Fuerza espiritual para cada día
“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” 1 Juan 3:18
Andar en amor no significa otra cosa que seguir al Cordero adondequiera que va. Pero el hombre natural no quiere hacer eso. Tampoco Pedro, su discípulo más celoso y emotivo, estaba muy dispuesto. Podemos ver, cuando iba con Jesús al Calvario, que “le seguía de lejos.” Siempre que tengamos una actitud negativa hacia el camino del Cordero, le estamos “siguiendo de lejos”, nos desviamos de los sufrimientos de Cristo, continuamos con nuestros mezquinos “porqués” y no percibimos que, justamente a través de los sufrimientos de Jesucristo, en Su gran amor, el Dios eterno quiere comunicarse con nosotros.
Pero, ¿cómo podemos hacer para que nuestro amor hacia Dios se torne más íntimo y profundo, de modo tal que seamos capaces de seguir al Cordero adondequiera que va? Recibiendo una vez más, en nosotros, la gran verdad de Romanos 8:32: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Ese es el ilimitado amor de Dios, que sólo El puede comunicar por medio del amargo sufrimiento de la muerte de Su Hijo. Este amor produce un amor recíproco. Y debido a que Dios nos da todo, también experimentamos la realidad de Romanos 5:5: “... el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”