¿Debo renunciar?

Pregunta: Hace 14 años que trabajo como representante de una empresa que vende forrajes. Como usted tal vez sepa, la agricultura es el área profesional más reciente que está siendo también ahora controlada por numerosas organizaciones. Son las organizaciones de procesamiento de la carne, el servicio de salud de animales para cría y ceba, etc. Sé, por la Palabra de Dios, cómo será el futuro y sencillamente tengo problemas con recomendar a clientes nuevos y viejos a estas grandes organizaciones de empresas. Pues no pasamos de ser ayudantes del diablo para que la gente, debido a ganancias elevadas y, muchas veces, también mediante altas inversiones, sea preparada para recibir la señal de la bestia. ¿Qué debo hacer, renunciar o esperar?

Respuesta: De ninguna manera usted debe abandonar el trabajo en esa empresa sino dejarse guardar mediante la protección por la sangre de Jesús. Pues estamos en este mundo malo como hijos de Dios, pero el mundo no está en no­sotros. Mientras un barco navega en el agua, no sufre daño, pero ¡ay del barco en que entra el agua!

Todo trabajo que se hace hoy día –sea cual fuera la empresa– se hace directa o indirectamente para el anticristo. El mundo trabaja para construirle su trono. Pero su trabajo está en el Señor, esto quiere decir: usted no existe por causa del trabajo, sino que el trabajo no pasa de ser para usted un medio que le sirve para poder mantenerse en este mundo hasta que venga el Señor Jesús. No existe otro camino para nosotros los creyentes, pues de no ser así, tendríamos que “salir del mundo” (1 Co., 5:10). ¿Qué piensa usted acerca de nuestro bendito Señor Jesucristo, Dios mismo, el cual era sin mancha, sin pecado, y se hizo hombre, comiendo y bebiendo lo mismo que los pecadores, de modo que los piadosos lo miraban con desprecio, tildándole de compañero de los pecadores y publicanos? Pero, ¿qué dice la Escritura en Hebreos 7:26: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” Justamente porque Jesús estaba completamente apartado del pecado, precisamente por ello no era un punto de transición para el pecado sino el punto final. Podía así tratar con los pecadores, sí aun más: quitó el pecado del mundo en la cruz del Gólgota. Él estaba en el mundo, pero no era del mundo. Él oró así también a favor de Sus discípulos en la oración sumo sacerdotal: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). Y así el Señor quiere guardarle también a usted en una perfecta comunión con Él, sin mancha y reproche, hasta que Él venga.

Wim Malgo

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