Prueben los espíritus
Cuando comparamos el islam y la fe cristiana, comprendemos lo que procede de Dios y lo que no. Una breve reflexión.
Nacido en Egipto y escolarizado allí, tuve que memorizar muchos versículos del Corán desde niño, no como parte de una instrucción religiosa, sino simplemente en las clases comunes de árabe, un idioma que está lleno del Corán. También las clases de historia contenían sobre todo historia islámica. Así que crecí obteniendo muchos conocimientos sobre el islam.
Después de cincuenta años, me asombra la nueva cara que muestra el islam hoy en día. Tengo dos versiones árabes diferentes del Corán: un libro está en mi posesión desde 1972, y el otro lo recibí en 2017 durante una campaña de distribución en una zona peatonal en Alemania —la diferencia es sorprendente. La nueva versión del Corán se ha atenuado considerablemente. Por ejemplo, la afirmación: “matad a los infieles” ha sido sustituida en algunas versiones por: “predicad a los infieles” (y véanse algunos ejemplos similares más abajo). Varios versículos del Corán se han modificado con el argumento de que el islam quiere ofrecer un libro que el hombre occidental pueda aceptar. Aparentemente, el islam intenta estar más abierto para los derechos de la mujer, la democracia, etc.
Los líderes del islam ofrecen hoy al mundo europeo una religión diferente de la que hemos conocido en Oriente Medio. Están procediendo con prudencia, utilizando nuevos métodos. Dado que es imposible extender el islam en Europa con la espada y por la fuerza, se están buscando vías pacíficas; por ejemplo:
En el islam, una mujer vale la mitad de un hombre, por lo tanto, solo recibe la mitad de la herencia. En los tribunales, el testimonio de un hombre vale tanto como el de dos mujeres. En Occidente se intenta transmitir una imagen diferente, según la cual una mujer sería igual a un hombre. Sin embargo, en el capítulo “Las mujeres” se dice: “Alá os enseña respecto a vuestros hijos: El hijo recibe la parte equivalente a la de dos hijas. Si son solo hijas, más de dos, reciben las dos terceras partes de lo que él deja. Si solo hay uno, se queda con la mitad…” (4:11).
A pesar de que las afirmaciones del Corán se amortiguan en las nuevas versiones, la sura (el capítulo) “Las mujeres” declara acerca de las esposas rebeldes: “amonéstalas, enciérralas en sus dormitorios, luego golpéalas…” (4:34). En Egipto, nos criamos con estas ideas. Sin embargo, el nuevo método que se está aplicando ahora consiste en no hablar del hecho de que la mujer es considerada medio hombre, a pesar de que se trata de una enseñanza clara y explícita del Corán.
También se oculta que cualquiera que abandone el islam debe ser asesinado, lo cual es una ley islámica; o que, si alguien roba, hay que cortarle la mano; o cuando alguien está borracho, debe ser azotado. Esto sigue siendo ley actualmente en Arabia Saudita, Sudán y Yemen.
Hoy en día, los musulmanes occidentales tienden a no utilizar los términos “sionistas” para referirse al pueblo judío ni “cruzados” para los cristianos. Curiosamente, en algunos programas de radio o televisión se cambia incluso el nombre del presentador. En lugar del nombre real Ahmed o Mohammed, se utilizan variantes cristianas. Por ejemplo, un presentador islámico se hace llamar Pablo. Utiliza expresiones que nunca hemos oído en el islam en toda nuestra vida. Por ejemplo: “querido hermano, querida hermana”. Y termina su programa con las palabras: “Que el Señor los bendiga”.
Aquí vemos que el islam intenta utilizar algunos términos cristianos para llegar al mayor número posible de personas occidentales. Cuando el presentador Pablo habla, se ve de fondo la bandera estadounidense, aunque esa misma bandera se quema en varios países islámicos.
Pensando en el futuro, sin embargo, tengo que decir que, a pesar de estos maquillajes del texto coránico, la yihad también podría llegar a Europa. Pienso en la vida de Mahoma. En La Meca, era un hombre pacífico y buscaba el reconocimiento personal. Practicaba el amor y la generosidad en su trato con los pobres y los huérfanos, hasta que se trasladó a Medina. Allí vemos a un Mahoma diferente, lleno de violencia. Sin piedad, difundió su religión con la espada. Y vemos que las suras escritas en Medina son completamente diferentes de los versículos coránicos escritos en La Meca, que aún hablaban de paz.
Por ejemplo, en la sura “al-Muzzammil” leemos que Alá dice a Mahoma que sea paciente con sus oponentes (73:10), pero en la sura “La Vaca” dice sobre la misma gente: “Y matadlos dondequiera que los encontréis…” (2:191).
En la sura “La Vaca”, Alá dice a su profeta que no debe difundir el islam por la fuerza: “No hay coacción en la fe” (2:256). Pero en la misma sura, también se lee: “luchad contra ellos hasta acabar con la seducción…” (2:193). Y el texto original en árabe incluso dice: “matadlos…”.
En la sura “La Araña”, Alá ordena a Mahoma que no luche con los cristianos y los judíos y que les diga, entre otras cosas: “Nuestro Alá y vuestro Alá es Uno, y a Él nos rendimos” (29:46). Y de repente, en la sura “Arrepentimiento”, dice: “Luchad contra aquellos de entre los que recibieron la Escritura que no creen en Alá…” (9:29). Y otra vez, en árabe, se lee aquí originalmente: “Matad…”.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué clase de dios es este, que cambia u olvida su discurso? ¿O qué clase de profeta es este, que cambia su vida de amor y misericordia a una de violencia y derramamiento de sangre? En la sura “La Vaca” leemos: “No derogamos un verso ni hacemos que se olvide, excepto que lo reemplacemos por uno mejor que él o similar a él. ¿No sabéis que Alá tiene poder sobre todas las cosas?” (2:106).
El Corán nos dice que Alá es un dios lejano, que no tiene contacto directo con las personas. Él es muy elevado, y el hombre sigue siendo su siervo hasta la muerte. Como siervo debe hacer peticiones y rezar a Alá, ayunar por él, dar limosna en su nombre, pero sin tener la certeza de que este dios escuche la oración o no, o que acepte el ayuno o no. Así, el hombre permanece en la incertidumbre durante su vida terrenal. Sin embargo, debe cumplir los cinco pilares del islam. Estos son:
1. Recitar en varias ocasiones el credo que reza: “No hay otro Dios que Alá, y Mahoma es su profeta”. Basta con decir esta frase para convertirse en musulmán. Pero hoy oímos este grito mientras asesinen a otras personas, en ataques contra embajadas de países occidentales o durante manifestaciones con destrucciones y saqueos de tiendas, o cuando destruyen o incendian iglesias. Este grito también resuena en el grupo terrorista Estado Islámico, cuando una persona es quemada o decapitada. Precisamente estos incidentes nos muestran claramente que el dios del islam es un dios de violencia.
2. Rezar cinco veces al día. Esto ya no se practica mucho por los musulmanes en el mundo occidental, ya que algunas horas de oración caen en pleno horario laboral. Pero en muchos países islámicos, un musulmán puede abandonar su lugar de trabajo para rezar en un rincón de oración o en la mezquita más cercana. En algunos países, también es bastante normal que un vendedor, taxista o funcionario se ausente de su puesto de trabajo para ir a rezar. Hay que aceptar este hecho sin preguntar “¿por qué?” o “¿cuánto tiempo?”.
3. Ayunar durante el mes de Ramadán, que es el noveno mes del calendario islámico. Muchos niños varones también se llaman Ramadán. En el mes de Ramadán, todos los hombres y mujeres sanos deben ayunar durante 30 días y no se les permite comer ni beber nada desde la salida hasta la puesta del sol. Tampoco pueden fumar, usar perfume, inyectarse con jeringuilla ni mantener relaciones sexuales. Por eso, en los países islámicos, las tiendas y los entes públicos solo abren unas horas al día durante este mes (algunas oficinas recién empiezan a trabajar a las 10 de la mañana porque la última hora en que los musulmanes pueden comer durante el Ramadán es hasta la hora 3:30). Como en los países occidentales no se tiene en cuenta el debilitamiento que provoca el ayuno, muchos musulmanes solo ayunan simbólicamente durante un día. Los viajeros, las embarazadas y las parturientas no ayunan, ni tampoco las mujeres que están menstruando, pero deberían compensarlo después. Hay que decir que el mes de Ramadán produce poco, pero invierte mucho. En sí mismo, el ayuno sería bueno y saludable. Sin embargo, en el mes de Ramadán se combina con el consumo de carne, azúcar y nueces por la noche, y en cantidades mayores de lo que se usa, comer durante el día en otros meses. El Ramadán es también el mes en que más electricidad se consume.
4. Dar limosna. Todo musulmán está obligado a dar una parte de sus ingresos, pero solamente puede dedicarse a otros musulmanes o a una organización islámica. Desgraciadamente hoy se sabe que muchos hacen negocios con este dinero.
5. Visitar la Meca. Todo el que esté sano y tenga dinero debe peregrinar a La Meca. Lamentablemente, casi todos los años los medios de comunicación informan sobre caos y accidentes en La Meca: personas aplastadas por las multitudes; incendios, techos caídos y enfermedades por falta de higiene.
Si colocamos las afirmaciones de la Biblia y del Corán unas al lado de las otras, nos daremos cuenta del contraste entre el Libro de los libros y el libro sagrado del islam, en el que se encuentran muchas contradicciones.