Fuerza espiritual para cada día
“Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones.” 1 Tesalonicenses 1:2
Sé muy bien que muchos creyentes desperdician su poder de oración al contarle al Señor lo pesado que les es lidiar con esta o aquella persona y, entonces, enumeran todos sus males delante de Dios. Pero cuando tú aprendes a conocer al Señor en la alabanza, entonces le agradeces por todos tus hermanos. Pablo escribe a los filipenses: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros.” Los filipenses eran unos maravillosos hijos de Dios, bien orientados y fieles, que apoyaban a Pablo. Debido a eso se podría objetar que le era fácil a Pablo agradecer por ellos, según el principio que dice: Si te caigo en gracia, me caes en gracia. Pero Pablo también agradeció por los hermanos difíciles e indeseables. Eso lo vemos en la primera carta a los corintios. Los corintios habían crecido muy poco en su vida de fe. Pablo tuvo mucho trabajo con ellos y tuvo que amonestarlos seriamente. Sin embargo, comenzó por dar gracias por los corintios. ¿Pero que había en la vida de estas personas que merecía el agradecimiento delante del Señor? Ya que allí había muchas contiendas, disputas, envidia y difamación, y hasta habían atacado al mismo Pablo. ¿Cuáles eran entonces las razones para dar gracias? “La gracia de Dios.” Incluso en el creyente más problemático encontramos lo más excelente: “La gracia de Dios.”