El esperanzador mensaje de consuelo del arrebatamiento

Norbert Lieth

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza” (1 Ts. 4:13).

La esperanza que Dios nos ofrece a través de Jesucristo es diametralmente opuesta a todo ofrecimiento de esperanza en este mundo y lo supera todo en creces. Incluso Friedrich Nietzsche dijo: “La esperanza es el arco iris sobre la corriente descendente de la vida”.

Muchos miran al futuro con ignorancia, desesperanza y tristeza. Nadie puede vivir sin esperanza; pero ¿quién la ofrece? Ninguna otra religión ofrece una esperanza tan completa para el mundo como el Evangelio de Jesús. A lo largo de la historia y en todas las naciones, personas de todas las clases y orígenes que se han abierto a Jesús han encontrado paz, fuerza y esperanza viva en el Evangelio de Jesucristo.

El hecho de que Jesús resucitara de entre los muertos hace viva la esperanza cristiana y la distingue de toda esperanza de este mundo. Esta esperanza que trae Jesús garantiza nuestra propia resurrección personal y es también la garantía de que un día el mundo entero será renovado. Por eso es la esperanza más completa posible.

El profesor Dr. John Lennox escribió en un artículo: “Se obtiene la paz con el Dios (personal) que creó y sostiene el universo, una nueva vida con un nuevo poder y la promesa de un mundo futuro en el que ya no habrá sufrimiento. En este sentido, el cristianismo es único. Simplemente porque ninguna otra filosofía o religión ofrece el perdón eterno y la paz con Dios que ya puedes experimentar en esta vida…”

Las personas con esta esperanza tienen una visión del futuro despejada, sin oscuras nubes amenazantes. “Las personas que viven de la esperanza ven más lejos”, dijo el teólogo Lothar Zenetti. El apóstol Pablo explica hasta dónde llega nuestra esperanza, cuando dice en Colosenses 1:5: “A causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio.”

Mientras que los incrédulos se encuentran ante un muro infranqueable, los creyentes se sitúan por encima de este muro y ven más allá. El libro de Proverbios lo resume. Dice de los impíos: “Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; Y la expectación de los malos perecerá” (Pr. 11:7). De los redimidos se lee: “Porque ciertamente hay fin, y tu esperanza no será cortada” (Pr. 23:18).

Hay un final bendito más allá del final terrenal.

La esperanza nace de una certeza
Timothy Keller explica en Esperanza en tiempos de temor: “Los hijos de Dios no solo tienen esperanza para el futuro, sino también esperanza que proviene del futuro”. Como escribe Pablo: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen…” (1 Ts. 4:13). Otra traducción dice: “…no seáis ignorantes”. “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor…”. (V. 15). Aquí vemos dos aspectos de esta verdad:

En primer lugar, se trata de una nueva revelación. La doctrina del arrebatamiento no era conocida previamente, sino que fue una nueva revelación dada a Pablo. También vemos esto en 1 Corintios 15:51: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados”. 1 Tesalonicenses 4:15 de nuevo lo confirma claramente: “Por lo cual os decimos estas cosas en palabra del Señor…”. Se trata de algo que el Señor reveló específicamente al apóstol Pablo después de Pentecostés. No habló de ello antes, y tampoco leemos nada más al respecto. “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar” (Juan 16: 12).

En segundo lugar, vemos la certeza que nos da la Palabra del Señor. —“Lo más fiable y seguro de todo el universo es la Palabra de Dios. Si Él dice algo, entonces es verdad. Aquí se excluyen todos los errores, engaños y distorsiones. El cielo y la Tierra pasarán, pero Su Palabra no pasará (Marcos 13:31). Está eternamente establecida. Él permanece fiel a Sí mismo y a Sus promesas. Es imposible que alguien que haya confiado en Él se sienta defraudado” (cita de un artículo de jesus.de). El Dios que llamó a la existencia al cielo, la Tierra y toda la vida a través de Su Palabra promete a todo aquel que crea en Su Hijo, la resurrección de entre los muertos y la comunión eterna con Él.

“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Co. 5:1). —“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2). —“Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él” (Ro. 6:9).

Las siguientes palabras se le contribuyen a Johannes Bugenhagen, el pastor personal de Martín Lutero: “Si conoces bien a Jesús, eso es suficiente, aunque no conozcas nada más. Si no conoces a Jesús, por más que aprendas, nada tiene sentido. Si conoces bien a Jesús, es suficiente, aunque no conozcas el resto. Si no conoces a Jesús, todas las cosas no son nada, por mucho que sepas”.

La fe lo hace posible
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él… Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:14.17).

La obra de Jesús en su muerte y resurrección es tan abarcadora, perfecta y suficiente que no se le puede añadir nada más que la fe. Esta fe nos identifica con Él y nos permite resucitar con Él, por así decirlo. La fe es, pues, el único requisito para la salvación y la resurrección o el arrebatamiento.

La incredulidad habla consigo misma y se queda atrapada en el “yo”. El creyente habla con Dios y salta por encima de su propia sombra. De todas las decisiones importantes que una persona puede tomar, como elección de carrera, estudios, matrimonio, la de creer en Jesús es la más importante y trascendental.

La única forma en que Dios podía dar a la humanidad una salvación sólida era a través de la gracia, por medio de la fe. La salvación por gracia significa que todo se basa en Dios y nada depende de nosotros los humanos: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó…”. La salvación por gracia significa que la vida eterna es un regalo. Si alguien acepta un regalo con fe y gratitud, entonces es suyo sin peros ni condiciones.

Jesús viene otra vez
“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron” (1 Ts. 4:15).

Los cristianos no esperan en primer lugar a los acontecimientos del fin de los tiempos, ni tampoco al Anticristo. La esperanza cristiana reside en la espera del Señor mismo. Con la venida de Cristo, sin embargo, los últimos acontecimientos del fin de los tiempos también están al alcance de la mano. El alarmismo está fuera de lugar, pero a veces es necesario que nos sacudan para despertarnos. Los acontecimientos del Apocalipsis se vislumbran en el horizonte. Alguien escribió hace poco: “Quizá todos los acontecimientos que nos rodean sean el comienzo de los dolores de parto que precederán a Su venida”.

Hace algún tiempo, la revista Israel My Glory se refirió a la empresa irlandesa Giant Company, que está creando “la mayor estatua móvil del mundo”. Se dice que se trata de figuras gigantes de más de 10 pisos de altura. Según el material promocional, los gigantes son programables, pueden hablar, cantar, mover la cabeza y los brazos, cambiar de forma y adoptar el aspecto de diferentes personas. “¿Se podrá ver en esto la realización de Apocalipsis 13:14-15? Lo cierto es que ahora tenemos la tecnología para ello. […] Dos cosas son seguras: (1) Lo que antes parecía descabellado, ya casi está aquí. Y (2) la Biblia nunca se equivoca”.

Nuestra esperanza es que Jesús se lleve pronto a su Iglesia al Cielo. La resurrección, o el arrebatamiento, la transformación de nuestros cuerpos, es parte de la redención. Por eso todos los redimidos serán resucitados y arrebatados. El Señor llevará consigo a todos los que han creído en Él y han experimentado el nuevo nacimiento.

1 Tesalonicenses 4 dice “…que habremos quedado hasta la venida del Señor”. Esto se refiere a la última generación de cristianos en la Tierra. Con ella se completará el misterio del “endurecimiento en parte” de Israel (Ro. 11:25ss). Entonces habrá “entrado la plenitud de los gentiles”, el Señor vendrá por ellos y la Iglesia será arrebatada de la Tierra. Después de esto, el Señor volverá a ocuparse activamente de la salvación de Israel, pues: “…luego todo Israel será salvo” (Ro. 11:26).

Las tres órdenes
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:16-17).

La “voz de mando” es para la Iglesia, y es similar a la llamada del Señor: “¡Lázaro, ven fuera!”; o: “Joven, a ti te digo, levántate”.

La “voz del arcángel”, sin embargo, es una referencia a Israel. El arcángel Miguel es el que defiende a los hijos del pueblo de Israel (Judas 1:9; Daniel 10:13-14.21; 12:1. 7.10; Apocalipsis 12).

La “trompeta de Dios” podría ser una referencia a los juicios apocalípticos que tendrán lugar después del arrebatamiento y que afectarán a las naciones.

Por lo tanto, esto significa: La voz de mando es para la Iglesia, el arcángel para Israel y la trompeta para las naciones. Las trompetas se asocian, entre otras cosas, a las campañas bélicas; pensemos en Jericó o en las siete trompetas del juicio final de Apocalipsis 8-11.

El Señor mismo viene
“Porque el Señor mismo… descenderá del cielo” (1 Ts. 4:16).

Todos los cuentos de hadas encarnan este sueño, de hecho, este anhelo. El hijo del rey recoge personalmente a la sencilla doncella burlada, maltratada, descuidada y odiada por los demás, pero amada por él —la única diferencia es que el arrebatamiento de la Iglesia no es un cuento de hadas, sino pura y absoluta realidad. Jesús no envía una delegación, ni caballos de fuego, como cuando buscó a Elías, tampoco otros seres angelicales, sino que lo hace personalmente.

El hecho de que Cristo mismo venga a llevarse a su Iglesia al cielo señala la estrecha relación que mantiene con ella. No la ha abandonado ni un segundo en toda su existencia. Él la ha llevado, ha provisto para ella, la ha escuchado, ha intercedido por ella como su mediador y la ha sostenido a través de toda la confusión y los pesares del tiempo. Ahora ha llegado el momento de llevársela, y Él lo hará personalmente. Viene para los miembros del Cuerpo del cual Él es la Cabeza.

Siempre estaremos con el Señor
“Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:17).

La Iglesia será arrebatada de la Tierra para encontrarse con el Señor en el aire y estar con Él eternamente. En ese momento, habremos dejado atrás para siempre todas las penurias. Entonces los poderes diabólicos ya no podrán hacernos daño. Pero lo más hermoso será verle a Él, nuestro Salvador, y no podremos saciarnos de mirarlo. La eterna comunión y unión con Cristo nos llenará continuamente; lo veremos tal como es y no tendremos más preguntas.

Viviremos en un mundo perfecto, diferente, en el mundo celestial, en el ambiente divino de Su presencia. Seremos como Jesús. No habrá más sufrimiento que nos lastime. No habrá más preocupaciones que nos agobien, ni pecado que nos tiente, ni enfermedad que nos aflija, ni miedo que nos domine, ni cambios de humor negativos que nos zarandeen, ni envejecimiento que nos agobie, ni pena que nos pese.

“…estaremos siempre con el Señor”. Esto significa que habremos llegado al amor eterno, en el que nos moveremos y que nos envolverá por completo; “...estaremos siempre con el Señor”, también significa que la esperanza se habrá hecho visible y la fe habrá alcanzado su meta, y también que habremos entrado en la herencia eterna que Jesús adquirió para nosotros. Dejaremos atrás el sufrimiento temporal y pasajero, el cual habrá producido “en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17).

Esta perspectiva eterna ya nos puede dominar hoy. Centrémonos en el hecho de que un día estaremos siempre con el Señor; esta perspectiva nos ayudará a soportar mejor el sufrimiento actual.

Teresa de Ávila decía: “Vista desde el Cielo, hasta la vida más miserable no parecerá peor que una única noche pasada en un albergue malo”.

El alentador consuelo
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:18).

Los cristianos no tienen por qué evitar el tema de la muerte, tampoco es necesario que se expresen con un positivismo ingenuo, sino que deben tener una visión alerta y clara de los acontecimientos de la época, pero sin resignarse. Debemos saber que hay una resurrección y un arrebatamiento, y que estamos bajo la mirada y en la mano del Señor, y deberíamos hablar de ello. El mismo Señor es nuestro futuro. Cuando nos damos cuenta de que dejaremos atrás todos los sufrimientos, todas las penurias y todas las luchas para estar con el Señor en todo momento y disfrutar de la Eternidad con Él, es un consuelo inmenso.

El autor cristiano Hartmut Jaeger reproduce el testimonio de una mujer enferma de esclerosis lateral amiotrófica en estado terminal. Ella escribió: “Dios no me prometió una vida sin preocupaciones, un mundo perfecto; desde que me enfermé, he sido dolorosamente consciente de ello todo el tiempo. Y, sin embargo, ¡tengo el ‘cielo en la tierra’! ¿Se lo imagina? Gracias a mi relación personal con Jesucristo, sé que la salud física no lo es todo; ¡Dios me ha dado la vida eterna por gracia! En mi situación actual, este conocimiento me reconforta y me da fuerzas para mi vida cotidiana con todas sus limitaciones —y con respecto a mi futuro, ¡espero el Cielo! Entonces veré por fin a mi Señor, comprenderé su plan para mí y le daré infinitas gracias”.

Si podemos consolarnos y alentarnos los unos a los otros con las palabras de Pablo acerca del arrebatamiento, significa que debemos pensar en la venida de Cristo, que debemos hablar de ella una y otra vez, que debemos orar por ella y recordarnos mutuamente nuestro futuro. Hablar del mayor de todos los finales felices es algo grandioso.

William MacDonald escribe: “Los pensamientos sobre el regreso del Señor no asustan al creyente. Son una esperanza que nos alegra, nos entusiasman, nos animan y nos consuelan”. Y el pastor Heinrich Kemner dijo: “Estamos en la hora más peligrosa de la historia… por eso es importante que nos concentremos en lo esencial”. Mientras vemos que el mundo se distorsiona y oscurece cada vez más, la promesa del regreso de Cristo brilla cada vez más.

El autor Arno Clemens Gaebelein escribió: “Miramos la tormenta que se avecina y que lo hunde todo en un abismo de desesperanza. Volvemos a mirar y vemos un maravilloso amanecer. Aparece el lucero del alba, el mensajero del día, el sol en todo su esplendor. Así que: ¡ven, esperanza de los desesperados, esperanza de Israel, esperanza del mundo, de todas las naciones, de toda la creación! ¡Ven, Señor Jesús!”.

Por eso no queremos dejar de prestar atención a la Palabra profética, de orar por el regreso de Jesús y de alentarnos los unos a los otros.

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