Una iglesia inquebrantable

Nathanael Winkler

¿Cómo puede una iglesia permanecer inquebrantable en la vorágine del tiempo? La joven iglesia de Tesalónica nos lo demuestra. Una mirada a los hallazgos bíblicos. 

La Iglesia tiene una vocación elevada: es un “templo santo en el Señor”, una “morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:21-22) y el cuerpo de Cristo (Efesios 4:11-12). Por lo tanto, también debe esperar una fuerte oposición en este mundo, como la que experimentó la joven iglesia de Tesalónica en tiempos apostólicos. Nació en el plazo de tres semanas e inmediatamente tuvo que luchar contra la persecución. Sin embargo, se mantuvo firme. Hubo varias razones para esto: 

Una iglesia nacida de nuevo 
La iglesia de Tesalónica era una iglesia nacida de nuevo, una reunión (asamblea) de cristianos redimidos: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Ts. 1:1).

Era evidente que los tesalonicenses conocían al Señor Jesucristo como su Salvador. Leemos del nacimiento de la iglesia en Hechos 17:1ss., donde dice en el versículo 4: “Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas”.

Desde el principio, el mensaje salvador tuvo una fuerte resonancia entre los tesalonicenses. Pablo testificó: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección; pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros” (1Ts. 1:4-5). 

Aceptaron la palabra “en el Espíritu Santo”, que expresa su renacimiento. El Espíritu Santo habitaba en ellos; eran su templo. “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero…” (1Ts. 1:9).

Una iglesia devota 
El ministerio de Pablo y su equipo dejó huella: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo…” (1Ts. 1:6). 

El testimonio del apóstol como imitador de Cristo era contagioso. Los cristianos de Tesalónica no solo hablaban de su fe, sino que moldeaban su vida según el ejemplo de Pablo y sus compañeros. Su ejemplo demuestra la importancia de los modelos (cf. 1 Tesalonicenses 2:7-11). El cristiano se esfuerza por ser como Cristo. Y si todos fuéramos como Cristo, nos llevaríamos bien sin ningún problema. 

La iglesia de Tesalónica estaba entregada a la semejanza de Cristo y por eso reinaba el amor: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 1:3). Y: “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más” (1 Ts. 4:9-10).

Una iglesia que sufre
Los tesalonicenses creyentes no lo tuvieron fácil. Toda iglesia que se salva y se dedica a Cristo pasará por dificultades: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (1 Ts. 1:6).

Inmediatamente después de su primera venida, la iglesia sufrió persecución: “Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (Hch. 17:5-6; cf. 1 Tesalonicenses 2:14-16).

Una iglesia salvada, consagrada a Cristo, provocará la oposición del mundo. Jesús lo predijo:

“Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre” (Lc. 21:12-17).

“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Jn. 15:18-20).

Una iglesia que transforma vidas pasará por sufrimientos. La tradición dice que, de los doce apóstoles, once murieron como mártires. Una iglesia bíblica, cristocéntrica, debe esperar oposición y persecución. 

Una iglesia misionera
Los tesalonicenses eran misioneros en un doble sentido: por su vida ejemplar y por su testimonio oral. 

Pablo aborda su vida ejemplar en 1 Tesalonicenses 1:7: “…de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya…”. –Es sorprendente cómo el Espíritu de Dios obró en ellos y los transformó. En poco tiempo los tesalonicenses desarrollaron un estilo de vida rendido a Cristo; llegaron a ser como Jesús, eran modelos a seguir. Con sus vidas daban testimonio de su conversión. “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Ts. 1:9).

En 1 Tesalonicenses 1:8 Pablo señala el testimonio oral de los tesalonicenses y la proclamación de la Palabra de Dios: “Porque saliendo de vosotros, la palabra del SEÑOR ha resonado…” (lbla).

La palabra griega para “resonar” que Pablo utiliza en el texto básico, también contiene el concepto de eco. Ellos eran un eco de la Palabra de Dios: ¡La transmitían! El testimonio de un cristiano nunca debe ser independiente de la Palabra de Dios. Solo debemos transmitir el eco de la verdad de Dios. El Señor ha puesto su voz en nosotros: el Espíritu Santo y quiere que seamos eco de su verdad. 

Una iglesia en espera 
Los tesalonicenses eran una iglesia que esperaba el regreso de Jesús: “…y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:10).

Esta era una parte importante del Evangelio que Pablo predicaba. Cristo mismo prometió que volvería para que los suyos estuvieran con Él para siempre: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:1-3).

Una iglesia viva espera Su regreso (2 Pedro 2:3-4). Toda iglesia que se comprometa a ser lo que Dios quiere que sea, debe esperar conscientemente el regreso 
de Cristo. 

Las últimas palabras de Jesús en la Biblia son: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12). 

Saber acerca del regreso de Jesús nos impulsa a proclamar la salvación. Una iglesia que no cree en el regreso de Jesús, a menudo no se siente urgida por la recompensa inminente ni por la urgencia de salvar a los incrédulos del juicio. El Señor quiere que pensemos en Su regreso. 

Una iglesia firme 
Pablo exhorta a los tesalonicenses: “Porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor” (1 Ts. 3:8).

Estar firmes en el Señor significa dos cosas, estar firmes en la doctrina y estar firmes en el caminar. El apóstol testifica: “Por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe” (1 Ts. 3:7). 

¡Qué fuerte testimonio es cuando una iglesia no vacila en la doctrina ni flaquea en su decisión de amar!

Una iglesia fiel 
Pablo no tuvo que reprender ni convencer a los tesalonicenses en ningún asunto. Tampoco tuvo que defender su ministerio ni demostrar su autoridad. No era necesario que explicara detalladamente sus instrucciones, ya que los tesalonicenses se sometían fielmente a la palabra de Dios. 

A los corintios, en cambio, Pablo tenía que demostrárles todo. ¿Por qué? Porque no querían someterse a la Palabra. Esto no fue necesario con los tesalonicenses porque eran obedientes al Evangelio. 

“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Ts. 2:13). 

Esta es la clave: la obediencia total a la Palabra de Dios.

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