Fuerza espiritual para cada día

“Y yo le ama­ré, y me ma­ni­fes­ta­ré a él.” Juan 14:21

Sea lo que sea que ha­ya su­ce­di­do en tu vi­da, se­an cua­les fue­ren los pe­ca­dos que ha­yas co­me­ti­do - si tú le di­ces al Se­ñor, co­mo Pe­dro le di­jo en su mo­men­to: “Se­ñor, tú lo sa­bes to­do; tú sa­bes que te amo.”, en­ton­ces, El se te re­ve­la­rá. La ra­zón por la que tú, co­mo hi­jo de Dios, no es­tás lle­no del Es­pí­ri­tu San­to es por­que el Se­ñor Je­sús, to­da­vía, no se te pue­de re­ve­lar. Exis­te un gran nú­me­ro de per­so­nas que cre­en sin­ce­ra­men­te en Je­su­cris­to, sin em­bar­go, aun hoy día, les fal­ta la re­ve­la­ción del mis­mo Se­ñor. Es cier­to que quien cree en El ex­pe­ri­men­ta Su vic­to­rio­so po­der. Pe­ro, aquí arri­ba­mos a un pun­to más pro­fun­do: El Se­ñor se re­ve­la a aquél que de­mues­tra su amor ha­cia El a tra­vés de la obe­dien­cia a Su Pa­la­bra. Y si el mis­mo Dios se te re­ve­la, eso no acon­te­ce­rá pa­ra tu be­ne­fi­cio pro­pio. Muy por el con­tra­rio, tú re­ci­bi­rás del Se­ñor la ta­rea de trans­mi­tir­le a otros esa re­ve­la­ción. Pe­dro es­cu­chó el lla­ma­do: “Apa­cien­ta mis cor­de­ros... pas­to­rea mis ove­jas.” En el ca­so de Pe­dro, ve­mos co­mo el amor ger­mi­na y cre­ce. Pe­ro el amor de Dios es eter­no, ya que el mis­mo Dios es amor. Cuan­do nos lle­na­mos del Es­pí­ri­tu San­to, El nos une con Dios por me­dio de Cris­to, y así Su amor es im­plan­ta­do en nos­otros y co­mien­za a cre­cer.

ContáctenosQuienes somosPrivacidad y seguridad