Fuerza espiritual para cada día
“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.” Eclesiastés 5:2
“Nunca más”, has dicho delante del Señor en oración y, he aquí, poco tiempo después, otra vez fue así. “Nunca más, Señor quiero cometer este pecado” pero, en realidad, nunca te has liberado de ese pecado, permaneces atado a él. ¿Por qué le prometemos tanto al Señor y, sin embargo, no lo cumplimos? Porque nuestras decisiones son tomadas en nuestra mente, en el ámbito sentimental. Y no hay nada tan cambiante e inconstante como nuestros sentimientos anímicos, de manera que nos olvidamos rápidamente del Señor y, aún mucho más, de lo que le hemos dicho y prometido. “Bueno”, dices entonces, “yo no puedo hacer nada por esto, yo soy así.” ¡Esa no es una disculpa! Bien puede que seas débil, pero no necesitas continuar siéndolo toda la vida. El Señor te ha proporcionado un arma potente y maravillosa para liberarte de tus sentimientos anímicos: La espada de la Palabra de Dios, que separa alma y espíritu. Pero una cosa tiene que ser enfatizada: La aceptación teórica de la Palabra no provoca la separación del alma y del espíritu. Mas si esta división tuvo lugar en verdad, entonces nuestras promesas ante la presencia del Señor adquieren un peso eterno.