¿Casamiento con un (una) incrédulo (a)?
Pregunta: Me convertí cuando era una joven, pero después llegué a ser infiel. Me tranformé en un “Demas”. Era en aquella época que conocí a mi esposo. A pesar de que una voz interior me decía muy claramente que no debía casarme con ese hombre –ya que él no creía en nada– y que debía volver a mi Señor, realicé mi propia voluntad y me casé.Esta decisión errónea tuvo por consecuencia una serie de otros pecados graves, hasta un aborto, el asesinato de mi hijo no nacido.¡Horrible! Hubo épocas cuando quise volver al Señor, pero no sucedió ninguna verdadera penetración hacia Él en mi corazón. Con espanto, me enteré de que mi esposo había participado en una sesión espiritista y que le era imposible creer. Cuando entonces sí volví al Señor Jesucristo con toda resolución de mi corazón, mi esposo se ofendió, y desde entonces ya hemos tenido muchos desacuerdos por causa de esto.
Tengo que soportar muchas consecuencias de aquello que me he acarreado por mi desobediencia. Uno de mis hijos tiene un trastorno síquico y rechaza a Jesús, hasta lo odia. Todo eso ya me ha causado muchas noches de insomnio, por no decir muchas lágrimas. Mucho de este sufrimiento (no puedo relatar todo en esta carta) no me hubiera sobrevenido si hubiera obedecido a la voz del Señor. Por eso, quisiera exhortar con toda insistencia a todas las jóvenes creyentes que están en peligro de cometer este mismo error. Sí, quiero gritarles a toda voz: ¡Dejen de relacionarse con hombres incrédulos... porque un casamiento así es el comienzo de la caída!
Respuesta: Debido a la última frase que usted escribió, publicamos su estremesedora carta sobre su vida. Pero en medio de este oscuro relato, no obstante, brilla la luz del hecho de que usted volvió al Señor “con toda resolución de su corazón”. Y por eso, querida hermana, le digo: ¡en el Señor usted tiene una esperaza viva! ¡Su sangre sana aún el daño más grave! Sí, Él cambia la maldición en bendición cuando un hijo de Dios se arrepiente de su apostasía de todo corazón.
Muchas mujeres que ahora son de más edad, han derramado muchas lágrimas por no haber prestado atención al hablar en voz baja, pero muy clara del Espíritu Santo que les decía cuando eran jóvenes: ¡este no es tu esposo! Las inclinaciones del alma y de la carne son tan fuerte que llevan a despreciar el criterio verdadero, la unica norma válida de nuestro actuar que es la Palabra de Dios. Ella, entre otras cosas, dice en forma clara: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” (2 Co. 6:14–15). Pero si uno quiere saberlo mejor, entonces, repentinamente, se encuentra uno frente al hecho irrevocable: ¡es demasiado tarde, ya no lo puedo cambiar! Mas justamente su caso comprueba que existe una gracia restablecedora en medio de la oscurísima noche de la desesperación. Y es gozo para Dios llevar de vuelta a Sí mismo a personas malogradas, errantes y desobedientes, por Su Espíritu y Su Obra. Sí, mediante el Señor Jesús.
Hemos orado al Señor, que Él la fortalezca en espíritu y que derrame sobre usted el espíritu de oración: ¡porque lo más difícil puede ser alcanzada, por el que lucha de rodilla! “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 15:57). ¡Ojalá nos encontremos también con usted en el momento del arrebatamiento delante del tribunal de Jesucristo ¡Esto sucederá muy, pero muy pronto!
Wim Malgo