Fuerza espiritual para cada día
“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” 1 Juan 3:3
¡Existe un olvido que es fatal! “...habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.” ¿Sientes tú que no puedes acercarte más a Jesús, y que todas tus oraciones no sirven de nada? ¿No hay bendición ni frutos en tu vida espiritual? He aquí la razón: En el sendero hacia la comunión con Jesús, quedaste atorado en pecados, los cuales no se purificaron. La preciosa sangre del Cordero purifica también los pecados que cargas desde hace muchos años, siempre que los confieses con verdadera contrición. Entonces, después de haberte purificado de los pecados del pasado, no sólo te aproximarás al Señor en términos cronológicos sino que, interiormente, estarás cada vez más cerca de El. En tu corazón aumentará tu deseo por El, y clamarás: “Ven, Señor Jesús”.
La purificación de los pecados significa quedar libre para poder seguir adelante; la santificación es el ‘avance mismo‘ en la vida de fe. Por la purificación de los pecados pasados, reconoces a Jesús y logras ver la meta que está por delante. Por la santificación, sigues en dirección a Jesús. El hombre purificado de los pecados está dispuesto a decir: Mi vida está a disposición de Jesús, y cuando esa persona penetra en el misterio de la santificación, logra testificar: “El vivir es Cristo.”