La guerra olvidada

Thomas Lieth

Todo el mundo habla de la guerra en Ucrania o en Israel, pero en realidad hay muchos otros escenarios de guerra además de este, de los que no se es tan consciente o que se han olvidado. El mundo no es en absoluto tan pacífico como parece en nuestro patio delantero. Pero tampoco quiero hablar de estos conflictos, sino de una guerra que se libra en todo el mundo y que también se desarrolla con fuerza en mi país, Alemania, desde hace años. Estoy hablando de una guerra contra los seres más inocentes e indefensos de todos, una guerra contra aquellos a los que se les niega cualquier derecho a vivir. Hablo de una guerra que ocurre a puerta cerrada y con el desprecio de los medios de comunicación. Hablo de una guerra olvidada y reprimida cuyos autores no rinden cuentas ante ningún tribunal laico, aunque sus acciones no se puedan justificar con nada. Estoy hablando de una masacre de millones de seres humanos concebidos pero aún no nacidos. Me refiero a una guerra contra aquellos de los que está escrito en la Biblia: “Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor” (Sal. 127:3, DHH).

Según las estadísticas de la OMS, la Organización Mundial de la Salud —que, por cierto, está a favor del aborto— cada año se abortan unos 75 millones de niños. Esto supone más de 200,000 infantes al día, más de 8,000 por hora y unos 140 por minuto. Se dice que en Alemania se abortan unos 100,000 niños al año. Y más del 96% de todos estos abortos no se deben a una violación o a una urgencia médica, sino a que el niño es no deseado y perturbaría el estilo de vida actual.

Por cierto, la mujer que no quiere quedarse embarazada, no tiene por qué estarlo. Por lo tanto, es mentiroso y poco acertado hablar de un embarazo no deseado —aparte de las tristes excepciones, por supuesto. Pero no se trata de eso, sino de una cuestión de principios, y es puro egoísmo e irresponsabilidad dar rienda suelta a los propios deseos y luego deshacerse del resultado no deseado. Siguiendo esta lógica, yo, como conductor de un automóvil, podría dar rienda suelta a mi exceso de velocidad y luego hablar de un accidente involuntario. Esta es precisamente la lógica completamente ­retorcida y absurda de los defensores del aborto que hablan de un embarazo no deseado. Esto ya es escandaloso, pero se vuelve aún más descabellado cuando se supone que los costes de este accidente o embarazo no deseado también deben ser asumidos por el contribuyente, con el argumento de que estos servicios son para el interés de la sociedad en su conjunto y, por tanto, deben financiarse con los ingresos fiscales.

Ahora incluso se propaga el aborto como un componente importante en la lucha contra el cambio climático; porque menos niños también consumen menos recursos. Solo me pregunto para quién se quiere salvar el mundo, si al mismo tiempo no se quieren tener hijos. Aquí vemos de nuevo el egoísmo sin límites que hay detrás de esta ideología mortal. No se trata de salvar nada, y desde luego no se trata de la conciencia medioambiental, la solidaridad, la caridad, los derechos de la mujer o la misericordia, sino únicamente de la legitimación moral de una actitud perversa ante la vida, y esto se une a la pretensión totalitaria de ser el bueno, para poder difamar a todos los demás como malos. Por regla general, los activistas climáticos más fanáticos también parecen ser los defensores del aborto más militantes. 

Si tenemos en cuenta por sí solos a los niños asesinados en Alemania, me pregunto: ¿no son ellos los trabajadores faltantes cualificados, los ausentes del personal de enfermería y los que llenarían las arcas sociales y pensiones vacías? ¿No estamos matando a los que aseguran nuestro futuro, y además con la aquiescencia del Gobierno? Con el debido respeto, ¿qué tan estúpida tiene que ser una persona para disparar al bombero que está a punto de apagar su casa en llamas? No, los niños no son responsables de un inminente fin del mundo, sino que ocurre exactamente lo contrario. Los niños aseguran nuestro futuro y evitan la caída de nuestra nación. 

Resulta chocante que el Parlamento de la UE ya haya reclamado en repetidas ocasiones el “derecho al aborto” y esté presionando masivamente a sus Estados miembros para que lo apliquen. Además, ya se alzan voces que quieren obligar a los médicos a realizar abortos. Un miembro del Partido Verde de Baden-Württemberg en el parlamento estatal exigió ya en el verano de 2020 que los médicos que quieran ser contratados en clínicas universitarias se comprometan a realizar abortos. Los que no cumplan con esta declaración de intenciones no deben ser contratados. Varios políticos apoyaron esta propuesta, entre ellos Ricarda Lang, actual presidente federal del Bündnis 90/Grünen. La propuesta fue rechazada, pero podemos ver hacia dónde se dirige el tren de la muerte. 

Es como un proceso sigiloso en el que los tabúes primero solo se mencionan en privado, luego se discuten un poco más fuerte, después incluso se hablan en público, finalmente son exigidos a gritos por una minoría, para luego hacerse socialmente aceptables, se declaran un programa, luego un acto y finalmente incluso un deber.

En su programa básico, los Verdes exigen el “derecho de autodeterminación de las mujeres”, y eso significa: un derecho absoluto e irrestricto al aborto, lo que a su vez significa que las compañías de seguros de salud deben pagar estos costos y que prácticamente ningún médico pueda negarse a realizar un aborto. Así que cualquiera que se queje de la subida de sus cuotas al seguro de salud encontrará aquí la escandalosa explicación, entre otras cosas. Si las compañías de seguros de salud tienen que pagar los abortos, por supuesto que recaudarán el dinero de los contribuyentes. ¿Pero con qué derecho? Al fin y al cabo, el embarazo no es una enfermedad que se trate con el aborto, aparte de la proporción relativamente pequeña de abortos que se realizan por una emergencia médica o por una violación. 

Los Verdes no son en absoluto los únicos que reclaman un derecho al aborto sin restricciones. La llamada “coalición semáforo” en Alemania ha abolido la prohibición de la publicidad de los abortos (párrafo 219 del código penal); y esto con el aplauso atronador de los diputados del SPD, los Verdes, el FDP y la Izquierda. La justificación oficial es que la prohibición de la publicidad (párrafo 219) dificulta que las mujeres se informen sobre la posibilidad de abortar. Pero esta justificación es sencillamente errónea: hoy nos gusta hablar de fake news —para aquellos que no hablan inglés entre nosotros, también son las llamadas simplemente noticias de contenido falso. Pero, ¿por qué? Porque, de todos modos, está previsto buscar asesoramiento previo, lo que, por cierto, se deriva del compromiso de hacer justicia a la protección de la vida y la autodeterminación de los futuros padres. Este compromiso, recogido en el artículo 218 del Código Penal, establece que, aunque el aborto es ilegal, este acto ilícito no se castiga si previamente se busca asesoramiento. La prohibición de la publicidad también forma parte de este compromiso y también es una consecuencia lógica, ya que el asesoramiento informa a las personas afectadas sobre todos los posibles pasos posteriores. En otras palabras, la supresión de la prohibición de la publicidad equivale a un incumplimiento del contrato, ya que viola el compromiso. Probablemente no sea más que un paso más hacia la legalización total del aborto y el entierro del párrafo 218.

En otras palabras, no se trata tanto de suprimir la prohibición de la publicidad —es decir, de eliminar el apartado 219— sino de eliminar los obstáculos que siguen existiendo y que dificultan el aborto. Y con ello alcanzar la meta final, que es borrar totalmente el párrafo 218. La supresión de la prohibición de la publicidad no es más que una etapa en el camino hacia la legitimación fundamental de todo aborto. 

Son significativas las declaraciones del presidente de la asociación federal “pro familia” (que es cualquier cosa, menos a favor de la familia), que dijo en una entrevista con el “Apotheken Umschau” en febrero de 2022: “Pero la abolición [de la prohibición de la publicidad] es solo un paso”. Y luego dijo: “El aborto debe ser reconocido como un servicio médico y no como una acción que debe ser castigada, como ocurre actualmente, jurídicamente hablando”. La asociación “pro familia” no solo aboga por la abolición del párrafo 219, sino que también aboga abierta e inequívocamente por la abolición del párrafo 218. Y esta asociación anti-familia también es apoyada por el ­Ministerio Federal de Asuntos Familiares, es decir, con el dinero de sus impuestos y los míos. 

En una declaración final de un congreso de expertos sobre el párrafo 218 se dijo: “Ya es hora de que en Alemania, sin distinción de partidos, se aborde una regulación legal moderna y completa del aborto fuera del código penal”. Y cuando vemos cómo las asociaciones más diversas y también la política van en contra de la ley vigente y hablan del devenir de la vida en el vientre materno como si se tratara de un trozo de excremento de pollo, entonces está justificado hablar de una guerra, una masacre y un genocidio.

El ministro alemán de Justicia, Marco Buschmann, del FDP, afirmó que la supresión de la prohibición de la publicidad no cambiaría el concepto de protección de la vida del no nacido. En realidad, sin embargo, hace tiempo que se ha decidido —por parte de los tres partidos que componen el actual Gobierno— abolir por completo este concepto ya debilitado de la protección de la vida por nacer. El acuerdo de coalición del SPD, los Verdes y el FDP también afirma: “Los abortos deben formar parte de la formación médica y de la educación continua. La posibilidad de abortar gratuitamente forma parte de una atención sanitaria fiable”. 

Como ya se ha mencionado, el levantamiento de la prohibición de la publicidad no es más que una nueva maniobra para negar de forma incontrolada, impertinente y desmedida el primer aliento a la vida inocente. Por ejemplo, Katrin Göring-Eckardt, del Partido Verde, declaró en una entrevista con el “taz” en 2019, entre otras cosas: “La supresión del párrafo 218 es una exigencia de los Verdes. Yo también represento esta demanda”. Y afirmó claramente: “Como Verdes, también presentaremos iniciativas legislativas sobre el apartado 218. Solo tenemos que ver cómo y cuándo lo haremos”. Y en la última campaña electoral fue un objetivo promovido, especialmente por los Verdes y la Izquierda, de eliminar el párrafo 218 sin reemplazarlo, lo que legalizaría así cualquier aborto hasta inmediatamente antes del nacimiento. 

En el llamado derecho de autodeterminación de la mujer, la mujer es la única que debe decidir si quiere llevar un hijo a término o no… y si decide no hacerlo, usted, como buen contribuyente y asegurador obligatorio de salud, debe financiar ese aborto con sus aportaciones, ya que supuestamente es en interés de toda la sociedad que los niños sean literalmente desmembrados en el vientre materno. Alguien dijo una vez con mucho acierto: “En lo que respecta a la decisión de abortar, hay un individuo en el que no se piensa en absoluto, y ese  es el ser abortado. Me he dado cuenta de que todos los que defienden el aborto ya han nacido”. 

El aborto también se propaga dentro de la ONU y sus suborganizaciones, por ejemplo como un importante instrumento contra la superpoblación y en la lucha contra el calentamiento global (o cambio climático, como le quieran llamar). 

El hecho es que con la supresión del párrafo 219 —la prohibición de la publicidad— es solo un paso muy pequeño para la supresión del párrafo 218 y la consiguiente legalización completa de todos los abortos hasta el noveno mes de embarazo. Ese es el objetivo declarado, y quien afirme lo contrario es un ingenuo o un mentiroso. 

Déjame preguntarte esto: ¿No es francamente absurdo prohibir la publicidad del tabaco y señalar los alimentos insalubres, pero permitir la publicidad del asesinato de niños y no señalar de ninguna manera las graves consecuencias de un aborto? Ahora algunos pueden decir: “Espera, pero esto no se trata de niños, sino de un conjunto de células; ¡y la vida futura no es comparable a la vida existente!” 

Veamos primero lo que la Biblia tiene que decir sobre esto, y luego te confrontaré con algunos hechos médicos. Jeremías 1:5 dice: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué…”. Está claro que la creación de un ser humano no comienza en la sala de partos, sino en la concepción. El Salmo 139:13-14 dice: “Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho….” (LBLA). Si a un ateo y evolucionista convencido no le impresiona esto, puedo entenderlo, pero no puedo comprender por qué al mismo tiempo hace tanto escándalo por salvar el clima y se pronuncia con vehemencia contra la experimentación con animales. Y continúa con lo que dice la Biblia en relación con la vida concebida pero aún no nacida, en Job 31:15: “El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él? ¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz?” Y cuando pensamos en la historia de la Navidad, leemos en Lucas 1:41: “Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre…”

Y esto coincide con los hechos:

A partir de la tercera semana de embarazo, el sistema nervioso, la médula espinal y el cerebro del niño son detectables. En otras palabras, no se trata de un conjunto de células muertas, sino que ya hay vida. A partir de la quinta semana de embarazo, todos los órganos están presentes y listos para ser funcionales. A partir de la sexta semana de embarazo, el niño concebido mueve la cabeza, ejerce el reflejo vital de succión, nada, patalea y da volteretas; pensemos en el niño que rebota en el vientre de Elisabet. A partir de la duodécima semana de embarazo, todos los sistemas orgánicos trabajan juntos; el niño respira, traga, digiere y orina. A partir de ahora, a más tardar, también es sensible al dolor, que era también la razón por la que antes solo se permitía abortar hasta la duodécima semana de embarazo. Pero quieren alejarse de eso y permitir el aborto, preferiblemente hasta inmediatamente antes del nacimiento. Además, a partir de la duodécima semana de embarazo, el niño se aleja de los ruidos y se despierta y duerme al ritmo de la madre; el niño experimenta el mundo prenatal con sus sentidos; es capaz de actuar, aprender y sufrir, por lo que también se recomienda hablarle al niño en el vientre y acariciar el vientre de la madre. Y si un niño siente todo esto, ¿qué crees que experimenta cuando un tubo de succión lo hace literalmente pedazos?
Teniendo en cuenta estos hechos, ¿es una exageración hablar de una guerra olvidada? Cada uno puede pensar lo que quiera al respecto, pero en mi opinión estamos en una guerra y además contra nuestro propio pueblo, y específicamente, nuestros propios hijos. Pero, ¿quién concede asilo a las víctimas; quién levanta la voz contra estos crímenes inhumanos? ¿Y quiénes, por favor, son los belicistas, los agresores y los asesinos bestiales? Además de los que practican el aborto, abortan o coaccionan el aborto, son los políticos y las asociaciones los que hacen todo esto posible y no hacen nada para proteger la vida concebida. 

Imagínese, en lugar de ser bombardeados diariamente con algunas cifras de incidencia, nos enteraríamos en las noticias: “Esta semana, 2,000 niños fueron abortados, ninguno de ellos sobrevivió”; o quizás, algo así: “Este día 300 niños fueron desmembrados en el vientre materno, niños cuyos órganos estaban completamente desarrollados y que sentían emociones y dolor”. Me pregunto cómo sería la situación, si viéramos en la televisión imágenes de cómo se produce un aborto de este tipo y cómo la vida no nacida en el vientre materno lucha desesperadamente por vivir, pero es incapaz de escapar. No solo es una guerra olvidada, sino también una guerra de la que no se informa. Una mención de los hechos no es deseada aquí; es más, es un tabú absoluto, porque incluso se hacen esfuerzos para difamar y silenciar a los que están a favor de la vida. 

Parece que la izquierda radical de Antifa, que regularmente interrumpe las manifestaciones de los antiabortistas y las obstruye hasta el extremo, es bienvenida. Sin embargo, nunca he oído una protesta de los políticos por tanta intolerancia y odio. Imagínate que los contramanifestantes interrumpieran un Christopher Street Day de esta manera. El clamor se estaría escuchando hasta la luna y hace tiempo que se habrían tomado medidas para evitar que estas cosas volvieran a suceder. 

No es mi intención acusar a las mujeres que puedan haber abortado, pero sí puedo y quiero exclamar con fervor a todas las mujeres embarazadas: Decídase por su hijo, será una bendición para Ud. Me gustaría hacer una exhortación a los políticos: ¡Tengan la valentía, sea cual sea el partido al que pertenezcan, de defender con claridad y firmeza la vida no nacida!

Y nosotros, que creemos en Jesucristo de todo corazón, no debemos ser indiferentes a esta guerra. Deberíamos, siempre y cuando sea posible, defender claramente la vida. Por mi parte, no votaré a ningún diputado o partido que haya hecho suya la causa del asesinato de miles y miles de niños. 

Recuerda: “Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor” (Sal. 127:3). ¡Que el Señor te bendiga!

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad