Fuerza espiritual para cada día
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:18
El Señor me lava, por medio de Su sangre, de tal forma que me torno blanco como la nieve, ya que dice: “Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí.” Jesucristo mismo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.” Luego, como si asegurase su promesa con una cerradura divina, agregó: “... ni nadie las arrebatará de mi mano.”
¿Por qué todavía vacilas, oh corazón temeroso? ¿Acaso no es una gracia superabundante la que se te muestra cuando vienes a Jesús y encuentras en él a Aquél que te recibe y te incluye en su iglesia, diciéndote: ‘Tú serás mío por toda la eternidad.” Por eso, resístete al espíritu del miedo que te esclaviza y humíllate en espíritu de adopción, por el cual puedes decir: “¡Abba, Padre!” ¡Qué gracia tan inconmensurable encierra esta breve pero muy poderosa promesa: “Al que a mí viene, no le echo fuera.”