¿Cómo se debe entender la parábola de la semilla de mostaza plantada en Mateo 13:31-32?
Pregunta: ¿Cómo se debe entender la parábola de la semilla de mostaza plantada, que crece para ser un árbol grande, “de tal modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”?
Respuesta: Esta parábola nos quiere mostrar que el reino de Dios crece desde los pequeños comienzos hasta llegar a ser una religión mundial. Comenzó como algo muy pequeño. Recordemos la humildad y clandestinidad del Hijo de Dios, nacido en el pueblito judío de Belén, crecido en la despreciada Nazaret y muerto vergonzosamente en la cruz.
Es digno de notar que una semilla de mostaza, por naturaleza, no se convierte en un árbol, y mucho menos en un gran árbol. La semilla de mostaza pertenece a la línea de las coles y crece en forma herbácea, alcanzando una altura entre los 30 y los 80 cm. Con esto se nos deja claro que el cristianismo crece de manera sobrenatural. Bajo su “techo” hay, tanto los verdaderos seguidores de Jesucristo, o sea las ramas, como también muchos otros, o sea las aves que hacen sus nidos, es decir cristianos nominales y los que aparentan serlo.
Esto el Señor Jesús lo enfatiza también en otro pasaje: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: ¡Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad!” (Mt. 7:22-23).
La semilla de mostaza se ha convertido en un árbol “sobre naturalmente” grande, en cuyas ramas también encuentran lugar personas que no son cristianos. Estas son personas que quizás den buenas prédicas (profeticen), ejerzan servicios de liberación (expulsión de demonios) o realicen sanaciones de enfermos en el nombre de Jesucristo (milagros), pero aun así Jesús los llama hacedores de maldad. ¡Qué trágico y qué advertencia para nosotros! No es oro todo lo que brilla. Ni todos los que nombran a Jesucristo realmente son cristianos nacidos de nuevo.
Samuel Rindlisbacher