¿Diferencia entre persona y sangre?

Pregunta: En una reunión de oración, estando presente un considerable grupo de personas, un hermano mayor, en su intercesión pidió, entre otras cosas, la protección y el poder de la sangre de Jesús. El hermano que dirigió la reunión corrigió esa oración en la corta devoción posterior, dando las siguientes razones:
a) orar por el poder de la sangre de Jesús es contra la Escritura por que el poder está sólo en el Espíritu Santo,
b) hay algo como magia en tal oración por el poder de la sangre si ésta es mencionada en la oración como una cosa autónoma e independiente. ¿Qué opina usted en cuanto a esto?

Respuesta: Creemos de todo corazón en el maravilloso poder de la sangre de Jesús, testificado tan a menudo y tan insistente y claramente en la Escritura. Lea sólo Efesios 1:7: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” Es justamente el Espíritu Santo el que vivifica y hace eficaz la sangre de Jesús, derramada una vez (comp. I Pedro 1:2). Es su sangre mediante la cual además de habernos purificado (I Juan 1:7) nos ha redimido de la “vana manera de vivir”, recibida de los padres (comp. I Pedro 1:18-19). Sí, por la preciosa sangre de Jesucristo nosotros, quienes éramos impíos, fuimos justificados delante de Dios (Rom.3:25). Esta maravillosa y santa sangre de Jesús es Su vida eterna derramada mediante la cual El nos ha hecho cercanos a Dios, a nosotros quienes estábamos lejos de El (Ef. 2:13), y de esta manera El hizo la paz con nosotros quienes vivíamos en enemistad contra el Dios eterno, mediante la sangre de Su cruz (Col. 1:20). Existe una sola cosa que no es purificada por la sangre de Jesús, ésta es nuestro ser, nuestro yo, porque éste debe ser crucificado (Gálatas 2:19-20). Todo esto es una maravillosa realidad, y sin embargo, ¡no debemos separar nunca la sangre de Jesucristo de la persona de nuestro Señor!

Si nuestro bendito Señor nos llama repetidas veces, en Juan 6:51-56, a comer Su carne y beber Su sangre (algo que el hombre natural no puede comprender por encontrarlo carente de estética), El no quiere decir otra cosa con esto que debemos recibir a todo el Cristo en nosotros

Lo experimentamos principalmente por la participación en la Cena del Señor: el pan roto= Su cuerpo, la copa= Su sangre. Un espíritu exaltado comienza a ocupar lugar tan pronto como los creyentes empiecen a separar la sangre de la persona del Señor Jesús. Por eso nunca se deberá orar: “Señor, rocía esta sala con tu sangre” sin pedir simultáneamente: “llena esta sala con Tu santa presencia.” Porque, lo repito, la persona del Señor y Su sangre son una sola cosa ya que la Escritura enseña en Hebreos 1:3 que El realizó “la purificación de nuestro pecados, por medio de si mismo.” Aquí se unen la persona de Señor y Su sangre de un modo impresionante. Al exhortarnos en Hebreos 10:29 a no tomar por inmunda la “sangre del pacto”, esto quiere decir que no nos aferremos conscientemente a ciertos pecados después de haber sido santificados por la sangre. Usando la expresión de la sangre, se habla así de Su perfecta obra de salvación, y con esto de El mismo.

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