Fuerza espiritual para cada día
“Para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Romanos 15:6
Este es el secreto de la oración victoriosa. El loor y la acción de gracias son la máxima expresión de la fe. ¿Por qué es que tú no puedes alabar en forma victoriosa? Porque no crees. ¿Pero por qué no puedes creer? Jesús da la respuesta: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros?” Préstale atención a la palabra “unánimes”, pues el loor y las acciones de gracias llevan como fin un gran avivamiento. ¿Pero cómo surge esta unanimidad? Tomando en consideración esta seria exhortación: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.” Aquí está la conclusión, delante de nuestros ojos. No tienes nada de qué enorgullecerte, porque tu poderosa fe y tus maravillosas experiencias son tan sólo la manifestación de la gracia de Dios. Según la carne, tú eres corrupto por naturaleza y, precisamente, debido a que Jesús te aceptó en ese estado corrupto y perdido, es que tú debes aceptar a tu prójimo. Pero no lo hagas tan sólo por cortesía o delicadeza exterior, sino con sinceridad genuina del corazón, con el mismo cariño con que Jesús vino a tu encuentro. Eso es pura y exclusivamente todo lo que Dios pide de nosotros: que nos aceptemos el uno al otro como Cristo nos aceptó, por medio de la entrega de Su propia vida por nosotros.