Fuerza espiritual para cada día
“Joven, a ti te digo, levántate.” Lucas 7:14
Delante del portón de la ciudad de Naín se encontraban dos grupos bien distintos de personas. Un grupo era movido por la cosa más pavorosa que existe, la muerte. El otro grupo era guiado por el príncipe y rey de la vida, por Jesús, el Cristo. La viuda enlutada iba delante del féretro y, atrás, le seguían los amigos y conocidos. Cuando el Señor vio a la viuda y madre enlutada, tuvo compasión de ella. Profundamente conmovido, le dirigió estas tiernas palabras: “No llores.” ¡Sólo Jesús puede consolar de esa manera! El, que oía el lloro desgarrador de esta madre solitaria, El, que podía sondear toda la angustia de esta mujer, se inclinó en actitud consoladora hasta ella, que estaba profundamente abatida. Las palabras del Salvador son suaves y delicadas, poderosas y prometedoras, son palabras sencillas que salen del corazón. Las simples palabras “No llores” reflejan la fuerza más poderosa del consuelo divino. Lo que El le dijo a la viuda atribulada es un testimonio de Su compasivo amor para todos los que lloran. Tal vez tú, en este preciso momento, te encuentres sin consuelo y sin perspectiva, por alguna razón. O tal vez llores en tu corazón por una pérdida irreparable. Oye las palabras del Señor: “No llores.” Sólo Jesús puede consolar de esta forma. ¡Bastan estas dos sencillas palabras!