Fuerza espiritual para cada día
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” 1 Tesalonicenses 4:18
Consolar al prójimo es una parte elemental del discipulado de Jesucristo. Mi deseo más sincero es que tú comprendas correctamente la expresión “Dios de toda consolación.” Ya que en Su esencia Dios es amor, él es “el Dios de toda consolación.” Sean cuales fueren tus tentaciones, desilusiones, tristezas y enfermedades: El está dispuesto a consolarte y a venir a socorrerte con Su poder. Pero la verdadera consolación que podemos ministrar unos a otros es por medio de la verdadera comunión con el Padre y con el Hijo, aquella que expresamos cuando testificamos: ¡nuestro Señor viene pronto! Nuestra consolación y nuestra esperanza es la real e inminente venida del Señor Jesucristo. Dios es amor, por lo cual nosotros amamos al “ Dios de toda consolación”, y amamos Su venida. Por su amor en nosotros estamos dispuestos a renunciar a todas las cosas terrenales y a dirigir todo nuestro amor hacia aquel que pronto vuelve: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” Tan sólo viviendo esta realidad estamos en condiciones de ministrar la consolación y el amor de Dios a un mundo lleno de problemas. Jesús vendrá pronto, “y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” y, también, de nuestros propios ojos.