Los rehenes secuestrados

Fredi Winkler

Como era de esperar, los rehenes secuestrados por Hamás el 7 de octubre pasado, que siguen en cautividad, se han convertido en un gran dilema para Israel, especialmente ahora que nuestro país se enfrenta a la fase final de la guerra en Gaza, con la captura de Rafah. Por un lado, la liberación de los rehenes tiene una prioridad muy alta, pero por el otro, la gran pregunta para quienes tienen que decidir es: ¿qué precio podemos y debemos pagar?

Algunos creen que el intercambio de rehenes y prisioneros debe hacerse a cualquier precio, pero evitan mencionar las escandalosas exigencias de Hamás y sus consecuencias para Israel.

Para Hamás se trata de una cuestión de supervivencia. Con los rehenes en su poder, como los dirigentes de Hamás sabían de antemano, tiene una fuerte baza en su mano. Pero los jefes de Hamás no solo están preocupados por su propia supervivencia, sino también por conservar su posición de poder casi ilimitado, y por lo tanto, su poder militar. Para poder mantenerlo ante cualquier circunstancia, han invertido durante muchos años miles de millones de dólares en su sistema de túneles subterráneos, que sigue deparando sorpresas a los israelíes después de más de medio año de guerra. 

Una de las condiciones de Hamás para liberar a los rehenes es el fin de la guerra. Pero para Israel, la captura de Rafah con su paso fronterizo a Egipto es de importancia fundamental, porque es desde allí que entraron de contrabando las armas y todo lo demás a la Franja de Gaza, convirtiéndola en un monstruo. Para evitar que todo esto vuelva a ocurrir dentro de diez o quince años, Israel debe tener bajo su control el llamado Cinturón de Filadelfia, es decir, la franja fronteriza entre Egipto y Gaza. Además, Israel no puede permitir que Hamás siga en el poder, mientras que la organización terrorista quiere conseguir exactamente esto a través de las negociaciones.

En estas circunstancias, es casi imposible llegar a un acuerdo. Los mediadores, Estados Unidos, Egipto y Qatar, siguen intentando persuadir a Israel y Hamás para que lleguen a un compromiso. Sin embargo, la guerra en Gaza no es el único problema para Israel —también está el conflicto con Hezbolá en el Líbano. Los habitantes de la ciudad israelí más septentrional, Kiryat-Shemona, y de todas las demás ciudades cercanas a la frontera con Líbano aún no han podido regresar a sus hogares. Hezbolá no deja de lanzar cohetes contra el norte de Israel. Más de veinte personas ya han perdido la vida por estos ataques.

Así que, cuando la guerra con Gaza llegue a su fin, también deberá resolverse el problema con Hezbolá en el Líbano, para que la paz y la seguridad vuelvan y todo el mundo pueda regresar a sus hogares. Todos los esfuerzos internacionales, especialmente por parte de Francia y Estados Unidos, para encontrar una solución a través de la diplomacia han sido en vano hasta ahora. Esto significa que Israel se verá obligado a resolver militarmente también el problema con el Líbano.

Las perspectivas son sombrías, e Israel necesita urgentemente el apoyo de todos los que están del lado del Señor; en primer lugar a través de la oración, pero también a través de nuestra manera de hablar y actuar ante el creciente odio internacional contra Israel.

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