Fuerza espiritual para cada día
“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” 1 Juan 3:3
La esperanza en Jesús, la búsqueda de Su presencia, exige una purificación interior cada vez más profunda. Aproximarmos cada vez más a la persona de Jesús, nos obliga a una purificación cada vez más profunda, debido a Su propia naturaleza. ¿Qué significa esto en la práctica? Significa que, cuanto más nos allegamos a Jesús en el tiempo, más debemos parecernos a él. ¿Pero cómo sucede esto? Es el resultado de nuestra progresiva santificación, que paso a paso nos conduce más cerca de la imagen del Señor: “Seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” Ahora quisiera hacerte una pregunta muy seria: ¿Tu aproximación interior al Señor acompaña tu aproximación exterior? ¿Es tu corazón cada vez más fervoroso y cada vez más semejante a Jesús? ¿En qué consiste la expresión concreta de esta santificación progresiva? En el hecho de que las características de Jesús se transparenten más en nuestra vida. Cuanto más clara es nuestra meta, más nos allegamos a Jesús, y más nos capacitamos para confiar única y exclusivamente en El. Esa orientación en dirección a Su persona nos da una confianza cada vez más fuerte, y nuestra esperanza se torna viva. La esperanza es una expresión de la fe.