Fuerza espiritual para cada día

“Oíd­me aten­ta­men­te, y co­med del bien, y se de­lei­ta­rá vues­tra al­ma con gro­su­ra. In­cli­nad vues­tro oí­do, y ve­nid a mí; oíd, y vi­vi­rá vues­tra al­ma.” Isa­í­as 55:2-3

¿Có­mo po­drás obe­de­cer al Se­ñor con ale­gría si no lo co­no­ces ni lo amas? Si lo co­no­cie­ras, en­ton­ces, se­ría “tu paz co­mo un río, y tu jus­ti­cia co­mo las on­das del mar.” Si tú hi­cie­ses lo que agra­da al Se­ñor, lo­gra­rí­as que él siem­pre es­tu­vie­ra a tu la­do. Cum­plir Su vo­lun­tad es el úni­co ali­men­to que pue­de sa­tis­fa­cer tu al­ma. Sin em­bar­go, hay una co­sa muy evi­den­te: Si tú no co­no­ces al Se­ñor, no pue­des amar­lo, no pue­des obe­de­cer­lo y no pue­des con­fiar en él de to­do co­ra­zón. Con to­do, es­ta con­fian­za en él es la úni­ca so­lu­ción pa­ra to­dos tus pro­ble­mas: “Fí­a­te de Je­ho­vá de to­do tu co­ra­zón, y no te apo­yes en tu pro­pia pru­den­cia. Re­co­nó­ce­lo en to­dos tus ca­mi­nos, y él en­de­re­za­rá tus ve­re­das.” ¿Qué es, en­ton­ces, lo que pue­des ha­cer? De­bes aten­der, de una vez por to­das, a la in­vi­ta­ción del Se­ñor: “Ve­nid lue­go, di­ce Je­ho­vá, y es­te­mos a cuen­ta: si vues­tros pe­ca­dos fue­ren co­mo la gra­na, co­mo la nie­ve se­rán em­blan­que­ci­dos; si fue­ren ro­jos co­mo el car­me­sí, ven­drán a ser co­mo blan­ca la­na.” Cuán­tas ve­ces y con qué én­fa­sis el Se­ñor te ha­ce oír es­ta in­vi­ta­ción en las Es­cri­tu­ras: “Vuél­ve­te a mí, por­que yo te re­di­mí.” ¡Acep­ta hoy su in­vi­ta­ción y arre­pién­te­te!

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