Fuerza espiritual para cada día

“He aquí os doy po­tes­tad de ho­llar ser­pien­tes y es­cor­pio­nes, y so­bre to­da fuer­za del ene­mi­go, y na­da os da­ña­rá.” Lucas 10:19

Por me­dio de es­tas pa­la­bras, el Se­ñor con­fie­re a los Su­yos una ili­mi­ta­da au­to­ri­dad so­bre to­do y cual­quier po­der des­truc­ti­vo del ene­mi­go. De­be­mos ser cons­cien­tes de que la ac­ti­vi­dad del ene­mi­go es una re­a­li­dad. La ig­no­ran­cia de un cre­yen­te no lo pro­te­ge de sus ata­ques, por el con­tra­rio: El ene­mi­go bus­ca so­bre to­do a los ig­no­ran­tes. Es por eso que los que ve­lan, los que per­ma­ne­cen en el Se­ñor, son in­to­ca­bles. Esa es la ra­zón por la que el Se­ñor nos ex­hor­ta tan­tas ve­ces a orar y ve­lar pa­ra no caer en ten­ta­ción. Pa­blo di­ce: “... pues no ig­no­ra­mos sus ma­qui­na­cio­nes.” El ene­mi­go, de he­cho, se en­vis­te de to­da su fuer­za pa­ra ata­car­nos. Pe­ro en la mis­ma pro­por­ción, ex­pe­ri­men­ta­re­mos to­do el po­der y la vic­to­ria del Se­ñor Je­sús, pues él pro­me­tió: “He aquí os doy po­tes­tad... so­bre to­da fuer­za del ene­mi­go.” En tér­mi­nos glo­ba­les, se es­tá lle­van­do a ca­bo un ata­que del in­fier­no, una in­va­sión de los es­pí­ri­tus del abis­mo. Los hi­jos de Dios son los pri­me­ros en es­tar en la mi­ra del ene­mi­go, mas ellos son, tam­bién, pre­ci­sa­men­te, los úni­cos que tie­nen la vic­to­ria to­tal.

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