Fuerza espiritual para cada día
“Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne, justificado por el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, y recibido arriba en gloria.” 1 Timoteo 3:16
La gran y desesperante tragedia de muchos cristianos es que ni conocen a Jesús. Sí, lo conocen de nombre, por las predicaciones, pero no conocen Su esencia. Pero a aquel que ha reconocido al Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, en su intimidad, el discipulado se le transforma en gran alegría y gloria, a pesar de las dificultades por las que tenga que pasar. Hasta entre algunos de los discípulos encontramos esta tragedia de que, realmente, no conocían al Señor porque, por ejemplo, a Felipe El le dice: “Tanto tiempo he estado con vosotros, Felipe, ¿y no me has conocido?” Pongamos más atención, en nuestra vida personal, al enunciado del Señor: “...y donde yo estoy, allí también estará mi servidor.” ¿Cuál fue el primer lugar donde estuvo cuando vino a esta tierra? ¡En Belén! Su vida comenzó con la privación, la renuncia. Y ¿dónde terminó Su vida terrenal? ¡En la más profunda humillación, y en los mayores sufrimientos en la cruz del Calvario! ¡Allí nadie quiere buscarlo ni hallarlo, pero es justamente allí que debemos reconocer a Jesús, y precisamente allí El se nos manifiesta!