“¿Queremos ser visionarios?”
Proverbios 29:18 nos dice: “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pero bienaventurado es el que guarda la ley”, es decir, la Palabra de Dios.
El periodista Reinhard Kahl dijo en una ocasión: “La visión es el archivo del futuro”.
La Iglesia prospera porque en ella hay hombres y mujeres que tienen una visión. Los fundadores de organizaciones y sociedades misioneras eran visionarios. Las visiones sacan a las personas de su rigidez y las ponen en movimiento. No es raro que un emprendimiento pierda su fuerza porque las generaciones siguientes ya no tienen la misma visión ni el mismo espíritu innovador. No estamos hablando de experiencias extrabíblicas, sino, en primer lugar, de la gran visión que nos transmite la Biblia y de la motivación que el Espíritu Santo quiere poner en nosotros. Los visionarios se entusiasman con una idea, una causa o un proyecto e inspiran a los demás.
El mayor visionario es Dios mismo. Toda la Biblia proclama Su poderosa visión para la salvación de la humanidad por medio de Jesucristo; nos muestra con qué firmeza y determinación el Todopoderoso persigue su Plan. Nada ni nadie puede impedir que Él establezca su Reino entre nosotros. Dice en Isaías 46:10: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”.
Queremos, bajo todas las circunstancias, tener una visión espiritual, equilibrada y objetiva, dar pasos concretos y cumplir nuestra misión con Cristo en el centro. No nos cansemos ni nos durmamos en nuestros laureles, sino sigamos buscando nuevos caminos y seamos valientes al perseguirlos.
No siempre nuestra visión tiene que ser algo grandioso. Hace poco, un hermano diácono de Alemania Oriental me habló sencillamente de su idea de hacer imprimir un cartel especial para la iglesia y de que estaba orando para que los líderes estuvieran de acuerdo. Puede tratarse de una gran variedad de visiones: actividades de evangelismo, proyectos de ayuda a los hermanos mayores, reuniones especiales de oración o ideas originales de cómo alcanzar con la Palabra de Dios a las personas. Hace años, Dios puso sobre nuestros corazones la carga de una escuela bíblica dentro de la iglesia. Estamos agradecidos de que el Señor nos permitió ponerla en práctica, para que muchos hermanos llegaran a conocer mejor la Palabra de Dios y su Plan de salvación y progresaran en su discernimiento.
Pero también existen los obstruccionistas constantes, que se cierran a todo lo nuevo, o los escépticos, que únicamente ven las dificultades: “No podemos ponerlo en práctica… es demasiado complicado… no tenemos recursos ni personal…”, etc.
Por supuesto, no todas las ideas son viables; se requiere oración, consulta y decisiones conjuntas a favor o en contra. Pero, como dijo Albert Einstein: “Si una idea no parece absurda al principio, no es buena”.
Necesitamos, en todo esto, una clara visión del retorno de Jesús y de su contexto profético. “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).
Antes de que la estrella de la mañana aparezca visiblemente, debe surgir en nuestros corazones. La visión del retorno de Jesús y la Palabra profética deben despertar en nuestros corazones.
¿Queremos ser visionarios?