El verdadero Año Nuevo según la Biblia

One for Israel

En el mes de septiembre, Israel celebra Rosh ha-Shanah, el principio de un nuevo año. En la antigüedad, hubo pueblos gentiles que también celebraban su año nuevo en ese mismo mes, o sea, en otoño. Pero la Biblia indica otra fecha como principio del año, la cual tiene que ver con la historia de salvación de Dios con Israel y la humanidad.

Poco antes del milagroso éxodo de Egipto, Dios dijo a Moisés que el mes de la Pascua debía ser el primer mes del nuevo año. Así, según la Biblia, el primer día del primer mes y, por tanto, el comienzo del año, cae en primavera.

“Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año” (Éx. 12:2).

El Señor no mencionó ningún nombre para este mes en ese momento (recién más tarde le dio el nombre Abib; véase Deuteronomio 16:1). De la misma manera tampoco les había dado nombres a los días de la semana en el primer capítulo de Génesis. Estos se llamaban simplemente día primero, día segundo y así sucesivamente hasta el sábado. Del mismo modo, los meses se llamaban primer mes, segundo mes, etc. Los nombres de los meses vinieron después; hoy, Abib, el primer mes del calendario judío, se conoce como Nisán. Según la Biblia, este es el verdadero principio del año, el mes en que las tribus de Israel se convirtieron en una comunidad de fe y todo el pueblo emprendió su camino de fe con Dios.

Rosh ha-Shanah
En septiembre, el Año Nuevo judío (Rosh ha-Shanah, la “cabeza del año”) se celebra en la fiesta bíblica de las Trompetas. Ya en la antigüedad, los pueblos de alrededor comenzaban su año nuevo conforme al ciclo agrícola, cuando llegaban las primeras lluvias. Pero a diferencia de los otros pueblos, Dios dijo a su pueblo que su calendario sería muy diferente.

En lugar de alinear el calendario hebreo con el ciclo agrícola, Dios comienza el año con la gran historia redentora de Israel, una prefiguración de la redención por la sangre de Jesús en la cruz.

En aquel primer mes, el mes de Abib o Nisán, todo el pueblo de Israel fue redimido de la esclavitud por la sangre del cordero de Pascua. Todos ellos participaron de él por la fe y obedecieron la orden de Dios poniendo la sangre del cordero, de manera vertical, en los postes y, en dirección horizontal, en los dinteles de sus puertas. Con esto expresaron su confianza en que la muerte pasaría de lado sin tocarlos, como Dios se los había prometido.

Siglos más tarde, en esta misma fecha, la sangre del Mesías vertida en la cruz, en una tabla vertical y otra horizontal, salvaría a innumerables personas de la esclavitud del pecado y de la muerte: a todos los que confiarían en el sacrificio hecho por el Hijo de Dios. Mientras que el mundo se concentraba en el pan que necesitamos para nuestra vida física, Dios cambió el punto de vista y nos hizo entender que nuestra necesidad de salvación es aún mayor que nuestra necesidad de alimento —la vida es preciosa, pero la vida eterna lo es aún mucho más. 

Con respecto al Año Nuevo judío Rosh ha-Shanah, que se celebra en septiembre, hay que decir que la idea de que el año llegue a su fin en otoño no es del todo antibíblica. La fiesta de los Tabernáculos, también conocida como la fiesta de la cosecha, es descrita dos veces como una fiesta de final del año:

“También la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo” (Éx. 23:16). “También celebrarás la fiesta de las semanas, la de las primicias de la siega del trigo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año” (Éx. 34:22).

A pesar de esto, la Biblia afirma que el primer mes del año es en primavera, en el mes de la Pascua. A diferencia de las numerosas fiestas del Señor, Dios no ordena ninguna celebración de Año Nuevo, ni siquiera un descanso. Pero sin duda es este el verdadero y bíblico Rosh ha-Shanah, el solemne comienzo del año.

Un nuevo comienzo
El primero de Nisán no solamente es el comienzo del año nuevo, sino que se destacó en otra ocasión importante, cuando Dios le dijo a Moisés: “En el primer día del mes primero harás levantar el tabernáculo, el tabernáculo de la reunión” (Éx. 40:2).

En el monte Sinaí, Dios le enseñó a Moisés el modelo del Tabernáculo, y la obra quedó terminada cuando se iba a celebrar la fiesta de Pascua por primera vez después del gran evento en Egipto, la liberación de los hijos de Israel. Es decir, en el primer aniversario del éxodo, cuando se inauguró el calendario hebreo, Moisés y los israelitas terminaron la construcción del tabernáculo.

“Así, en el día primero del primer mes, en el segundo año, el tabernáculo fue erigido. Moisés hizo levantar el tabernáculo, y asentó sus basas, y colocó sus tablas, y puso sus barras e hizo alzar sus columnas. Levantó la tienda sobre el tabernáculo, y puso la sobrecubierta encima del mismo, como Jehová había mandado a Moisés” (Éx. 40:17-19).

Así como Dios extendió en el principio los cielos sobre la Tierra, se le indicó a Moisés extender la sobrecubierta sobre el tabernáculo. La expresión “extender” o “poner encima” es interesante y se encuentra repetidas veces en las Santas Escrituras; describe varias veces la obra de creación de Dios extendiendo los Cielos como una carpa sobre la Tierra: “Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé” (Is. 45:12).

También el Salmo 104 usa esta metáfora: “Tú eres el que se cubre de luz como vestidura, que extiende los cielos como una tienda” (v. 2; rva-2015). Se usa aquí la imagen del tabernáculo, la tienda de reunión, sobre el cual es extendida la cubierta (compárense también Salmos 19:4; Isaías 40:22; 42:5; 44:24; 51:13; Jeremías 10:12; 51:15; Zacarías 12:1). En hebreo hay varias palabras para “extender”. Algunas de ellas se usan también para describir la manera cómo se tejían las telas para el tabernáculo (por ejemplo, en Salmos 136:6 y Job 37:18). 

Además, la expresión nos habla de los querubines, que extendían sus alas sobre el propiciatorio. También nos hacen pensar en las personas que extienden sus manos hacia Dios en la intercesión por otros; y sobre todo en Jesús, quien extendió sus brazos en la cruz, cuando sacrificó su vida por nosotros, para atraer a Él a todos los hombres. 

Se terminó, pues, el tabernáculo y se llenó de la gloria de Dios el primer día del primer mes, exactamente un año después de la dramática liberación de Israel de Egipto. Para el pueblo elegido del Señor significó un nuevo comienzo. El tabernáculo nos recuerda el jardín de Edén, donde Dios podía tener comunión con los seres humanos.

Fue un nuevo comienzo, un camino de vuelta a cómo las cosas, en realidad, deberían ser. También para nosotros es posible un nuevo comienzo si recibimos el regalo del perdón y de la purificación por el sacrificio del Mesías, quien, con brazos extendidos, nos ofrece salvación.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).

Traducción del artículo “The Real New Year According to the Bible” (El verdadero Año Nuevo de acuerdo a la Biblia), publicado por primera vez en oneforisrael.org.

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