La elección del cónyuge
Pregunta: En I Corintios 7:39 está escrito: “La mujer casada está ligada por ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor”. Yo lo comprendo así; podemos elegir a nuestro cónyuge nosotros mismos, solo que sea una persona de fe. ¿O puede ser aún contrario a la voluntad de Dios cuando dos personas creyentes contraen matrimonio?
Respuesta: Claro que es posible contraer matrimonio contra la voluntad de Dios aunque los dos cónyuges sean creyentes. Sobre todo un hijo de Dios, antes de dar un paso tan vital, debe escudriñar la voluntad de Dios en oración. Muchos que no tuvieron paciencia para esperar la guía del Señor en esta cuestión decisiva, se precipitaron en una desgracia para toda la vida.
En este contexto pienso sobre todo en el “pánico de último momento” que lleva a varias hermanas a casarse así no más porque tienen miedo de perder la última oportunidad. Pero después, cuando ya es demasiado tarde, siguen las lágrimas y los gemidos: ¡ojalá no lo hubiera hecho! Deja, por eso, que pasen posibles candidatos de matrimonio y diles un “no” amoroso si no estás completamente segura de que el Señor diga: “Levántate... porque este es” (I Sam. 16:12). Y si todas, alrededor de ti, se casasen una tras otra y tú te quedas sola, espera al Señor pese a todo. Toda buena dádiva y todo don perfecto procede de El (Santiago 1:17). Pero se necesita un buen oído del Espíritu porque es muy fácil seguir los impulsos meramente sentimentales y humanos respecto a esta decisión crucial confundiéndolos con la voluntad del Señor. Muchos tienen una mala conciencia y oran entonces más o menos así: “Señor, si no es Tu voluntad, impídelo”, etc. Pero, te digo, el Señor no impide nada que nosotros queramos de todos modos, a no ser que Le hayamos rendido incondicionalmente nuestra propia voluntad antes de tomar tal decisión. Entonces, sí valen Isaías 30:21 y Salmos 32:8, y también Juan 16:13.
Wim Malgo