Fuerza espiritual para cada día

“Tam­bién vos­otros aho­ra te­néis tris­te­za; pe­ro os vol­ve­ré a ver, y se go­za­rá vues­tro co­ra­zón, y na­die os qui­ta­rá vues­tro go­zo.” Juan 16:22

El pri­mer día en la eter­ni­dad nos trae­rá la res­pues­ta fi­nal a to­das nues­tras pre­gun­tas no con­tes­ta­das aquí en la Tie­rra. Je­sús di­jo en re­la­ción a eso: “En aquel día no me pre­gun­ta­réis na­da.” ¿Y por qué no? ¡Por­que el mis­mo Se­ñor Je­sús, cru­ci­fi­ca­do y re­su­ci­ta­do, se­rá la res­pues­ta a to­das las pre­gun­tas! No hay ma­ne­ra ló­gi­ca en la que po­da­mos ex­pli­car es­to, pues ese mis­te­rio es­tá ocul­to en el Cal­va­rio. El Cal­va­rio es la gran, ma­ra­vi­llo­sa y ex­tra­ña res­pues­ta de Dios a to­das las abe­rran­tes in­jus­ti­cias y a to­dos los ab­sur­dos; es la ex­pli­ca­ción pa­ra los ca­mi­nos pe­no­sos que tú tie­nes que se­guir y ex­pe­ri­men­tar aquí en la Tie­rra. En nues­tro úl­ti­mo día en la Tie­rra, cuan­do tus ojos y los mí­os se cie­rren, en ese mis­mo día se abri­rán en la eter­ni­dad y ve­rán lo que aquí nun­ca pu­die­ron ver. Pe­ro es­te pri­mer día en la eter­ni­dad te trae­rá aún más, o sea, trae­rá el fin de to­das sus fa­ti­gas fí­si­cas, por­que te­ne­mos la pro­me­sa: “El cual trans­for­ma­rá el cuer­po de la hu­mi­lla­ción nues­tra, pa­ra que sea se­me­jan­te al cuer­po de la glo­ria su­ya, por el po­der con el cual pue­de tam­bién su­je­tar a sí mis­mo to­das las co­sas.”

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