Fuerza espiritual para cada día
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” Isaías 53:3
Cuando contemplamos la actuación de Jesús, entonces vemos cómo El rechazó decididamente el camino del éxito. Sus milagros fueron grandes bendiciones en la vida de las personas, pero El insistía en que no contasen el hecho a otras personas, de modo que la bendición no degenerase en un mero éxito. La bendición es algo divino, el éxito es humano. La bendición permanece, el éxito desaparece. ¿Has tenido éxito en tu negocio, pudiste reunir una fortuna, construiste casas? ¿Y por qué todo es tan árido en tu corazón? Porque, en realidad, tuviste éxito, pero no tuviste bendición. ¿Has tenido éxito en tus esfuerzos morales? ¿Eres acaso un “hombre correcto” que no le has hecho mal a nadie? Entonces, con seguridad, eres bien visto por los hombres, pero no por Dios. Porque Su palabra dice: “Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.” Nuestra justicia desaparece como la nieve al sol, pero la justicia de Dios, que vale delante de Su presencia, permanece para siempre. ¿Tienes éxito o bendición? ¿Tu justicia consiste en tu piadoso “yo” delante de Dios, o tu justicia es Jesucristo, quien derramó Su sangre por ti?