Fuerza espiritual para cada día

“En quien te­ne­mos se­gu­ri­dad y ac­ce­so con con­fian­za por me­dio de la fe en él.” Efe­sios 3:12

A Dios no se lo pue­de ex­pe­ri­men­tar por me­dio de los sen­ti­dos, si­no por la fe en Je­su­cris­to. ¡Pe­se a que mis sen­ti­mien­tos me di­gan que no, una y mil ve­ces, yo quie­ro con­fiar en tu pa­la­bra! Ya ha­bría nau­fra­ga­do ha­ce mu­cho tiem­po si hu­bie­se con­fia­do en mis sen­ti­mien­tos vo­lu­bles y en mis emo­cio­nes, las cua­les mu­chas ve­ces son des­truc­ti­vas. Vi­vo por la fe, mu­chas ve­ces sin sen­tir na­da, en me­dio de las más gran­des ten­ta­cio­nes y tem­pes­ta­des, pe­ro en con­tí­nua co­mu­nión con el Se­ñor. La fe es un mis­te­rio y, sin em­bar­go, es ma­ra­vi­llo­sa­men­te sen­ci­lla: te­ner fe es en­tre­gar­se al Se­ñor to­do­po­de­ro­so. Es­to se con­vier­te en una ex­pe­rien­cia mag­ní­fi­ca, la cual el au­tor de un co­no­ci­do him­no ex­pre­só en for­ma muy emo­ti­va: ‘Se­gu­ro en sus bra­zos, se­gu­ro en su se­no.” Pe­se a te­ner esa se­gu­ri­dad en los bra­zos de Je­sús, nues­tra pro­xi­mi­dad al se­no del Se­ñor só­lo se­rá una ex­pe­rien­cia con­ti­nua en nues­tra vi­da a tra­vés de la lec­tu­ra bí­bli­ca y de la ora­ción. Por la Bi­blia, Dios nos ha­bla y, por me­dio de la ora­ción, nos­otros le ha­bla­mos a El. En re­su­men, to­do es muy sen­ci­llo: re­ci­bi­mos to­do lo que Dios nos ofre­ce, por me­dio de Je­su­cris­to, con la con­fian­za de un ni­ño, no con el in­te­lec­to si­no con el co­ra­zón. El Se­ñor di­ce: “Da­me, hi­jo mío, tu co­ra­zón.” Si tú aún no lo has he­cho, ¡haz­lo hoy mis­mo!

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