¿Duerme el alma de una persona muerta o entra inmediatamente al paraíso?

Pregunta: Usted escrbió en un artículo que el espíritu y el alma de un hijo de Dios, cuando este muere, entran inmediatamente en el paraíso. En este contexto usted se refirió a las palabras de Jesús dirigidas al malhechor: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Más aqui se plantea la siguiente pregunta:¿por qué, pues, no consuela Pablo a los creyentes en 1 Tesalonicenses 4:13–18, señalando hacia el malhechor y diciéndoles que el espíritu y el alma de los que partieron ya están con el Señor? Si Pablo explica en el versículo 15 que él les dice estas cosas “en palabras del Señor”, entonces estas afirmaciones tienen un peso especial por no representar la opinión del apóstol sino una verdad que le había sido revelada por el Señor. Según esta “palabra del Señor”, nosotros quienes vivimos, que habremos quedado, “no precederemos a los que durmieron”. Los Tesalonicenses se preocupaban por los creyentes ya muertos. No creían que ellos ya estuvieran con el Señor porque de no ser así no hubieran tenido que estar triste. Pablo tampoco les dice que ya están con el Señor sino, al contrario, les dice –en palabra del Señor– que ninguno precederá a otro. Más bien los creyentes muertos serán resucitados y, simultaneámente con los creyente vivos que serán transformados, arrebatados hacia el encuentro con el Señor en el aire y así estar para siempre con el Señor. Si el espíritu y el alma de los muertos ya estuvieran con el Señor, Jesús seguramente se lo hubiera revelado a Pablo.

Respuesta: La conclusión que usted saca de I Tesalonicenses 4:13–18 es equivocada. Pues allí no consuela a los creyentes en Tesalónica con relación al hecho de que ellos, al morir, estarán con el Señor. Tampoco quiere confortarlos por causa de los que ya partieron para el hogar celestial, sino los consuela con la maravillosa esperanza del arrebatamiento. Y porque el arrebatamiento, según 1 Corintios 15, es un misterio, subraya expresamente que es una palabra especial del Señor.

Por la esperanza del arrebatamiento Pablo asegura, pues, que estaremos primero, siempre con el Señor y por eso unidos con Él, (v. 17), y en segundo lugar, que estaremos también unidos con nuestros amados que ya nos precedieron. Sí, él explica también expresamente que ellos recibirán el cuerpo de gloria antes que no­sotros quienes vivimos y hayamos quedado. Pablo no dice en ninguna parte que un hijo de Dios al cerrar sus ojos entrará en un estado sin conciencia. Porque él sabe muy bien que los muertos, en lo que a su cuerpo se refiere, se durmieron, pero en lo que concierne a su espíritu y alma, se encuentran en el paraíso. Esto consta también de otras referencias bíblicas, como por ejemplo, 2 Corintios 5:1 y 8. O, recuerde también Filipenses 1:23, donde Pablo dice: “…teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”. Por tanto, el apóstol dice con aquello que cita “en palabra del Señor, que nosotros no precederemos a los que se durmieron en Cristo”, lo que a la recepción del cuerpo glorificado se refiere, que será semejante a Su cuerpo de la gloria (Fil. 3:21). Los hijos de Dios que durmieron esperan la recepción de ese cuerpo. Lo recibirán en la primera resurrección. Solo entonces, cuando ellos tengan este cuerpo de gloria, su bienaventuranza será perfecta, y queda claro que nosotros los que vivamos y hayamos quedado hasta el retorno de nuestro Señor, no les precederemos. Vuelvo otra vez sobre las palabras de nuestro Señor, dirigidas al malhechor en la cruz. ¿Pronunció Jesús en la cruz algo que no fuera la verdad al prometer al malhechor: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Los adventistas que también enseñan la doctrina del sueño del alma, escapan de este dicho irrefutable del Señor afirmando que el no dijo: “hoy estarás conmigo en el paraíso”, sino: “De cierto te digo hoy, que tú estarás conmigo en el paraíso”. Pero como nuestro Señor nunca hablaba palabras superfluas, hay que rechazar esta afirmación como algo que lleva a la equivocación. Pues carecería de sentido decir: “Hoy te digo…” Deje por eso a los del sueño del alma. ¡Ellos estarán muy asombrados al darse cuenta en “la otra orilla” de que viven todavía!

Wim Malgo

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