamente por nuestro buen comportamiento. Bueno significa: noble, bello y atractivo. ¡Deberíamos ser tales ejemplos!

La norma bíblica es muy diferente de la mundana, en la que se aplica exactamente lo contrario. Y además dice: “Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre” (cf. Mt. 11:29). El afán de reconocimiento y la arrogancia son absolutamente incompatibles con la sabiduría bíblica. 

Sabiduría desde abajo, sabiduría terrenal 

“Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Stg. 3:14-16).

El corazón es siempre la fuente de nuestra motivación. La sabiduría que no viene de lo alto está motivada, por un lado, por la envidia amarga —esto significa una actitud cortante, dura, rencorosa; no se le desea ningún éxito a la otra persona—. Por otro lado vemos aquí el egoísmo: se trata de ambición egoísta, de buscar la polémica, y se promueven los propios intereses, cueste lo que cueste. 

Santiago escribe aquí a creyentes judíos para corregir su comportamiento celoso, pendenciero y engreído. Pero, ¿es diferente hoy en día? ¿No hemos sido influenciados por la sabiduría y los consejos mundanos? ¿No hemos adoptado comportamientos y filosofías como: “¡Solo tienes que mantenerte firme y hacerte valer!”? Y no nos damos cuenta de que la codicia y rivalidad destructivas conforman nuestros pensamientos y acciones. Una persona que dice ser cristiana y cultiva ese estilo de vida demuestra con esto su soberbia. La envidia en su corazón le tienta a presumir; es arrogante y finge superioridad sobre los demás. Pero al hacerlo, miente contra la verdad. 

Verdad no significa aquí cualquier verdad, sino la verdad clara del Evangelio y la enseñanza del Nuevo Testamento. La auténtica sabiduría no puede separarse de esta verdad (cf. Juan 14:6); pero los destinatarios de la carta de Santiago en aquel tiempo se habían desviado de esta verdad. 

“Porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” (Santiago 3:15). Otra versión dice: “Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo” (dhh).

El carácter de la sabiduría que es de abajo se describe aquí en orden descendente. Primero se dice que es terrenal, de este mundo; se ocupa solamente en las cosas del mundo, y no en las del Cielo. Luego se habla de sabiduría “animal”, que es “de la mente humana”; es producto de esta y no del Espíritu divino. Y finalmente, es demoníaca, es del diablo mismo y no de Dios. Santiago no se anda con rodeos y tampoco calla acerca de los terribles efectos de semejante sabiduría: 

“Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Stg. 3:16). “Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad”, dice la versión Dios Habla Hoy. 

Esta deformación de nuestro carácter es la causa de todos los males. Nos recuerda el pecado original del diablo: los celos y la soberbia. “Desorden” significa anarquía, confusión y caos (cf. Gálatas 5:19-21); este es el fruto de la sabiduría de abajo. Y por estas razones, Pablo concluye en 1 Corintios 3:19: “Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios”.

Es realmente asombroso que nosotros, como hijos de Dios, si lo pensamos bien, muchas veces nos dejemos impresionar fácilmente por la sabiduría de este mundo. Esta sabiduría oscurece, confunde y contamina la mente. La sabiduría de arriba, del Cielo, no solo ilumina, sino que santifica y purifica.

Sabiduría de lo alto 

Qué contraste tan refrescante y revitalizante: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura…” (Stg. 3:17). 

La sabiduría de lo alto es, por tanto, sobrenatural, viene del Cielo, es obrada por el Espíritu Santo y es un don de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces”, dice Santiago 1:17. 

El origen de la verdadera sabiduría no está en nuestras virtudes ni en nuestra capacidad de aprender, sino solo en Dios. Por eso, su motivación es pura, sin mácula y recta. Es pura de todo lo terrenal, humano y demoníaco. ¿Consiste tu motivación en el trato con los demás también en pureza y rectitud? “Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente” (Pr. 2:7). 

En los versículos 17 y 18, Santiago describe, además de su pureza, siete características más de la sabiduría divina. Al repasarlas preguntémonos si también se aplican a nuestro carácter: 

1. La sabiduría divina es “pacífica”, no busca la contienda; promueve la paz, pero nunca a expensas de la pureza.

2. Es “amable”, benigna, benévola, considerada. 

3. Es “benigna”. Otras versiones dicen “modesta”, “dócil”, “dispuesta a ceder” o “respetuosa”. La sabiduría de lo alto recibe el consejo, está abierta a las críticas y sugerencias; cede, sabe subordinarse y no es mandona.

4. Está “llena de misericordia”, compasión y piedad por los pobres, los débiles, los enfermos y los afligidos; tiene clemencia con las imperfecciones de los demás.

5. Está “llena de buenos frutos”, colmado de palabras y obras que glorifican a Dios.

6. Es “sin incertidumbre” o “imparcial”, “no juzgadora”; es íntegra y sin prejuicios.

7. Y la sabiduría de lo alto está “libre de hipocresía”, es sincera y no fingida.

Conclusión

La verdadera sabiduría es, pues, inteligencia con amor. ¿Vemos cuán diametralmente opuesta es la sabiduría celestial a la sabiduría terrenal? Y esta sabiduría tiene un nombre. Pues, ¿no se describe aquí el carácter de nuestro Señor Jesucristo? ¡Él mismo es nuestra sabiduría! “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30).

Cuando esta sabiduría, Jesucristo, moldea nuestro carácter, se forja Su justicia en nosotros, y entonces vemos los gloriosos efectos descritos en Santiago 3:18: “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. Se aplica también en esto el principio de Gálatas 6:7: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

¿Qué efecto tiene tu sabiduría? ¿Tu inteligencia? ¿De qué sabiduría da testimonio tu vida, tu andar? ¿De la sabiduría de abajo o de la de arriba? ¿Cómo se demuestra tu fe? En su comentario a Santiago, Fritz Grünzweig resumió nuestro tema de esta manera:     

“La sabiduría a la que se refiere Santiago no se origina en las personas ni procede de ellas. La sabiduría no es el resultado directo de la experiencia de la vida. No es una cuestión de edad, sino de relación con Dios. La sabiduría viene ‘de arriba’ y se puede pedir en oración desde arriba”.

¿De qué le sirve al hombre el conocimiento si no tiene verdadera sabiduría? ¿De qué le sirve una visión amplia si no tiene entendimiento? 

“Porque te confiaste en tu maldad, diciendo: Nadie me ve. Tu sabiduría y tu misma ciencia te engañaron, y dijiste en tu corazón: Yo, y nadie más” (Is. 47:10). 

Estimado lector, sigue el consejo urgente de Salomón en Proverbios 4:5-7: “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; No la dejes, y ella te guardará; Ámala, y te conservará. Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia”.

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