Fuerza espiritual para cada día

“Por­que no ha­go el bien que quie­ro, si­no el mal que no quie­ro, eso ha­go.” Ro­ma­nos 7:19

¿No es es­te tu pro­pio re­tra­to? A ti te gus­ta­ría ven­cer tu ira, tus os­cu­ros vi­cios y tus pe­ca­dos, pe­ro no ob­tie­nes la vic­to­ria. ¿Por qué no? Por­que tu en­tre­ga no es com­ple­ta. “Sí”, di­ces, “cla­ro que me gus­ta­ría vi­vir to­tal­men­te pa­ra Je­sús, pe­ro no ten­go fuer­zas”. Dios no es­pe­ra fuer­zas de tu par­te, si­no to­do lo con­tra­rio. Si tú si­gues a Je­sús, no te vol­ve­rás fuer­te re­pen­ti­na­men­te, si­no que se­gui­rás tan dé­bil co­mo es­ta­bas an­tes. Pe­se a eso, es po­si­ble vi­vir una vi­da vic­to­rio­sa, pues la vic­to­ria del Se­ñor Je­sús en la cruz del Cal­va­rio es una re­a­li­dad. Allí en la cruz El ex­cla­mó: “Con­su­ma­do es.” ¿Se­rá, en­ton­ces, que en el mo­men­to de tu de­ci­sión, tú te ha­rás fuer­te de pron­to y re­ci­bi­rás la fuer­za pa­ra ven­cer? No, tam­po­co pa­sa eso. Se­gui­rás tan dé­bil co­mo an­tes, es más, has­ta te vol­ve­rás más dé­bil. Pe­ro, por me­dio de tu de­ci­sión lle­na de fe, li­be­ras una fuer­za que no tie­nes en ti mis­mo, pe­ro que es­tá a tu dis­po­si­ción. Jun­ta­men­te con tu sí, en for­ma to­tal, a Je­su­cris­to, que­da a tu dis­po­si­ción to­do Su po­der vic­to­rio­so. Ya no mi­res tus pe­ca­dos, ni mi­res tus de­bi­li­da­des. ¡Dios ya co­no­ce to­do eso! El sa­be la cla­se de cria­tu­ras que so­mos. Tam­po­co mi­res tus pre­o­cu­pa­cio­nes que tan­to te pe­san, mas bien, des­can­sa en los fuer­tes bra­zos de Je­sús.

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