Fuerza espiritual para cada día

“Pe­ro tú, cuan­do ores, en­tra en tu ha­bi­ta­ción, cie­rra la puer­ta y ora a tu Pa­dre que es­tá en se­cre­to; y tu Pa­dre que ve en se­cre­to te re­com­pen­sa­rá.” Ma­teo 6:6

A to­dos los que sir­ven al Se­ñor don­de no se los ve, qui­sie­ra de­cir­les: No ten­gan en­vi­dia o ce­los de los que sir­ven al Se­ñor en pú­bli­co, que es­tán en el cen­tro de la aten­ción. Pues tie­nen mu­cho más lu­chas que los que sir­ven al Se­ñor sin ser vis­tos por los hom­bres, pe­ro sí por Dios. Es, pues, un re­ga­lo de Dios si pue­des ser­vir al Se­ñor en la quie­tud, en lo se­cre­to. Es ver­dad que po­cos quie­ren es­to, pues de al­gu­na ma­ne­ra a to­dos nos gus­ta ser re­co­no­ci­dos. Pe­ro la lu­cha lle­va­da en se­cre­to es agra­da­ble an­te Dios, le de­lei­ta, pues: ‘el hom­bre mi­ra lo que es­tá de­lan­te de sus ojos, pe­ro Je­ho­vá mi­ra el co­ra­zón.’

Así tam­bién, es­tas pa­la­bras se­rán le­í­das por mu­chos cu­yas lu­chas in­te­rio­res no son co­no­ci­das por nin­gún ser hu­ma­no, pe­ro sí por Dios, pues El es­tá ac­tuan­do en nues­tro in­te­rior. El cui­da de que lle­gue­mos a es­tar ba­jo la dis­ci­pli­na del Es­pí­ri­tu San­to, pa­ra que, aun­que con llan­tos y su­fri­mien­tos in­te­rio­res, de los cua­les el mun­do ex­te­rior no sa­be na­da, po­da­mos ser­vir al Se­ñor con ale­gría.

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