Fuerza espiritual para cada día
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” Romanos 8:16
La seguridad de la salvación es la feliz consecuencia del nuevo nacimiento. Hay una maravillosa seguridad que invade la vida del pecador que vino a Jesús, que recibió el perdón de sus pecados en la cruz, y que, a la vez, recibió el Espíritu Santo. Es precisamente esta seguridad, firme como una roca, que te inunda para poder decir: ‘¡Me transformé en un hijo de Dios!” Tal vez tú preguntes con admiración: ‘¿Es posible saber eso con tanta seguridad?” No solamente es posible saberlo, sino que además es necesario: “Para que sepáis que tenéis vida eterna.” Tal vez tú hayas estado en el camino del “cristianismo” por muchos años, sin embargo, no tienes la seguridad de la salvación ni del perdón de tus pecados, lo cual te convierte en una persona sumamente pobre.
Muchos piensan que es una actitud farisea afirmar que se es hijo de Dios. Frente a ese argumento respondemos: ‘Si bien puedo testificar que tengo la seguridad de la salvación, juntamente con eso testifico que ni yo mismo puedo comprenderlo, ya que simplemente era un pobre pecador. Solamente tengo una explicación para esta seguridad. ¡Dios me amó de tal manera que dio a su Hijo para que muriese por mis pecados en una cruz de maldición!”