El 9 de Av y una visión bíblica del ayuno
El calendario judío difiere del calendario regular solar (gregoriano) que utilizamos nosotros y se basa en el movimiento de la luna. El mes comienza con la luna nueva y dura de 29 a 30 días. Para ajustarlo al calendario solar, hay siete años bisiestos a lo largo de 19 años, en los que se añade un mes al año.
Raramente aparecen nombres de meses en la Biblia. Los nombres de los meses se dieron durante el cautiverio babilónico. Por lo tanto, solo los encontramos en los libros escritos durante y después de la destrucción del primer templo. Al igual que en el calendario gregoriano, los nombres están vinculados a ídolos. Por ejemplo, el mes de Tammus lleva el nombre del dios babilónico de la guerra (similar a Marte, el dios romano de la guerra).
Tras la destrucción del Segundo Templo, se produjeron muchos cambios en el judaísmo. Las tradiciones y enseñanzas de los rabinos sustituyeron al servicio del Templo y al cumplimiento de los mandamientos. Uno de los efectos también incidió en el calendario. Se añadieron nuevos días festivos como Tu BiSvat; a otras se les dio un nuevo significado. La fiesta de Yom Teruah (Toque de Trompetas en Recuerdo) se convirtió en Rosh Hashanah (Año Nuevo) y el mes de Tishri pasó de ser el séptimo al primero.
El quinto mes en el calendario bíblico y el decimoprimero en el calendario judío actual es el mes de Av. En las tradiciones judías, el mes también se llama Menajem, ya que los rituales de luto por la destrucción del Templo son habituales a principios de este mes. El nueve de Av es un día de ayuno y luto para conmemorar la destrucción del Templo, que este año comienza en la noche del 12 de agosto.
Según el Talmud de Babilonia, el pueblo de Israel fue castigado en este día a peregrinar durante 40 años por el desierto. Y las tradiciones judías dicen que el primer templo fue destruido por Nabucodonosor en este día en 586 AC y que el segundo templo fue destruido por Tito en 70 DC. También se dice que otros acontecimientos de la historia judía tuvieron lugar en este día.
La primera mención del ayuno se encuentra en el libro de Zacarías, en el capítulo 7, en el que los hombres de Betel se dirigen a los sacerdotes con la petición de buscar la voluntad de Dios: “…¿Debemos continuar de luto y ayuno cada verano en el aniversario de la destrucción del templo, como lo hemos estado haciendo durante muchos años?” (Zac. 7:3, NTV). Querían saber si debían seguir ayunando como cada año o dejar de hacerlo.
El motivo de la pregunta era la razón del ayuno. El ayuno se centraba en el pasado y en la destrucción del Templo. Ahora el pueblo judío había comenzado a regresar del exilio y estaba ocupado en la construcción del Segundo Templo. Los hombres se dieron cuenta de que las razones del ayuno anual ya no eran aplicables, así que se dirigieron a Dios para preguntarle si debían seguir ayunando.
Además del ayuno del 9 de Av, existen otros ayunos en el judaísmo, como el ayuno del diez de Tevet, el ayuno de Guedalías y el ayuno de Ester. Todos estos ayunos se refieren al pasado. Tienen por objeto recordar lo que ocurrió. La palabra de Dios nos llama a aprender del pasado, pero a estar arraigados en el presente con esperanza en el futuro.
El rey David también ayunaba. Cuando su hijo, nacido de Betsabé, se estaba muriendo, ayunó y oró por su hijo. Cuando supo que su hijo había muerto, dejó de ayunar. Explicó esto diciendo que el pasado no se puede cambiar (2 Samuel 12:16-23). El ayuno y las peticiones de David se centraban en el presente y el futuro, no en el pasado.
Nosotros podemos decidir si ayunar o no, ya que ayunar tiene muchas beneficios. Jesús mismo habló varias veces sobre el ayuno. En el Sermón de la Montaña, mencionó que el ayuno es un asunto entre el hombre y Dios, y no debe utilizarse para mostrar nuestra piedad a los demás (Mateo 6). En la segunda ocasión, dijo que sus discípulos no ayunaban mientras Él estaba con ellos (Mateo 9; Marcos 2; Lucas 5). Su presencia era su alegría, por lo que no necesitaban ayunar. En ambos casos, Jesús nunca se refirió al pasado, sino al presente y al futuro.
Mientras el pueblo de Israel ayunaba, debía mirar al pasado y aprender de este, como Dios deja claro en su respuesta de Zacarías 7:7 (NTV): “¿No es este el mismo mensaje del Señor que los profetas proclamaron en años anteriores cuando Jerusalén y los pueblos de Judá estaban llenos de gente y el Neguev y las colinas de Judá estaban bien poblados”. La palabra de Dios ya había anunciado que el templo sería reconstruido al cabo de 70 años y que se reanudarían los sacrificios, como también había comprendido Daniel (Daniel 9:2; Ezequiel 1:1).
Dios no ha cambiado, sus normas e instrucciones tampoco. Así se lo recordó a su pueblo en su respuesta a la pregunta sobre el ayuno (Zacarías 7:8-14). Mientras que el pueblo de Israel ayunaba el nueve de Av y miraba al pasado, nosotros podemos mirar al futuro y ver el camino que el Señor Jesús nos ha abierto para entrar en el templo celestial, el santuario, en la presencia de Dios (Hebreos 10:19-20). Y cuando ayunamos, no debemos hacerlo mirando al pasado, sino en actitud de oración por el presente y con vistas al futuro.