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Cuando alguien se propone leer la Biblia de tapa a tapa, existen varios momentos en los cuales fácilmente se cae en la tentación de omitir ciertas partes. Uno de estos momentos, es durante los primeros nueve capítulos de 1ª Crónicas. Una interminable genealogía hace que la lectura se vuelva pesada. Uno se pregunta para qué estará escrito todo esto. ¿Qué se podrá sacar de provecho? Pero no es casualidad que, en medio de tantos nombres, al escritor inspirado por Dios le pareciera importante destacar a un hombre llamado Jabes: “Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió” (1 Cr. 4:9,10). Con esta corta, pero profunda oración, Jabes dejó atrás un pasado marcado por el dolor y fue llevado a una vida de excelencia espiritual.
Todos podemos aprender muchísimo de la corta oración de este hombre. Si aplicamos los principios que él supo dar a su vida, cualquier “amargura o aflicción” podrá dar lugar a una renovación plena por el poder de Dios.
Esta realidad también puede ser la tuya. ¡Estás a una oración de ello!