Fuerza espiritual para cada día

“No os acor­déis de las co­sas pa­sa­das; ni con­si­de­réis las co­sas an­ti­guas. He aquí que yo ha­go una co­sa nue­va; pron­to sur­gi­rá. ¿No la co­no­ce­réis? Otra vez os ha­ré un ca­mi­no en el des­ier­to, y rí­os en el se­que­dal.” Isa­í­as 43:18-19

He­mos pa­sa­do el um­bral de un nue­vo año. Pe­ro ¡cuán­tas oca­sio­nes de dar tes­ti­mo­nio has per­di­do el año pa­sa­do! ¡Cuán­tos pe­ca­dos de omi­sión y cuán­ta des­o­be­dien­cia hu­bo en tu vi­da! Tie­nes ra­zo­nes pa­ra des­a­len­tar­te cuan­do mi­ras ha­cia atrás. Sin em­bar­go, hoy pue­des ve­nir al Se­ñor con to­das tus fa­llas. ¡Qué Dios ma­ra­vi­llo­so, que per­do­na nues­tros pe­ca­dos! Aun­que ha­yas fa­lla­do en mu­chí­si­mas oca­sio­nes, El no te re­cha­za. “¿Dón­de hay Dios co­mo Tú, oh Se­ñor?” La san­gre de Je­su­cris­to te ga­ran­ti­za, hoy mis­mo, la com­ple­ta pu­ri­fi­ca­ción y res­tau­ra­ción. De tu par­te, la úni­ca con­di­ción es una sin­ce­ra hu­mi­lla­ción. Lue­go, El te di­ce: “No os acor­déis de las co­sas pa­sa­das; ni con­si­de­réis las co­sas an­ti­guas.” El que ha ex­pe­ri­men­ta­do es­ta gra­cia per­do­na­do­ra, odia­rá el pe­ca­do y ten­drá una vic­to­ria des­pués de otra: “Irán de po­der en po­der, y ve­rán a Dios en Sion.”

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