Fuerza espiritual para cada día
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16
Hoy en día, vivimos como si estuviéramos sobre un volcán que, en cualquier momento, puede explotar y lanzar su masa de lava incandescente. Jesús se refirió a esta época cuando dijo: “Desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.” El hombre de nuestros días está cada vez más dominado por el miedo respecto al futuro. Por eso, existen tantas personas deprimidas. Los psiquiatras tienen una gran clientela. El ser humano tiene un corazón dividido y carga en sí una tendencia a la desunión. De hecho, no existe nada nuevo debajo del sol. Ya en el huerto del Edén, se llevó a cabo la primera división espiritual. El pecado es el elemento que separa al hombre de Dios. Mas, en Su gran amor, Dios no entregó a la humanidad, sencillamente, en manos de Satanás. La muerte sacrificial de Su Hijo liberó poderosas energías renovadoras, de forma que Pablo pudo escribir triunfalmente a los creyentes en Roma: “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.”