Fuerza espiritual para cada día
“Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.” Hebreos 2:17
Este pasaje nos muestra una segunda consecuencia de la muerte de Jesús. Se refiere a Satanás, el gran adversario. Satanás es el enemigo mortal del hombre, ya que él lo sedujo a cometer pecado. Y debido a que la muerte es el salario del pecado, Satanás fue el príncipe y quien retenía la muerte hasta que el Cordero murió. Enfatizo el “hasta” que Jesús murió, ya que, por medio de la muerte, el Señor nos libró de una triple muerte:
En primer lugar, nos libró de la terrible muerte eterna, ya que sin el sacrificio vicario de Jesús, luego de nuestra muerte caeríamos en las manos de Satanás.
En segundo lugar, nos libró del terrible pavor de la muerte. Durante su vida, una persona pasa por el pavor de la muerte un sinnúmero de veces. Pero, leemos en Hebreos 2:15, que El libró: “... a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.”
En tercer lugar, nos libró de permanecer para siempre irreconciliados con Dios. Cuando el Cordero de Dios murió, todo fue puesto nuevamente en su respectivo lugar: de hijos de Satanás e hijos de la muerte, pasamos a ser hijos de Dios. Demos gracias al Señor Jesús que nos reconcilió con Dios, nos liberó de las garras de Satanás y del poder que éste tenía sobre nosotros a través del pecado.