Molestias de edad
Pregunta: En mi necesidad, me permito dirigirme a usted. He confesado mis pecados, pero no habrá sido con sinceridad. Tengo 67 años y ya no puedo guardar nada en la memoria. Esto me oprime mucho, porque a menudo me arrodillo y no sale de mis labios ninguna oración.
Respuesta: He orado por usted. Cuando leí que usted ya no puede guardar nada en la memoria, y sufre por tanto por esa debilidad física, me vino a la mente la palabra del salmista: “Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmos 73:26). Dios oye también su gemir, las palabras no pronunciadas. Está escrito: “Antes que clamen, responderé yo” (Is. 65:24). Lea, por favor también la preciosa verdad registrada en Hebreos 11:6: “…es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Esto es todo. Acérquese a Él con santa reverencia por la sangre de Jesús y crea que Él existe. ¡Todo lo demás lo hace Él! Lo importante no son sus palabras sino el sentir de su corazón. Pues está escrito también: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Ro. 8:26). Abarca también un maravilloso secreto agradecer sencilla e infantilmente por la redención mediante la preciosa sangre de Jesús, por haber sido redimido –también usted– del poder y de la culpa del pecado y por ser propiedad de Él. Si usted lo hace, llegará a sentir gozo y ya no tendrá que esforzarse para poder orar. Entonces su vida es una oración. ¡Extiéndase usted de todo corazón hacia Él que realmente existe! ¿Cree usted que Él existe? ¿Cree usted que Él ahora está cerca de usted? “Busca a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto está cercano” (Is. 55:6). ¡El está muy cerca de usted! Se lo digo otra vez: depende de su actitud de corazón, porque el Señor dice: “y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13) Lo que usted dice entonces delante de Él, lo que gime y llora, es de importancia secundaria. El busca su corazón. Por favor, comience a practicarlo, diciendo sencillamente al Señor: “Señor, Tú sabes todas las cosas, Tú sabes que te amo”. Que el Señor le bendiga dentro de la bendición que es el envejecer. Salmos 103:5 es también para usted, a pesar de que en su cabeza todo parece ser un lío. Hay épocas en que reina confusión en nuestra vida espiritual. Entonces, la salida no es la de decir que no debería reinar confusión. No se trata de tener razón o no tenerla. Dios nos trata de una manera que, en el presente, todavía no podemos comprender. Solo atravesando esta confusión, comprenderemos qué es lo que quería Dios lograr con ella.
Wim Malgo