La asombrosa profecía del “Renuevo de justicia” de Dios

Erez Soref, One for Israel

En los últimos 30 años, más israelíes y judíos que nunca antes han recibido, dentro de su marco cultural y en hebreo, un testimonio sencillo y personal acerca de Jesús el Mesías. Las iglesias han crecido; en Israel hay hoy más de 300 iglesias mesiánicas y más de 30,000 discípulos judíos de Jesús. En promedio, todos los israelíes menores de 30 años han visto un video mesiánico o conocen a alguien que es un creyente mesiánico.

El devastador ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 causó gran conmoción en el pueblo de Israel y entre los judíos de todo el mundo. La subsiguiente guerra de Gaza se ha convertido en la batalla más larga y difícil desde la Guerra de la Independencia y ha traído cambios drásticos para Israel. El antisemitismo se extiende desenfrenadamente en el mundo de hoy, como no se ha visto desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en nuestro país existe hoy una gran hambre espiritual. Por ejemplo, desde el comienzo de la guerra, el número de personas que siguen a ONE FOR ISRAEL en hebreo se ha quintuplicado.

¿Cuál es la mayor y más urgente necesidad del pueblo de Israel en este momento? De hecho, es oír hablar del Mesías. ¡El remanente fiel debe seguir creciendo! Por lo tanto, es importante que los amigos de Israel, los que entienden el importante lugar que tiene el pueblo judío en el plan de Dios, no permanezcan en silencio. Cuando los cristianos de las naciones alzan su voz en testimonio de lo que hace Dios a través del Mesías Jesús, animan a los judíos creyentes en Europa y en Israel. La necesidad más urgente que tenemos es proclamar el Evangelio; y este, de forma profética, también surge en el libro del profeta Zacarías. 

Las visiones nocturnas de Zacarías
El nombre de Zacarías significa “Dios se acuerda”. Este profeta procedía de una familia muy conocida y fue llamado a servir como sacerdote y profeta cuando era joven. Sus profecías ocupan un lugar importante y central entre los libros de los profetas. Tanto los sabios del judaísmo como los estudiosos mesiánicos actuales consideran las profecías de Zacarías como una especie de resumen de los “primeros profetas”, es decir, los profetas que anunciaron el mensaje de Dios antes de la destrucción del Primer Templo. 

La profecía de Zacarías nos trae revelaciones especiales acerca del Mesías. Habla, por ejemplo, de su traición por 30 monedas de plata, del pastor herido a espada, del misterio de la naturaleza divina y humana del Mesías, de la fuente del perdón de los pecados por medio del Mesías, de su regreso del Cielo a la Tierra, de su reinado desde Jerusalén sobre todas las naciones y de la conversión del pueblo de Israel en su conjunto, cuando miren al que traspasaron. 

Zacarías, el libro del recuerdo, está lleno de imágenes y símbolos proféticos. También se cita más de cuarenta veces en el Nuevo Testamento. Para el estudio del libro del Apocalipsis, es esencial haber entendido los libros de Zacarías y de Daniel. 

Algunas palabras sobre el contexto histórico: Zacarías actuó como profeta después de que una parte relativamente pequeña del pueblo judío hubiera regresado a Sion desde el exilio en Babilonia. Fue contemporáneo de Hageo y Malaquías. El regreso del primer exilio iba a constituir la base de la primera venida del Mesías Jesús a la Tierra. Las profecías de Zacarías se centran, pues, en la renovación espiritual del pueblo y en su preparación para la primera y la segunda venida del Mesías. 

El pueblo de aquel tiempo tenía dos líderes: un líder civil llamado Zorobabel, que procedía de la simiente de David, lo cual es significativo desde un punto de vista simbólico. Y había un líder espiritual: Jesúa (o Josué) hijo de Josadac, sumo sacerdote y descendiente directo de la casa de Aarón. Juntos, Zorobabel y Jesúa (Josué) dirigían al pueblo.

Los seis primeros capítulos del libro de Zacarías contienen ocho visiones, que le fueron dadas en una noche. Estas visiones proféticas revelan el calendario de Dios hasta los días del Mesías. Examinaremos la cuarta de estas ocho visiones. 

La primera visión habla del corazón del Mesías por Israel, del juicio sobre las naciones y de la intercesión por el pueblo. La segunda visión trata de cuatro cuernos y de carpinteros, representando a las naciones e Israel. En la tercera visión nos encontramos con el varón que tiene en su mano un cordel de medir; trata del regreso a Sion y de la reconstrucción de Jerusalén. La cuarta visión habla del siervo de Dios, el Renuevo. La quinta visión muestra el candelabro de oro y es un estímulo para reconstruir el templo desde humildes comienzos. En la sexta visión, vemos el rollo que vuela y el juicio sobre los que invocan el nombre de Dios pero practican el pecado. La séptima visión muestra a una mujer sentada en un efa (una cesta): el juicio sobre el anticristo. Y en la octava visión vemos los cuatro carros, un resumen de las visiones nocturnas y la preparación para el reino del Mesías.

El propósito de estas profecías es mostrar que el Renuevo es el Mesías, y es a la vez Rey y Sacerdote. Y hablando del Renuevo, veremos ahora una de las imágenes proféticas más asombrosas de toda la Biblia: la del Renuevo de Dios. Una vez más, Zacarías retoma imágenes proféticas de los “primeros profetas” y añade detalles asombrosos sobre el Mesías, mostrándonos que Él es la figura central de la Escritura.

La realidad espiritual
“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle” (Zac. 3:1). 

Dios muestra al profeta Zacarías una visión en la que aparece Josué, que ocupaba el cargo espiritual más elevado del Pacto Sinaítico: el de sumo sacerdote. Josué era descendiente de Aarón y había regresado del exilio dieciséis años antes con Zorobabel, a la cabeza de 49,679 inmigrantes judíos. Aquí está delante del ángel de Jehová —la presencia personificada de Dios en Cristo antes de su encarnación. 

La expresión “estar delante de alguien” describe la presencia de una persona para servir. En cuanto al sumo sacerdote, significa que está cumpliendo delante de Dios el servicio al que ha sido llamado. La misma expresión se encuentra en el relato de José delante del faraón (Génesis 41:46), de Josué delante de Moisés (Deuteronomio 1:38) o de David delante de Saúl (1 Samuel 16:21). 

Del mismo modo, leemos que la tribu de Leví fue llamada a estar delante de Dios, servirle y alabar su Nombre (Deuteronomio 10:8). Josué, como sumo sacerdote, representa aquí al pueblo de Israel. El ángel del Señor, Cristo, reprende a Satanás con respecto a Jerusalén, y no tanto por la persona de Josué: “Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda” (Zac. 3:2). En otras palabras, la acusación se refiere al pueblo de Israel y a Josué como su representante.

Satanás, el enemigo de nuestras almas, está a la derecha de Josué para acusarle (Zacarías 3:1). En el Salmo 109:6 leemos: “Pon sobre él al impío, y Satanás esté a su diestra”. En la corte, el lugar a la mano derecha es el lugar donde se para el acusador, y esto es exactamente lo que es y hace el diablo. 

La Escritura nos enseña aquí algo sobre la realidad de los poderes espirituales en el mundo celestial: están presentes y son muy activos. El diablo trata de manipular al pueblo de Dios y a sus líderes humanos, provocándolos a meterse en la boca del lobo para entonces acusarlos. Esta es la naturaleza de la serpiente. Es importante que entendamos que el Señor permite que Satanás se presente ante Él y acuse al pueblo de Dios. Pero nuestro Padre es un juez justo y misericordioso.

¿Y a quién culpa Satanás en última instancia? No es a Israel, sino básicamente al que eligió y creó a Israel, pues la acusación se dirige, en última instancia, contra el propio Dios de Israel. Satanás le dice, a través de su acusación: “¡Mira qué clase de pueblo has elegido! No son dignos, al contrario: ¡son unos miserables!”. Esto implica una crítica a Dios. Tales ataques no son contra Israel, ¡sino siempre contra el Dios de Israel! No se nos dice qué acusaciones concretas formula Satanás, pero como veremos en el versículo 3, están relacionadas con las vestiduras impuras que Josué lleva en la visión.  

La respuesta del Señor
“Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” (Zac. 3:2). 

¿Quién es el que responde al acusador y sale en defensa de Israel? Es el propio ángel del Señor, a quien se le llama explícitamente Jehová en este versículo. Se pone del lado de su pueblo, a pesar de la vergonzosa situación en la cual este se encuentra. Es el mismo que ha sido traspasado por causa de su pueblo Israel y de su Iglesia: el Mesías. Se emplea aquí en favor de Israel, no solo como defensor, sino también como juez y árbitro, pues dos veces reprende a Satanás. 

Isaías 50:8-9 nos habla de la misma realidad en relación con Israel y su Dios: “Cercano está de mí el que me salva; ¿quién contenderá conmigo? Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. He aquí que Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla”. Y en Romanos 8:33-34 leemos con respecto a la Iglesia y su Señor: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”.

¡Gracias a Dios! Sí, el diablo odia a Dios, a Israel y a la Iglesia del Mesías, que incluye a todos los discípulos de Jesús, y hace todo lo que puede como “acusador de nuestros hermanos”, tanto ante Dios como en nuestra conciencia. Pero Zacarías 3:2 nos anima y nos recuerda que, si bien el diablo puede acosarnos y tratar de acusarnos, no solo tenemos un Abogado, sino también un Juez de justicia que ha declarado que ya hemos pasado de muerte a vida. Y esto no lo puede cambiar nada ni nadie. 

Dios es fiel a su Palabra; no miente a nadie y no retira su gracia de ninguno, y no vuelve a quitarnos lo que nos ha dado como tampoco se arrepiente de su elección. Él reprende a Satanás con absoluta autoridad y declara nulas sus palabras —como quedará registrado para siempre en la Biblia. La única motivación de Dios es el amor, y ha decidido actuar a favor de toda la humanidad, siendo Israel la clave. 

“¿No es este un tizón arrebatado del incendio?”, leímos al final del versículo 2 de Zacarías 3. Amós 4:11 dice: “Os trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón escapado del fuego; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová”. El “fuego” o “incendio” al que se refieren los profetas es, en sentido inmediato, el exilio babilónico, pero en general se trata del fuego constante al cual está siendo expuesto el pueblo de Israel, que no tiene parangón en la historia de la humanidad. En este sentido, la nación de Israel es la zarza ardiente que no se consume, únicamente por la intervención y la fidelidad de Dios.

La ropa inmunda de Josué
“Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala” (Zac. 3:3-4). 

Cuando leemos que el ángel (de Jehová) “mandó a los que estaban delante de él” a quitar de Josué sus vestiduras inmundas, se trata de ángeles ministradores. De los serafines, por ejemplo, leemos en Isaías 6:2: “Por encima de él (del Señor) había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. Según 1 Reyes 22:19, “todo el ejército de los cielos” está junto a Dios, “a su derecha y a su izquierda”. Y el Todopoderoso les ordena que le quiten las vestiduras inmundas a Josué, mientras le dice: “Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala”.

En el texto hebreo básico, las “vestiduras viles” es ropa cubierta de heces, expresión de la mayor impureza posible. Simboliza la mala moral y el estado generalmente deplorable de Israel. Como sumo sacerdote, Josué carga sobre sí los pecados de Israel. Las acusaciones de Satanás no son infundadas con respecto a los hechos del pueblo, pero carecen por completo de comprensión con respecto a la gracia, el Pacto y la fidelidad de Dios.

Las ropas sucias son un símbolo de la contaminación espiritual, como vemos también en los primeros profetas: “…todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia”, dice Isaías en el capítulo 64:6. Sin embargo, leemos en Isaías 61:10: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”.  ¡Este es el canto de los redimidos!

Encontramos una imagen conmovedora de esto en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Estaba sentado con los cerdos en el barro cuando decidió volver arrepentido a casa de su padre. Y cuando su padre lo vio llegar, corrió a su encuentro, lo besó y ordenó a sus siervos que vistieran a su hijo, antes perdido y ahora encontrado, con los mejores vestidos de fiesta —igual que los ángeles iban a vestir a Josué con ropas de gala. El Dios de Israel es un Dios que sale al encuentro de los pecadores y quiere justificar, limpiar y salvar a todos los que se vuelven a Él. 

La mitra del sumo sacerdote
“Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie” (Zac. 3:5).

El ángel del Señor ordena que se le ponga a Josué una mitra limpia, y esto con el claro consentimiento del Señor, de manera que su palabra es obedecida inmediatamente. En hebreo, la mitra es mitznefet, la cubierta especial de la cabeza del sumo sacerdote. Josué es, por lo tanto, completamente equipado para su oficio de sumo sacerdote. Además, este acto significa la eliminación de la culpa del pueblo y su aceptación por parte de Dios. 

Este proceso simbólico, cuando se le quitan las ropas sucias al sumo sacerdote israelita, se le viste con ropas festivas y se le coloca la mitra limpia en la cabeza, va seguido de un encargo solemne y de promesas gloriosas.

Las promesas de Dios
“Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar” (Zac. 3:6-7).

La palabra hebrea para “amonestar” significa dar testimonio solemne de algo y subraya la importancia de lo que sigue: “Si anduvieres por mis caminos…”,  esto expresa la relación personal con Dios. Y la frase “…y si guardares mi ordenanza…”, se refiere al cumplimiento de la función oficial como sacerdote. Entonces gobernará la casa de Dios, es decir, al pueblo de Israel y a su templo. Guardará los atrios de Dios, siendo responsable por Su casa; “…entre éstos que aquí están te daré lugar”, es una promesa de reconocimiento y asignación de tareas elevadas entre los seres angélicos en el Cielo. 

El honor y privilegio de la aprobación y recompensa futura, dependen de nuestra obediencia y fidelidad. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). El tribunal de Cristo es para aquellos por cuya causa el ángel del Señor, Dios mismo, se hizo hombre. Es allí donde los redimidos recibirán su recompensa. El apóstol Pablo señala incluso que juzgaremos a los ángeles, las huestes del celestiales.

El llamado de atención
“Escucha pues, ahora, Josué sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, porque son varones simbólicos. He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo” (Zac. 3:8). 

Dios se dirige a Josué por su título de sumo sacerdote, para dejar claro que no se trata solo de un mensaje personal, sino que se refiere a él en su función espiritual, como representante del pueblo. “Escucha pues” es un llamado solemne a escuchar, no solo con los oídos externos, sino también a comprender con el corazón. Para enfatizar esto, Dios menciona también a “tus amigos que se sientan delante de ti”, es decir, a los otros líderes espirituales del pueblo que sirven junto al sumo sacerdote. La expresión “sentarse delante de ti” se encuentra también en los primeros profetas (2 Reyes 6:1; Ezequiel 33:31). En Zacarías 3:8, la frase indica que Josué es el mayor de los que sirven en el templo; sobre él recae la responsabilidad espiritual por el pueblo de Israel. Los compañeros sacerdotes son “varones simbólicos”, es decir, hombres que son para señal de lo que está por venir. Son figuras proféticas y testigos de la purificación de Josué como representante de Israel. Ellos señalan lo que Dios hará: “He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo”.

El “siervo” es el tema principal de la segunda parte del libro de Isaías. En las Escrituras, los nombres de los profetas, los nombres de las personas en general, y los nombres que Dios les indica a los padres para que se los den a sus hijos, tienen a menudo un significado específico. Aquí, “el Renuevo” es un título mesiánico específico utilizado por primera vez en Isaías 4:2: “En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel”. Jeremías 23:5 lo llama el renuevo justo: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra”. Y en Jeremías 33:15 leemos: “En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra”.

Zacarías 3:8 es el comienzo de uno de los pasajes mesiánicos más asombrosos de toda la Biblia hebrea y, como es habitual en Zacarías, resume el mensaje de los primeros profetas: ¡El Renuevo justo de David, cuyo nombre es Jehová, es nuestra justicia!

La promesa del Renuevo en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento podemos encontrar cuatro facetas del anunciado Renuevo, cada una de las cuales encuentra su contrapartida en uno de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento. 

Así, pues, tenemos que el Renuevo es el Rey davídico perfecto, que reina en justicia (Jeremías 23:5-6; 33:15-16), y esto lo encontramos en el Evangelio de Mateo. En Zacarías 3:8, el Renuevo es presentado como el “siervo” de Dios, al igual que Cristo también aparece como siervo en el Evangelio de Marcos. En Zacarías 6:12 leemos: “Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el tempo de Jehová”. El Evangelio de Lucas describe al Renuevo, el Mesías, como un hombre. Y en Isaías 4:2 aprendemos que el Renuevo es el “renuevo de Jehová”; es decir, es el Hijo de Dios, como se describe en el Evangelio de Juan. 

La misión del Renuevo
“Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día” (Zac. 3:9).

La piedra que Dios ha puesto señala la relación entre Dios Padre y Dios Hijo. Los primeros profetas, como Isaías, también hablan de esto: “…por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure” (Is. 28:16). Y el Salmo 118:22 contiene las conocidas palabras: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo”.

La profecía sobre esta piedra colocada por Dios nos habla de la tarea del Mesías. Hay siete ojos sobre esta piedra. En hebreo se puede interpretar que los siete ojos están dirigidos hacia la piedra. Como dicen algunos comentaristas judíos, la piedra está siendo vigilada. Vemos aquí el gozo del Padre por el Hijo. Además, el número 7 simboliza la totalidad: todos los ojos están puestos en ella. Otra interpretación del versículo nos da a entender que los ojos están grabados en la piedra y, por tanto, simbolizan su omnisciencia (Apocalipsis 5:6).

Luego leemos: “…he aquí yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos”. Este grabado convierte la piedra en una piedra angular preciosa. Los clavos de la cruz y la lanza del soldado se “grabaron” en el Renuevo justo, el Mesías Jesús.

¿Y qué hace esta piedra grabada? “…y quitaré el pecado de la tierra en un día”. - Esa es la pieza central de la misión del Renuevo. En la cruz del Gólgota se abrieron las puertas para toda la humanidad en un solo día. Sin embargo, esta profecía apunta al final, pues “de la tierra”, se refiere a la restauración de Israel en su papel sacerdotal entre las naciones al final de los tiempos. Y “en un día” habla, en realidad, del día de la Segunda Venida, cuando Israel como nación reconozca a su Mesías. Más adelante en Zacarías también habla de “aquel día”. 

El cumplimiento exitoso de la misión del Renuevo
“En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera” (Zac. 3:10).

Este texto es una imagen de la alegría por el pecado perdonado, del libre acceso a la presencia de Dios y de la redención nacional de Israel. ¡El día llegará! “Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?” (Ro. 11:11-12).

Y así termina la cuarta visión. Como esta, todas las visiones tratan de la misericordia y la fidelidad de Dios. Él realiza sus buenos planes para toda la humanidad y lleva a cabo su justo juicio. La figura clave es el Mesías, el ángel del Señor, el Renuevo justo del Señor.

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