Fuerza espiritual para cada día

“Cuan­do ya iba ama­ne­cien­do, se pre­sen­tó Je­sús en la pla­ya; mas los dis­cí­pu­los no sa­bí­an que era Je­sús.” Juan 21:4-5

Una se­ñal ca­rac­te­rís­ti­ca de aque­llos que es­tán en un dis­ci­pu­la­do ex­ter­no es que se de­jan de­ter­mi­nar por co­sas y cir­cuns­tan­cias ex­te­rio­res. Por eso, su cris­tia­nis­mo es­tá lle­no de al­tos y ba­jos, a ve­ces es­tán “en las nu­bes”, otras ve­ces tie­nen una tris­te­za se­pul­cral. Pe­se a que Pe­dro es­tu­vo fí­si­ca­men­te muy cer­ca del Se­ñor en su pri­mer dis­ci­pu­la­do, en su co­ra­zón ese dis­cí­pu­lo era un des­co­no­ci­do pa­ra Je­sús. El no te­nía una co­ne­xión in­te­rior y ver­da­de­ra con el Se­ñor. Un día, el Se­ñor has­ta tu­vo que lla­mar­lo “Sa­ta­nás”. De­bi­do a que exis­tía es­ta ca­ren­cia de co­ne­xión en su co­ra­zón, más tar­de ca­yó tan pro­fun­da­men­te que lle­gó, in­clu­so, a ne­gar al Se­ñor. Sus os­ci­la­cio­nes y de­rro­tas, y el po­der del ene­mi­go en su vi­da tie­nen co­mo ori­gen el dis­ci­pu­la­do ex­te­rior. ¿Eres tú uno de aque­llos que tu­vie­ron que res­pon­der con un no a la pre­gun­ta del Se­ñor: “¿No te­néis na­da pa­ra co­mer?” A tu al­re­de­dor hay per­so­nas que tie­nen ham­bre de sal­va­ción, ham­bre de vi­da eter­na y de paz con Dios. ¿Aca­so tú no pue­des dar­les na­da de co­mer, por ha­ber nau­fra­ga­do en tu dis­ci­pu­la­do ex­te­rior? He aquí que, aho­ra, el Se­ñor vie­ne a tu en­cuen­tro, a fin de que co­mien­ces un dis­ci­pu­la­do in­te­rior y fruc­tí­fe­ro.

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