Fuerza espiritual para cada día
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:12
La más alta expresión de fe consiste en aprender a agradecer a Dios en todo tiempo, incluso delante de los ejércitos enemigos. Haciendo eso, el mismo Señor interviene en forma inmediata y poderosa a nuestro favor. La alabanza lo glorifica, pues culmina en la adoración de su excelsa persona. La alabanza y la adoración forman el preludio de la oración victoriosa, que el Señor Jesús nos enseñó: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” Y aún más. La alabanza es la puerta hacia la presencia de Dios: “... llamarás... a tus puertas Alabanza.” La alabanza logra un asentimiento real, por medio del cual podemos entrar en los atrios de Dios: “Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.” Agradecer y alabar - ¿por qué? La respuesta es: ¡Para agradecer a Dios por su don inefable, Jesucristo, alabarlo y rendirle gracias por Su preciosa sangre derramada por nosotros!