Fuerza espiritual para cada día
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.” 2 Pedro 1:3
Por su andar perseverante con Dios, Enoc aprendió a conocerlo cada vez mejor y, de esta manera, se mantuvo cada vez más firme en el Señor. Enoc iba a todas partes con su Dios. ¡En el campo, el Señor estaba con él! ¡En el hogar, el Señor estaba con él! ¡En las visitas, el Señor estaba a su lado! Cuanto más perseverantemente andamos con Dios, tanto más le reconocemos y somos capacitados para andar con él sin vacilar. Enoc nunca vio a Dios, sin embargo se apoyó en El como si lo estuviera viendo. Un día, de repente, fue como si una mano le fuese extendida y una voz le dijese: ‘Enoc, ven, ya es hora...” - y, en ese mismo instante, se encontró en la presencia del Señor pudiendo ver, con una alegría indescriptible, a aquél con quien había andado tanto tiempo. La Biblia dice simplemente: “... no fue hallado, porque lo traspuso Dios.” Esta frase muestra que, aparentemente, se llevó a cabo una ansiosa búsqueda de Enoc, pero él había desaparecido. ¿Cómo fue posible su arrebatamiento? Hay algunas palabras que nos dan la respuesta: Vivió y caminó con Dios. Durante trescientos años permaneció en la santificación, permaneció en el amor, perseveró en la oración y, por eso, fue un testimonio del amor de Dios.