¿Nos ven nuestros queridos que durmieron en el Señor?

Pregunta: En una publicación cristiana, leí que nuestros muertos tienen parte en nuestra vida. Cierto tiempo atrás, después de la muerte de mi querida esposa, algunas personas querían consolarme y me dijeron que ella ahora no solo está con el Señor, sino que me ve y me mira en todo lo que hago aquí en esta Tierra. Mi esposa murió creyente, y problablemente, me espera. Para mí, sería un gran consuelo saber que ella me puede ver siempre o aun interceder por mí. Pero, ¿dice la Biblia algo concreto respecto a esto? ¿Existe una referencia bíblica que lo confirma?

Respuesta: Es muy comprensible que uno quiera la cercanía de un ser querido partido, y querer tener aún comunión con él o ella, e intercambiar pensamientos. Pero el Señor lo prohibió expresamente. Recuerde Dt. 18. Dice en los versículos 11 y 12 que es abominación ante el Señor el preguntar a los muertos. Queda en pie el hecho de que aquellos que ya vencieron y están en la gloria forman parte de la “gran nube de testigos” que nos rodea, como lo dice Hebreos 12: 1 literalmente. ¿Acaso es así que el esposo, la esposa o el hijo partido compartan nuestros sufrimientos? No se dice esto aquí. Según mi conocimiento de la Escritura, ellos tienen parte solo en nuestra victorias por fe. En Hebreos 11, nos son presentados los héroes de la fe quienes murieron también en la fe. Luego Hebreos 12:1 nos exhorta justamente por eso a despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia, ya que tenemos en derredor nuestro tan grande nube de testigos. Por el Espíritu de Dios, podemos tener cierta noción de la gloria indecible que experimentan los que nos precedieron. Ya no ven sufrimiento, tampoco escuchan clamores y ya no derraman lágrimas. Pero, según Hebreos 12:1, se les permite ser testigos de nuestra victoria por fe. Esto es todo lo que la Escritura dice sobre ello. Todo lo que es más de esto, de mal procede. ¡No busque ya comunión con quienes están con el Señor! Aquello que el Señor les permite ver lo determinó solo en Su santo designio. Pero nosotros todavía no vemos, sino llegaremos después –¿quién sabe cuán pronto?– del creer al ver.

Wim Malgo

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