Judas Iscariote y el cristianismo moderno

Norbert Lieth

El traidor de nuestro Señor es, al mismo tiempo, una imagen del Israel anticristiano de los tiempos del fin y de un cristianismo que es cada vez más anticristiano.

A los padres cristianos, a menudo, les gusta darles nombres bíblicos a sus hijos, pero probablemente nadie querrá dar a su hijo el nombre Judas. Si bien también hubo otro apóstol llamado Judas, y un hermano del Señor se llamaba así (el que escribió la carta de ese nombre), mayormente asociamos ese nombre con el traidor Judas Iscariote, quien traicionó a su Señor por 30 piezas de plata y con un beso –el llamado beso de Judas.

Judas es una forma griega del nombre hebreo Jehuda (Judá) y era un nombre popular en el tiempo neotestamentario. El otro nombre Isacariote quizás señale la ciudad Kerijot, de la cual Judas provenía (Jos. 15:15). Si ese es el caso, Judas habría sido el único de entre el grupo de los doce apóstoles que venía de Judea, ya que todos los demás eran de Galilea.

Judas llevaba una vida ficticiamente piadosa. Él no creyó desde el principio (Jn. 6:64). Él no estaba convencido de la misión de amor de Jesús, sino que era ladrón y actuaba por codicia (Jn. 12:6). Si bien él pertenecía al grupo íntimo de los discípulos, tenía ambiciones falsas. El mundo, el diablo y su propia imaginación influían más en él que el Señor Jesús mismo (Jn 13:2). Pareciera como si Judas habría querido vencer a los romanos por iniciativa propia y fundar un reino. No estaba de acuerdo con el camino y la voluntad salvífica de Dios. Fue por eso que se puso del lado de los judíos que querían matar a Jesús, y lo puso en las manos de ellos. Y aun así, es llamado apóstol. Todo aquel que es denominado cristiano, ¿también lo es verdaderamente?

En cierto sentido, Judas Iscariote, llamado también “hijo de perdición” (Jn. 17:12), representa tanto el Israel de aquel tiempo, el que desechó al Señor, como también al Israel apocalíptico, de donde vendrá el anticristo que también es llamado “hijo de perdición” (cp. 2 Ts 2:3 con Jn 5:43). Es enfatizado vez tras vez que eran los judíos quienes querían ultimar a Jesucristo (Jn. 17:1,13). Judas es algo así como el representante de ellos. Al mismo tiempo, también representa a una cristiandad nominal con tendencias anticristianas. “Jesús les respondió: ¿no os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” (Jn. 6:70; cp. 13:2,27; 17:12).

Judas fue un apóstol que no pertenecía realmente a los apóstoles (Jn. 6:64). Del mismo modo, existe un Israel que no pertenece al verdadero Israel (Ro. 2:28-29). Y hay una cristiandad que no pertenece a la verdadera cristiandad (2 Ti. 3:5). En nuestro mundo, ya anda el diablo suelto, pero esto es solamente la fase previa; él todavía se meterá poderosamente en este mundo (Ap. 12:12). Y en eso, el Israel incrédulo jugará un rol para nada irrelevante. Así como Judas finalmente colaboró con los enemigos de Jesús e inconscientemente con Roma, así un judaísmo anticristiano y un mundo anticristiano colaborarán. Habrá, como en su tiempo en el Getsemaní, un enorme despliegue militar, y el objetivo anticristiano será luchar contra Jesús y contra Sus santos (Ap. 12:17; 13:7; 19:19).

El llamado “reloj de guerra mundial” (doomsday clock), desde enero de este año, señala dos minutos antes de las doce. Quién sabe cuán cerca ya está el último día. La humanidad con grandes pasos está en camino a la profunda noche de la traición (cp. Jn. 13:30). El mundo entero, en especial, Europa, que una vez era cristiano, se encuentra en un pronunciado curso anticristiano. La sociedad se encuentra cada vez más claramente bajo la influencia de poderes y fuerzas, de los gobernadores de las tinieblas y de los poderes espirituales de maldad en el mundo celestial (Ef 6:12-13). Jesús, el cristianismo y la doctrina de la Biblia son traicionados. Perpetradores se convierten en víctimas y víctimas en perpetradores, la verdad bíblica se convierte en la mentira y la mentira en la verdad, el pecado llega a ser santo y lo Santo, pecado, lo ajeno es introducido y lo autóctono es marginado, Mahoma es levantado y Jesús rebajado, al Corán y la Sharia se le hace concesiones, y la Biblia es expulsada.

El lugar aquí no alcanza para nombrar todas las cosas caóticas, y moral y espiritualmente degeneradas, que suceden cada vez con mayor frecuencia. Aquí algunas anotaciones:

Las conversiones al islam son aprobadas, y en parte, ejemplificadas por lugares cristianos. A su vez, las mismas iglesias critican al primer ministro bávaro por querer colgar cruces en las oficinas. Un alumno fue multado con 300 euros por no participar en una excursión sobre el islam, y los padres comparecen en juicio por negar la visita a la mezquita y por temer un adoctrinamiento religioso.

Estado y medios de comunicación dan la impresión como si el terrorismo islámico fuera inofensivo y equiparable con la evangelización cristiana. El tren ya partió. Y difícilmente hay un atrás. Nosotros, los cristianos, podemos aprovechar la oportunidad solo espiritualmente, y luchar con el amor y el evangelio.

Quien va a las calles en manifestaciones a favor de la vida, es atacado, insultado masivamente y estorbado; quien oficialmente lucha a favor del aborto, es celebrado en los medios de comunicación (finalmente, Bono, estrella de U2, se subió al tren del espíritu del tiempo presente y públicamente está a favor del aborto como derecho humano). En escuelas británicas, desde 2015, parece estar expresamente prohibido, enseñar otra cosa sobre el origen del mundo que no sea la teoría de la evolución.

En abril, debía celebrarse en Irán el “Festival del Reloj de Arena”, que simbólicamente cuenta el tiempo hasta la extinción del estado judío. El secretario general del festival, Mahdi Komi, dijo como preludio de la celebración sobre la destrucción próxima de Israel, que participarían “2,400 organizaciones no gubernamentales anti-israelíes de Europa, América del Norte, América Latina y Asia Oriental”. Entretanto, Komi hizo comunicar que el festival habría sido extendido hasta el 6 de julio –esto supuestamente a pedidos de “artistas” iraníes y extranjeros que querrían entregar más obras de arte sobre el tema “Abajo con Israel”.

La editorial Herder publicó un libro del juez Jens Gnisa titulado El fin de la justicia. En este describe cómo en Alemania 150,000 órdenes de arresto no fueron ejecutadas, solicitantes de asilo rechazados no fueron expulsados, y ladrones y ofensores físicos salieron libres, mientras que personas que estacionaron mal y que se pasaron de velocidad son perseguidos sin compasión.

Inquietantes son los titulares del pasado semestre: el obispo evangélico Carsten Rentzig considera que el diálogo cristiano-islámico es algo positivo. La iglesia evangélica misma participa activamente en el Christopher-Street-Day (manifestación de homosexuales, lesbianas, etc), y el Papa Francisco comenta, que no habría diferencia entre la Biblia y el Corán. Bill Gates pide por un gobierno mundial, y el Schwarzwälder Bote pregunta preocupado, dónde estaría el nuevo policía mundial.

La sexualización temprana de los niños está en su auge; el plan de enseñanza 21 de Suiza fomenta la tendencia anticristiana por la vía de la formación; el matrimonio para todos se ha convertido en norma social; Alemania y Europa están siendo totalmente “descristianizados”; el mainstream de género –hace algunos años totalmente impensable– ha llegado al centro de la sociedad; inseguridad y terrorismo determinan el estado de ánimo de nuestra generación.

¿Está la cristiandad occidental en vías de alejarse de Jesucristo convirtiéndose en Judas, y terminando en un “suicidio” social? Por motivo de lo material, nuestra sociedad sacrifica la verdad de Jesús. Los medios de comunicación venden la traición. Y “uno de los doce” como denominación para Judas, con eso se convierte en un símbolo para el anticristianismo dentro de la cristiandad.

¿Y cómo estamos nosotros personalmente? ¿Estaremos favoreciendo lo anticristiano a través de una vida no espiritual, un discipulado a medias o a través de falsa tolerancia? ¿Nos dejamos arrastrar, por ejemplo, en la corriente de un movimiento xenofóbico? ¿O seguimos el amor de Jesucristo? Judas traicionó el amor por odio a los romanos. Nuestras armas más potentes son y seguirán siendo el evangelio y el amor.

“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro. 12:21).

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